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Ji-ah Douxamour

Con el rocío de la mañana el sonido de la pequeña campana dorada logro despertarme, no podía quejarme, el amanecer traía consigo un espléndido sol que alumbraba por completo mi habitación.

Desperté moviendo suavemente a Soleil, su fino pelaje blanco se movió creando elegantes olas. Aquello solo la hacía parecer más tierna, abrió sus ojos y bese su cabeza para poder retirarme al baño de mi habitación. En el ya me esperaba la tina que contenía agua tibia, además, dentro del agua los pétalos de rosa relucían por su precioso y vivo color.

Los baños por la mañana eran parte de mi rutina y posiblemente una de las mejores partes de esta. Después de algunos minutos ya me encontraba aguantando la respiración para facilitar el trabajo de las señoritas que amablemente me ayudaban a colocarme el apretado corset; sobre este, capas y capas de tela formaban el precioso vestido que usaria hoy, por la parte de abajo se escondía un tono rosado claro, mientras que por encima una delicada tela coronaba el amplio vestido con finos detalles bordados.

Peinarón mi cabello dándole la libertad de que los rizos forzados cayeran por los costados, sería un día caluroso por lo que en el fondo lamenté el hecho de que mi cabello que rozaba mi cintura, estuviera suelto.

Finalmente el cierre de este tardado pero tan delicado proceso, fue la colocación de algunas joyas importantes que las señoritas Douxamour llevaban usando décadas.

Agradecí a todas las personas que estaban en mi habitación, para después bajar las decenas de escaleras que conectaban mi habitación con el gran salón en dónde ya me esperaba una mesa adornada de delicias culinarias.

Mi madre y padre ya estaban colocados en su respectivo lugar, mientras que por otro lado mis abuelos entraban del jardín tomados de la mano, aquella era su costumbre desde hace cincuenta y nueve años cuando su matrimonio comenzó a florecer, y desde que tengo memoria aquel sutil gesto siempre me hacía sonreír, ¿Algún día conocería a alguien que estuviese dispuesto a cuidar de esa manera mi corazón?, Solo esperaba que si, pues a mis veintiún años ningún honorable hombre le parecía suficiente a mis familiares.

- Buen día. - Saludé y mi madre me miró con una enorme sonrisa.

- Buen día cariño, luces tan bella como en todas las albas.

Los salude con el respeto que cada uno de mis familiares merecían y tome asiento, asegurándome de que esté estuviera alejado de la cabeza de la mesa.

Más tarde mis tíos y pequeños primos también se unieron al desayuno, dándome así la satisfacción de verlos a todos unidos como la familia que somos.

- ¿Saben si habrá alguna boda próxima? - Mi tía Camille preguntó llamando la atención de todos los presentes.

- No hay jóvenes que esperen casarse en estos días, cada día temo más por el porvenir de Beau Paradis. - Mi padre contesto en forma de respuesta.

- ¿Qué hay de Ji-ah? ¿Cuando se casará? — Preguntó no muy atinadamente dejando los cubiertos sobre su plato.

La mire atónita, me límite a no contestar y continúe comiendo los pequeños trozos de la dulce fresa que estaba en mi plato. ¿Cómo podía hacer una pregunta así?, No era el momento ni el lugar apropiado, pero así era mi dulce tía Camille, a veces demasiado precipitada en decir lo que pasaba por su ocurrente mente.

- La mano de Ji-ah será entregada a un hombre honorable, aquel aún no ha llegado y mi hija no se casará con cualquier joven que osé entrar a mi casa sin tener al menos un buen patrimonio monetario. - Mi madre se apresuró a contestar. - ¿O no es eso lo qué quieres Ji-ah? - Me cuestionó usando un tono fuerte, autoritario.

𝓜𝓪 𝓫𝓮𝓵𝓵𝓮 𝓭𝓪𝓶𝓮 🅹🅺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora