Capítulo 8
El Anillo
Mi cabeza empezó a dar pequeñas vueltas y solo lograba balbucear pequeños sonidos.
—¡Queue! ¡Ahsh! —Mis balbuceos llamaron la atención de Nervar. Que al ver la sangre que baja por mi mano y las marcas que me habían quedado en la frente, lo pusieron tenso.
—¿Ivy que te sucedió por amor a Dios? Esa sangre ¿qué hiciste? —dijo con voz alterada, cualquiera que estuviera ahí pensaría que me corte las venas.
—No, no es nada estoy bien —mentí, obviamente. No quería su lastima, ni su ayuda.
—¡Esto es en serio, olvida las discusiones por un momento! ¿Cómo pasó? —exclamó con un tono más preocupado que el anterior. Acercándose más a mí.
—¡Que no me sucede na....! —me interrumpió, tomo mi mano rápidamente y la examinó.
—¡No puede ser! Tienes la piedra del anillo incrustada en el dedo ¿Como sucedió? —dijo, reclamando una explicación. A mi mente solo vino el momento de la discusión, cuando golpeé la mesa con mi mano he ignore el pequeño sonido que había formado ¡pero que idiota soy!
—Cuando golpeé la mesa con el puño cerrado, seguro fue eso —expliqué.
Se levanto del sillón en dirección a los estante, ¿que estaría buscando?
—¿Dónde estará? Sí ¡Aquí esta! —exclamó casi en un grito y vi que traía con el un pequeño botiquín de emergencias.
—¿Qué carajos piensas hacer? —mis nervios eran evidentes y el dolor cada vez se empezaba hacer más claro.
—A limpiarla se puede infectar —esas palabras causaron un pequeño bajón en mi vista y no percibía las cosas claras.
Humedeció un par de algodones en alcohol y fue limpiando alrededor del anillo. Cada grito en mi interior empeoraba cada vez que posaba los algodones en mi mano, cada vez las luces se veían más sombrías y sentía como mi mundo se quería venir a bajo.
—La sangre no cesa, y no puedo sacar ese anillo podría ser peor ¡ahhhs! —dijo, agitando las manos en el aire.
Pude presenciar como aquel hombre frío, grosero y petulante, usaba sus fuerzas para abrir esa puerta, la cual antes de derrumbase se abrió. Aprecie la sombra oscura de Marcus que aparecía a través de ella y de como Nervar pudo alzarme en sus brazos, antes de desmayarme.
Pude percibir un olor intenso, aquella fragancia me irritaba la nariz como si estuviese respirando fuego. Las luces del lugar me cegaban la vista, sentía mis ojos pesados como si no hubiera descansado en toda una semana.
¿Dónde estaba?
La vista se me hizo más clara, pero mi mente seguía divagando, solo detalle a una mujer rubia de ojos cafés, justo a mi lado. Tenía una bata blanca puesta y en su mano sostenía un pequeño algodón —hay entendí que estaba en un cuarto de hospital—. Rápidamente me examinó la vista, tomo mí pulso y se aseguro que todo estuviera en orden. Tenía las manos un poco frías pero no dije nada.
—¿Cómo se siente Señorita? —preguntó la doctora.
—Un poco aturdida, eso es todo —dije, todavía trataba de comprender lo ocurrido— ¿qué sucedió?
—Gracias a dios nada grave. Cuando llego aquí tenía la pequeña sortija de su mano izquierda incrustada en el dedo índice, eso provoco que uno de los vasos de sangre se rompiese y causara el sangrado.
Observe mi mano izquierda y estaba cubierta en un vendaje ¿ya habían sacado el anillo?
—Por si se lo pregunta —prosiguió la doctora— ya nos hicimos cargo, su mano solo tiene un pequeño punto de sutura y en más o menos diez minutos vendrá una enfermera. Ella le proporcionara las indicaciones que deberá seguir y la dará de alta, con su permiso me debo retirar —dijo con una linda sonrisa, tomo unos papeles encima de la pequeña mesita del lugar y se fue sin más.
Así mismo como platicó la doctora, justo unos diez minutos después llego la enfermera. La chica fue muy amable, me explicó paso a paso y con paciencia los cuidados que debía tener a la hora de manejar la mano, sobre como debía limpiarla y de como debía ingerir los medicamentos para evitar cualquier infección. Cuando se iba ha retirar pareció que algo le vino a la mente y se devolvió a mí.
—Hay un hombre en el pasillo ¿lo dejo pasar Señorita? —de seguro era Marcus.
—Sí, que pase —dije acomodandome en la pequeña camilla.
Jamás podría ser capas de demostrar cada emoción que me embriagaba el cuerpo. Mi mente se encontraba en blanco, como si fuese una hoja de papel esperando con ansias a ser escrita, para darme alguna idea de que decir o de como afrontar esta situación.
Cualquiera hubiese actuado de la misma forma ¿verdad?, al ver tanta cantidad de sangre quien fuese me hubiera ayudado, no hay nada de especial y eso lo hace extraño. Pero no entiendo el ¿por qué?
Me percate de unas pequeñas voces dentro de mi cabeza, murmuraban de una forma tan baja que era imperceptible comprender lo que decían, solo quería que se callasen y obedecieron. Solo que eso no fue gracias a mí.
Su presencia causo silencio y a mí me provocó terror —¿cómo es qué fue capaz de eso?— No entendía como lo logró.
Atravesó la rígida distancia que nos separaba con la mirada, seguía siendo fría, se sentía como si pequeñas esquirlas de cristal me cortaran la piel, logrando por un instante que el tiempo tuviese paciencia, para descifrar todas las palabras y poderme preguntar como me encontraba.
—¿Ya estás mejor? —dijo cruzándose de brazos, con una postura algo rígida.
—Sí, cuando vuelva la enfermera con el alta me podre ir —sentía por dentro una pequeña punzada, sabía que debía agradecerle, pero no conseguía la manera de hacerlo
¿Porqué era tan difícil para mí llevarme bien con él? Sólo trabajaríamos en un proyecto y nada más. Pensé, pero obviamente no estaba en mis sentidos.
Tome un poco de aire pasando un mechón de mi cabello atrás de la oreja y antes de que el pudiera pronunciar palabra hablé.
—Gracias... —dije un poco apenada, mostrándole la venda de mi mano. No me hice grandes expectativas, pero nunca habría imaginado lo que él iría a decir.
—Cualquiera hubiese actuado igual... Para mí no es nada —exclamó poniendo los ojos en blanco, sin moverse un pequeño centímetro— solo vine accesiorarme de que los doctores merecieran el dinero por su trabajo, Marcus esta en la puerta él te llevara a tu casa y le podrás avisar a tu familia —dijo sin más, tomó la perilla de la puerta y sin perder el tiempo salió de la habitación.
¿Qué carajos había oído?
Marcus que se encontraba detrás de la puerta escucho el pequeño discurso de su hermano. La cara de asombro en su rostro era un poema de horror y contuvo las respiración al entrar en la habitación.
—Es que... El.. Yo... —su impresión fue tanta que su boca no encontraba articular palabra, para excusar su comportamiento.
—¡No digas nada y sacame de aquí! —le murmuré al oído, prácticamente salte al bajarme de la cama, quería irme y olvidar lo sucedido.
Realmente ese hombre nunca podría dejar de disgustarme, sería una piedra en mi zapato durante un buen tiempo. Ya era la hora de poner fin a mis desaires y empezar a trabajar enserio, no debía retrasar más el proyecto, así desaparecería de una vez por todas y no tendría que verle la cara de idiota más nunca.
El único inconveniente sería...
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Presente Continuo
RomanceA esta edad tienes que pensar a largo plazo. Concentrarte en lo que haces, tus metas, tus sueños, en ahorrar dinero y ser lo mejor en todo. Ya no podemos permitirnos perder el tiempo en cosas baratas como el amor. Eso es lo que he aprendido durante...