En la oscuridad

18 2 0
                                    

Capítulo 3

En la oscuridad.

No tengo las palabras para describir los sentimientos plasmados en aquellos lienzos y ni el arduo trabajo que se encuentra detrás de esas esculturas. Cada una sobresalía de una manera única y diferente haciendo de la velada una experiencia algo totalmente inolvidable.

No pude evitar la tentación de verme en el gran cuadro ¿en realidad era yo? El maquillaje por muy poco y sencillo que fuera le daba vida a mi pálido rostro, que se veía realzado por aquellas elaboradas trenzas que me recogían el oscuro cabello. Mientras que el vestido se iluminaba con pequeñas lentejuelas doradas en forma de estrellas, los largos pendientes y el fino collar iban a juego con la intensidad de color elaborando en el, una verdadera noche estrellada.

—¿Por fin puedes ver lo hermosa qué eres? —mumuró la tía Mary cerca de mí oído.

— ¡Sí! Lo veo, pero no todo lo que brilla es luz.

—Como tú digas —dijo sin más.

Pasamos al salón principal, en donde se llevaría acabó el baile. Era grande pero no tanto como la galería tenía cierta chispa pero no algo que me impresionara. En cambio la tía Mary parecía emocionada, se le veía en los ojos. Sin perder tiempo se abalanzó a un grupo de mujeres que se encontraban riendo y charlando de lo más a gusto yo en cambio me escabullí devuelta a la galería, para mí sorpresa se encontraba vacía —como no, sí solo piensan en mantener la copa llena— se encontraba un poco más oscuro que antes y cada obra estaba ilumina por un pequeño reflector, daba la sensación de un ambiente más dramático capaz era parte de la demostración y solo estaba yo para apreciarlo. O eso creía.

Me percate de una sombra al otro lado del salón, era un hombre. Parecería estar analizando varios cuadros, me acerque un poco para ver de quien era la pintura; en una pequeña esquina estaba escrito el nombre de «Lucas Thomachiot» —un pintor italiano conocido por su arte abstracto— no quería interrumpirlo así que me alejé en completo silencio. Me llamo la atención el retrato de una mujer, se encontraba llorando, tenía la ropa desgarrada y varios golpes en el rostro, no era capaz de voltear la mirada por más que quisiera. Me encontraba tan absurdamente sumergida en la dolorosa obra, que no me percate de que alguien, me tocaba la espalda.

El roce de sus dedos fríos erizaron mi piel, mientras ahogaba un pequeño grito. Levanté la mirada en dirección de aquel hombre de antes, él.. ¡Él seguía ahí! Entonces, ¿había alguien más parte de nosotros dos? Respiré lo más profundo que pude y me giré con fuerza, hasta toparme con una figura alta. Si tuviera que apostar le pondría unos veintiocho años, era un hombre guapo de piel pálida, no tan delgado y de ojos oscuros como el carbón, al ver mí expresión de frialdad en el rostro no dudo en esbozar una pequeña sonrisa.

—Hola —dijo con un tono de  picardía. Tenía una apariencia un poco extraña, algo de él no me gustó.

—Hola —expresé sin más, en mis planes no estaba ser sociable esa noche y el no los iba a cambiar.

—¿Sabés? Te estuve observando desde el momento en que llegaste, y... no pude evitar seguirte. Eres una mujer muy hermosa.

—Eso no te da el derecho a seguirme —cada minuto que pasaba me era más y más incómodo y solo pensaba en ¿cómo me deshago de él?

—Pero no seas tan fría, solo quiero conversar contigo —su aliento se me hizo algo desagradable.

—¡Pero yo no! —dije de la manera más cortes posible. Pero creo que no lo tomo enserio.

—¿Ah sí? ¿Éstas segura? —volví a mirar en dirección al cuadro de Lucas y aquel hombre que vi anteriormente, ya no estaba —las chicas siempre quieren charlar ¿tú por qué no? —dijo en un tono de enfando, mientras se acerba a un más, mí corazón quería explotar del miedo que experimentaba y cada vez me veía más atrapada.

—¡No te acerques! —dije eufórica— ¡alejate por favor! —su expresión pícara del principio ahora era de enfado, no sé rendiría fácil.

—¡No escuchas qué quiero conversar contigo! ¡Nadie me dice no ha algo! ¿Entiendes? —dijo a los gritos, pero el ruido del baile los silenciaba. Sus ojos se toparon con los míos, sus temibles ojos oscuros se encontraban inyectados en sangre. De pronto todo conectó, su aspecto, su olor, su violencia. Yo era su presa y no me dejaría ir.

Lo empuje con todas mis fuerza, pero fue en vano, era más rápido que yo. Me tomo de delicado trenzado que la tía Mary hizo con tanto esmero y me azotó contra la pared, su gesto era de deseo, poder, suciedad y me encontraba en la maldita oscuridad.

Seguía luchando con todas las fuerzas que tenía para soltarme, cada vez me apretaba más los brazos y solo sentía su asqueroso aliento sobre mí rostro. Su ira iba aumentando a medida que yo luchaba, hasta que... No aguanto más, y me golpeó. Sentí como el peso se apoyo sobre mí rostro mientras caía al suelo y volvía a levantarme, tanto él como yo no nos rendiríamos fácil y ya sea viva o muerta saldría de ahí.
Pasaba sus dedos por mí rostro y por encima de mí pecho, cortándome la respiración. Sentía como poco a poco mí alma quería salir de mí cuerpo, al menos alguna de las dos tendría que escapar esa noche. Apreté mis ojos con todas las fuerza que me quedaban no quería ver, no quería oír, solo sentía rabia de que un ser tan cobarde sintiera poder sobre mí.

—¡Soltadla!

Esa voz hizo que me volviera el alma. Una figura oscura con autoridad y decisión se abalanzó encima de ese asqueroso hombre, golpeándolo directamente en el rostro tumbándolo al duro suelo. Bastaron solo una cuestión de segundo para que esa noche se volviera un calvario, mientras que por algunos momentos sentía como la muerte seguía rondando por los pasillos, debía salir de ese lugar. Pero solo podía ver como ese par de hombres se golpeaban hasta morir, en un pequeño reflejo de luz solo pude proyectar unos ojos azules tan brillantes como un zafiro, justo esos ojos de quien esa noche me había salvado el alma. Y solo gritaban. ¡Corre!

La salida de ese lugar parecía interminable, los pasillos se volvieron más largos y las paredes más estrechas, todo me daba vueltas, las escaleras se me movían; hasta que de nuevo me encontré con el cuadro, ese que al entrar solo había reflejado una pequeña noche estrellada.
El maquillaje de los ojos se había corrido por todo mí rostro mostrando desesperación, el cabello me caía en grandes mechones sobre la frente y el tedioso vestido negro, desgarrado por las manos de ese pedante hombre ¡no todo lo que brilla es luz! Mis propias palabras resonaron en mi cabeza, siendo acertadas en aquel reflejo. Solo pude ver mí rostro en el cuerpo de un extraño, y era yo.

Tome el primer taxi que me encontré e inmediatamente salí de ese lugar conocido como «El corazón del arte» la tía Mary tenía con ella las llaves del coche y no podía llamarla, no podía decirle, diría que fue su culpa por llevarme ahí.

Todo lo bueno de ese día se vio manchado por aquellas manos, unas manos frías que ejercieron presión y me ahogaron el alma.

Y solo podía recordar sus brillantes ojos azules.

Presente ContinuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora