CAPÍTULO 5

17 2 0
                                    

Nadia se había olvidado por completo de que Verónica iría por ella aquella mañana.

Agarró su mochila y tomó un zumo rápidamente, despidiéndose de Shara a toda prisa y saliendo de casa, tratando de correr de la forma más humana posible.

Nadia nunca se había transformado en loba como tal. Pero su velocidad corriendo era superior a la de los humanos con mucha diferencia.

Normalmente un lobo normal o un alfa normal, podrían pasar desapercibidos entre los humanos, pero un alfa milenario no. Aunque Nadia estaba acostumbra a fingir desde hacía cinco años porque el lugar en donde vivía estaba rodeado de humanos y apenas había lobos.

Para ser una humana más, tuvo que tomar muchas notas acerca de sus comportamientos, costumbres... Y aprender a imitarlos, esconder sus emociones para evitar entrar en estado de ira o rabia y llevarse a cualquiera por delante. Incluso aprendió a no mostrar en su rostro ni un ápice de emociones ni transmitir nada con la mirada salvo la autoridad. Esto no podía esconderlo porque era parte de lo que ella era y estaba destina a ser ella y sus descendientes, si es que Gaia, la diosa de la naturaleza, así lo destinaba.

Cuando había hecho la mitad del camino, el pitido de la bocina de un coche la sacó de sus pensamientos y frenó en seco, viendo a Verónica dentro del mismo con unas gafas de sol, ligeramente bajadas, justo para verla a los ojos.

Por alguna razón que descubriría, nadie en el instituto miraba a los ojos a Verónica más de tres segundos.

Pero, si Verónica era humana, ¿Por qué se comportaban así?... No conseguía entender nada.

-¿No te dije ayer que hoy te recogería?. -preguntó Verónica, mirándola fijamente.

Y es que, aunque todos se comportaban así, ella no sentía temor al mirarla a los ojos fijamente.

De hecho, le sostuvo la mirada en todo momento, sin poder evitar pensar que tenía unos preciosos ojos café oscuros.

-¡Hey!, ¿Me piensas responder hoy?, ¿Cuándo vas a subir al coche?, Te estoy esperando, Nadia -dijo la hermosa alfa morena.

Nadia sacudió la cabeza, sacando sus pensamientos para evitar pasar más vergüenza frente a ella.

-S-sí... Yo... disculpa, me había olvidado por completo. -Nadia se subió al auto, sonrojada.

Verónica sonrió por lo bajo, viendo a Nadia subirse.

Posó sus ojos en ojos en los de Nadia y ella le sostuvo la mirada sin miedo, lo que a Verónica le encantó.

Verónica no recordaba cuando había sido la última vez que alguien le había sostenido la mirada de forma inocente, como lo hacía Nadia.

Ni siquiera su ex, Susana, se había atrevido. Tampoco había tenido nunca la mirada tan limpia como Nadia.

De hecho, estaba totalmente segura de que si Nadia no hubiera desaparecido de su vida o sí simplemente no la hubiese creído muerta, jamás hubiera estado ni con Susana ni con ninguna otra persona, pues ella recordaba perfectamente que Nadia era su pareja verdadera.

Regresó su mirada a la carretera y pisó el acelerador, poniendo nuevamente en movimiento el coche.

Condujo en silencio hasta el instituto, pero no fue un silencio para nada incómodo.

Nadia sacaba la cabeza por la ventanilla y dejaba que el aire le diese en la cara y despeinase su cabello, cosa que a Verónica le encantó y sonrío.

Nadia iba tan entretenida que no se fijó en la sonrisa de Verónica.

Cuando llegaron al instituto, Verónica tenía una plaza de aparcamiento privada y Nadia se sorprendió.

A pesar de su sorpresa, optó por guardar silencio y bajar con Verónica.

Caminó a su lado, observando que todos las miraban confusos y, al menos por esta vez, Nadia decidió ignorar las miradas curiosas.

Mad se les acercó, disculpándose con Nadia por lo sucedido el día anterior y ella negó con la cabeza, evitando así el tema.

Susana pasó por el lado de Nadia, golpeando su hombro. Verónica gruñó y Susana siguió su camino bajando la cabeza.

Pero Susana no pensaba dejarlo pasar. A sus ojos, Nadia le había causado un problema con su amada Verónica y se las pagaría. Y no tardaría en cobrárselo.

Nadia caminó hasta dentro del edificio y Verónica agarró el brazo de Mad cuando intentaba seguirla.

-Mad, evita que Susana la lastime. Infórmame de inmediato de cualquier incidente. Y sobre Nadia, procura que todos la respeten, es mi pareja aunque ella no lo sabe. -Verónica le dio una orden clara y firme a Mad.

Éste, al oír que la rubia era la pareja de su adorada alfa, se sorprendió. Pero esbozó una sonrisa y asintió, alegrándose de que, al fin, su alfa hubiera olvidado a aquella niña que tan triste la había tenido por años.

Mad y Verónica eran amigos desde niños. Su relación era mucho más cercana que la de un Alfa y su Beta. Mad era como un hermano para Verónica y viceversa.

Quedando más tranquila, Verónica entró a su clase de Química, procediendo a iniciar lo que debería ser un día como otro cualquiera.

Por su parte, Nadia entró en la clase de Arte. Mad coincidía en esta clase con ella, con lo que todo fue de lo más normal.

Pero, después de la última clase antes del receso, mientras Nadia caminaba en dirección a la cafetería, Susana llegó por detrás y la golpeó, sin que a Mad le diera tiempo a reaccionar.

Harta de sus insultos y de los golpes, Nadia se dejó llevar por la furia y sus ojos cambiaron de color hasta ponerse dorados.

Mad hizo llamar a Verónica mientras observaba estupefacto la escena.

Nadia comenzó a derribar sin esfuerzo tanto a Susana como a todas sus amigas y las dejó en el suelo, tiradas, cubiertas de golpes y sangre.

Para cuando Verónica llegó, Nadia se había puesto en pie y caminaba en dirección a la salida del instituto. 

Verónica corrió tras ella y agarró su brazo, haciéndola detenerse en seco.

Como ya se hubo calmado, Verónica no pudo ver sus ojos dorados, pues los encontró azules eléctrico, como siempre.

-Lo siento, Verónica, no lo he podido soportar más. -trató Nadia de disculparse, pero Mad llegó tras de ella y le contó con pelos y señales todo a Verónica, omitiendo el color de ojos de Nadia.

Nadia esperaba un enfado por parte de Verónica, pero ella simplemente asintió y le pidió que le acompañase a la cafetería y se calmara.

Y Nadia, sin saber el por qué, no podía evitar concederle a Verónica su petición.

Cuando ya estaban en la cafetería, Verónica se sentó frente a Nadia y acarició suavemente su rostro.

Ambas sintieron las chispas ante este contacto y, posiblemente, las iban a sentir de por vida.

-Pequeña, hay algo que debo decirte... Necesito que me escuches con atención... -dijo Verónica suavemente.

LAS DOS ALFASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora