Falta de sueño

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Capitulo 1

Falta de sueño.

No recuerdo cuando fue la última vez que compré un cartón de leche, o desde hace cuanto tiempo no hago un mercado por lo menos digno —¡las estanterías de mí cocina están completamente vacías!, salvo por el hecho de un yogurt expirado—. La palabra cansancio me brota por los poros en grandes cantidades extenuantes, ese último trabajo fue agotador, tanto que ni me preocupaba en comer o tan siquiera dormir un poco, esas ojeras en mí rostro hablaban por si solas. A lo mejor si me monto  en ese pedazo de aparato metálico tendría cinco libras menos que hace dos semanas atrás.

—¡Tengo que limpiar!— Exclamé en la soledad del lugar.
No sé que habrá pasado estos últimos meses como para volverme tan descuidad con el aseo del apartamento —nunca me llamó la atención contratar un servicio de limpieza para aligerarme la carga, creo que siempre me ha gustado hacerme cargo de mis propias cosas— los libros faltantes de la estantería se encontraban sobre el mesón del comedor, los lápices de grafitos dispersos a un lado y junto a ellos bolitas de papel perfectamente arrugadas de diseños fallidos y borradores descartados. En la cocina me esperaba una pequeña pila de envases vacíos de comida rápida y mejor ni hablemos de mi habitación.

No era un poco más de las nueve de la mañana, el ambiente se encontraba soleado y fresco. Es el día perfecto para reponer dichas horas de sueño perdidas durante meses. Pero al tratarse de mí, sabía que eso me sería imposible. Lo tome con calma, me relajé, analicé y me concentré, ese domingo entero me dedicaría a limpiar con el más minucioso cuidado la devastación que de encontraba en mi hogar. Este vendría siendo el primer domingo de hace antaños que me tomo desocupado, pero valdría la pena gastarlo en mí y en mi apartamento eso aliviaría cientos de cosas a la lista de asignaciones y trabajos pendientes.

Después de limpiar mí conciencia, digo... Mi apartamento. Circule directo por lápiz y papel, algo tendría que hacer con esa despensa vacía. Y medite por treinta minutos para realizar un listado de compras lo suficientemente completo para tres semanas, eso me mantendría tranquila —o al menos hasta que todo quedase desierto otra vez— mi encargo llegaría en cuarenta minutos, ahora solo es cuestión de esperar. El día se me fue volando sin la mayor de las emociones, no había percibido tanta paz desde mi último día libre justo unos momentos antes de poner en marcha el anterior proyecto. Pasado unos seis meses más o menos —no es por alardear pero ser reconocida como unas de las mejores arquitectas de la ciudad era una dicha para mí, que a su ocasión me causaba un pequeño calvario—. Ha sido un gran orgullo contribuir por encima de todo, en una de las mejores compañías que tiene esta ciudad. Nada más y nada menos que en los espléndidos muros de las empresas Guileo Belmonte C.A.

Nunca ha sido un secreto para nadie que la familia Guileo tiene cierto reconocimiento en los alrededores de la cuidad de Cuoco, son dueños de una gran variedad de establecimiento dedicados a diferentes áreas, pero su especialización es la «moda».

Llevo escasamente dos años laborando junto ha ellos. Sin embargo, son tan innumerable los proyectos estructurados que podría fácilmente jugar con la mente de las personas y presumir una carrera de diez años en vez de dos sin ningún tipo de exageración o duda. Comencé como una aprendiz cualquiera en donde gracias a mi constancia y esfuerzos logré convertirme en la cabeza al mando de cada proyecto visionario que se ejecutaba, partiendo desde el más pequeño hasta el más exigente demostrando así mi destreza y devoción sin objetar alguna decisión errónea —hasta el momento.

De aquel montón de libros sobre la mesa del comedor, me di cuenta que la mayoría no los terminé de  leer, incluso me había olvidado de su pequeña existencia —justo ahora me doy cuenta que en realidad mi agenda no es muy flexible y no me queda tiempo para hacer nada, ¡ni siquiera para leer un libro!— me propuse una meta. Y sería en terminar por lo menos dos libros de ese dicho montón. El reloj de batería sobre el mesón de la cocina marcaban las cuatro y veinte de la tarde, momento justo donde la luz es perfecta y la temperatura baja. Si mis cálculos y la concentración no me fallan; máximo como a las seis con cincuenta donde el sol se esconde, debería terminarlos sin objeción. Mis dos elecciones fueron precisas —aunque a decir verdad ya las tenía en la mira— el primer libro se caracterizaba por tener una tapa dura con un color gris azulado, de los dos era el más pesado y pronunciaba unas grandes letras en un color blanco brillante. El cual por título tenía «Las formas del Arte en épocas modernas» del autor Cossio Cazzuchely. Mientras que el otro es más pequeño y no tendría un poco más de unas cien páginas. Su nombre era como recitar un poema «Un lienzo en la mente, mi Arte en el corazón», su pequeña tapa blanda tenía un color café desgastado, el cual daba la impresión de ser un diario viajero. Su dichoso autor era Ignacio Monzón, en el explica sus experiencias siendo pintor y de como poco a poco fue consiguiendo reconocimiento y aceptación en el mundo artístico — aparte de mi profesión que en cierto criterio es algo rígida y estricta, las Bellas Artes ó Artes Plásticas siempre han sido mi pasatiempo favorito. En donde dejar la rigidez de la mano y soltar el lápiz sobre un lienzo  hace que todo en este mundo para mi tenga cierto significado.

Como era de esperarse, tuve razón...
Esos libros eran pan comido. Y con cinco minutos de sobra —me siento una batidora de récord profesional.

La intensa oscuridad del cielo al caer la noche, era más que magnífica. Sentía como la suave brisa fría entraba por las ventanas y atravesaba las paredes. El cansancio ya se veía desvanecido; la serenidad del lugar solo dio paso a una cosa. Me acerque a la cocina en busca de un paquete de palomitas con mantequilla y un vaso grande de mi gaseosa favorita. Y sin perder más tiempo me abalance sobre el sofá de la sala y encendí en televisor —la verdad esperaba encontrar algún documental de esos sobre «fantasmas» o algo por el estilo, pero sólo aparecían frente a mí puro dramas romanticones—. Definitivamente las películas de romance no son lo mío. Son pequeñas ilusiones baratas plasmadas en imágenes visuales, con audios de promesas y juramentos de amor — son una agobiosa mentira— exclamé con frustración mientras cambiaba de canal— el amor existe, no lo voy a negar. Pero es más que eso...

Di un pequeño sobresalto cuando mi teléfono comenzó a sonar, ¿creí haberlo puesto en silencio?, como sea, el insistente ruido me sacó de mis pensamientos; ya era algo tarde, pero no mucho más de la ocho y media —mi hora de dormir siempre es a las nueve, parezco una abuela anticuada creyendo que es tarde— ¿Quién será a estas horas?. Alcé la mirada y pude percatarme que el la pantalla se iluminaba un nombre. Era Chris —Chris es la secretaria del Señor Leonardo Guileo «mi jefe». Una mujer hermosa y elegante, tenía ya varios años trabajando en la compañía y conocía su funcionamiento de punta a punta. Sólo era algunos años mayor que yo pero sentía una profunda admiración al ver una mujer tan entregada a su trabajo, e incluso respetada por muchos.

Tomé en teléfono y me acomodé en el sillón, pasandome la mano por el cabello enmarañado preguntando me ¿qué sería tan importante a estas horas de la noche?

—Buenas noches —dijo con un tono de voz dulce y delicado.

—Buenas noches —respondí, con buena energía.

—¿Sé encuentra la señorita Ivy Canceco?

—Si señorita Chris con ella habla, ¿en qué puedo servirle? —seguí con el mismo tono enérgico.

—¡Oh!, muy buenas noches señorita Canceco, me he comunicado con usted para darle una información importante.

¿Que podría ser? Me pregunté.

—El Señor Leonardo, acaba de precisar una junta con usted el día Miércoles a las diez de la mañana en punto. Está planeando la realización de un nuevo proyecto y necesita discutir todos los puntos sobre ello «es de sumo interés que se presente puntual» —note algo en su voz. Me dio la sensación de ser algo grande e importante, incluso muchos más que el anterior ¿dé qué se trataría esta vez? Nunca me he negado a un trabajo por  más grande que fuera y esta no sería la excepción.

—Muchísimas gracias por la información, me encontraré puntual a la hora asignada y sin falta —le respondí con seguridad, pero la intriga si que me hacia cosquillas.

—Y ¡oh! Antes de que lo olvide. El señor Leonardo ordenó que estos dos días previos a la junta se los tome totalmente libres —¿qué? ¿Libres? ¿Cómo dijo?— nos encontramos muy bien informados de que el anterior proyecto fue agotador —¿como se habrá enterado?, pensé de manera chistosa— ya que organizar la elaboración tanto en diseño, estructura y construcción de un hotel con más de treinta pisos de alto, no es un trabajo fácil que se hace de la noche a la mañana —expresó con gran sinceridad y tono medio burlón.

Me dediqué una pequeña sonrisa hacia lo último que dijo.

—Si son órdenes directas las ejecutare sin ningún problema.

—Se le agradece su atención, muy buenas noches —dijo sin más.

—Buenas noches.

¿Qué será tan importante? ¿Acaso haremos un campo de fútbol esta vez? ¿O una piscina olímpica? ¿O recrearíamos la torre inclinada de pizza? Son muchas dudas por mi cabeza y solo tendría que esperar hasta el miércoles para responderlas todas. Hubiera seguido absurda en mis pensamientos, pero otra vez algo me desconcentró.

No era mi teléfono, no habían llamadas, era mi puerta, alguien tocaba...

Presente ContinuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora