CAPÍTULO 2

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-También quisiera darle sepultura a los señores Martín. -dijo Verónica mientras trataba de mantener la compostura.

-Lo siento, señorita Díaz, pero los cuerpos de los señores Martín ya fueron trasladados a una funeraria, donde van a ser velados. -respondió el joven policía que estaba ayudando a Verónica en el trámite del traslado de los cuerpos a Guadalajara.

En un primer momento, Verónica no encontraba explicación de quién podría haber trasladado los cuerpos a una funeraria, ni quién los velaría, pero no hizo más preguntas porque supuso que sería la propia manada quiénes los habrían reclamado para velarlos. 

Después de todo, un alfa era lo más importante para su manada.

Suspiró pesadamente, pues poco podía hacer de cualquier modo.

Firmó los papeles y se retiró nuevamente hasta la salida, donde le informaron de que los cuerpos de sus padres ya estaban siendo sacados del depósito de cadáveres para ser metidos en el coche donde serían trasladados.

Siguiendo el auto de cerca, Verónica llegó al mismo tiempo a la funeraria de Guadalajara y la manada fue avisada de que sus alfas yacían en el lugar donde serían velados los siguientes dos días. 

Con un profundo pesar, Verónica permitió que los ataudes estuvieran abiertos, para disipar las posibles habladurías de que los alfas fingieran su muerte y escaparan de los peligros que les acechaban las últimas semanas.

-Alfa, es la hora -espetó Madison, recordándole a Verónica que debía estar al lado de los cuerpos mientras la manada pasaba delante presentándoles sus respetos y ofreciéndole sus condolencias, pues esa era la costumbre lobuna.

La reciente joven alfa, simplemente asintió, sabiendo que, desde el mismo momento en que sus padres habían fallecido, la manada era su responsabilidad y debía velar por ella el resto de sus días. Era el precio a pagar por haber escuchado la "llamada alfa" y haberse convertido en una.

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En Chiapas, Nadia estaba pasando por la misma situación.

Toda la manada había llegado a la funeraria, presentando sus respetos a sus difuntos alfas y a su sucesora, la nueva joven alfa milenaria.

No era común el llamado a alfa milenaria, de normal era un título que se adquiría con los años, pero, al igual que su padre, Nadia la escuchó a una muy temprana edad.

Charly se acercó hasta ella, brindándole un vaso de agua, ya que desde que había recuperado la compostura, Nadia no se había dejado tocar ni un pelo.

Shara parecía incómoda, y no era por estar enterrando a sus jefes, era algo más y Nadia lo sabía, tenía esa corazonada y ella no solía fallar en sus intuiciones.

Pero no era lugar ni el momento de preguntar nada. Si algo sabía Nadia, era guardar las formas y esperar el momento para hablar o actuar.

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Los siguientes dos días fueron exactamente iguales para ambas.

Toda la manada de ambas iba y regresaba a presentar sus respetos y condolencias. Aunque en distinto lugar, sus reacciones fueron las mismas. Estrechamiento de manos, agradecimientos por haber ido a presentar sus respetos y aceptación de las condolencias con educación.

Cuando, ya en el cementerio, ambas jovenes estaban, aunque en diferentes lugares, enterrando los cuerpos de sus padres, ninguna pudo evitar llorar al ver ambos ataúdes bajar a la tierra uno sobre otro. Cada quien echó una flor, luego fueron cubiertos por la tierra y las dos estaban desoladas.

Nadia se decía a si misma que ya estaba sola en el mundo de forma definitiva, pero Charly le hizo ver que aún tenía la manada y que era joven, en cualquier momento encontraría a su mate y su perspectiva cambiaría.

Al pensar en su mate, el corazón de Nadia se encogió, como si tuviera la sensación de haberlo perdido todo.

Verónica, por su parte, no pudo evitar pensar en Nadia. "De haber sobrevivido, ¿Como sería?, ¿Aún sería rubia?, ¿Habría conseguido sus sueños?" aunque eran preguntas que jamás se responderían, ella no podía evitar hacérselas.

Los días pasaron, aunque no tuvieron nada de novedad para ninguna. 

Nadia se había acostumbrado a ayudar en las cosas de la Casa de la Manada desde su despacho, sin dejar de atender el trabajo que ya suponía ser alfa.

Verónica también tuvo que adaptar su rutina de instituto a su nuevo cargo como alfa, mudándose a la Casa de la Manada de Guadalajara, donde comenzó su nueva vida, llena de responsabilidades y soledad.

Para más dolor de cabeza, su ex novia no dejaba de llamarla y agobiarla aún más. Hasta ahora había podido mantenerla alejada, y esperaba que todo siguiera así, pues nunca tuvo sentimientos de amor hacia ella... Si acaso fue algo, simplemente fue la Bruma. Algo así como una pareja para la temporada de apareamiento, alguien con quien llenar el vacío que sentía desde que Nadia había fallecido.

"¿Cómo habría sido su vida con Nadia?" por más que no quería pensarlo, cada vez se acentuaban más sus pensamientos, cada día era más grande su tortura por saber que su verdadera pareja estaba muerta y con ella, su corazón y su sentido para vivir.

Esa mañana, caminando por las calles de Chiapas, Verónica recordó los lugares donde solía jugar con Nadia cuando aún eran niñas.

Pasó por el árbol donde grabaron sus iniciales y que, además, fue el lugar donde se dieron su primer beso, lo que desencadenó la "llamada alfa" y que ambas se dieran cuenta de que eran la mate de la otra.

Iba tan sumergida en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que otra chica iba en el mismo estado de tristeza que ella y ambas chocaron.

Sin mirarse siquiera, se disculparon y siguieron su camino.

Si alguna se hubiera parado a mirar a la otra, posiblemente, se habrían reecontrado, pues el destino acababa de empezar a jugar sus cartas en favor de que ambas se volvieran a cruzar...

LAS DOS ALFASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora