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Jeon Jungkook

El otoño llegó apresuradamente pintando las calles de tonos marrones y amarillos, dando una sensación de nostalgia combinada con la sosegada melancolía. Ya habían pasado poco más de cuatro meses en los que la convivencia con mi esposa se hizo más profunda, vigorosa y deleitosa.

Durante estos meses había recibido un par de cartas de las cuales la remitente era mi abuela; Exigía obtener alguna ganancia de mi matrimonio, algo que la convenciera sobre el romance que estaba sosteniendo con la heredera de todo el patrimonio Douxamour.

Las cosas en Beau Paradis tampoco estaban resultado bien para los Jeon, la familia de Ji-ah se había encargado de arrebatarles propiedades que habían tomado como "Compensación" por la ausencia de su hija. ¡Comme ç'est pratique!

Para nosotros las cosas tampoco estaban yendo de la mejor manera, aunque lo había intentado cientos de veces aún no lograba que Ji-ah perdiera el miedo al exterior. Con ayuda de Claudine y el señor Thierry habíamos formado un espacio cómodo para ella, uno en el que se sintiera segura y reconfortada.
Dicho espacio era nuestro hogar, cumplí sus deseos llenando el jardín de flores que ella en conjunto de Amelie habían elegido. Mi esposa era poseedora de un gusto precioso, tan elegante como ella misma. Desde aquel cambio la casa se había vuelto más cálida y colorida, tal y como si se tratase de un reflejo de la presencia de Ji-ah en mi vida.

Margot a menudo discutía con mi esposa, debido a los constantes desacuerdos que en su mayoría Margot iniciaba, mi esposa poco a poco fue convirtiendose en una mujer que ya no temía hacerse de palabras. Pese a lo anterior Ji-ah se negaba rotundamente en pedirle a Margot que se fuera de la casa.

Para el día de hoy llegué a mi hogar con una noticia no tan agradable, debido a mi trabajo tendría que viajar a Nueva Orleans, en Luisiana, una ciudad de alegría vibrante bastante lejos de nuestro hogar. No sabía cómo darle la noticia a Ji-ah, pero algo era seguro, no podía dejarla sola.

Al entrar a casa encontré a mi esposa jugando con Amelie en el jardín, con el tiempo su imagen sonriente fue regresando poco a poco, siempre luciendo tan angelical y candorosa.

- ¡Ji-ah! - La llamé en voz alta.

Su mirada inmediatamente se dirigió en mi dirección, se levantó sacudiendo su vestido pero antes que ella llegó la pequeña niña traviesa que le daba alegría a este hogar.

- Amelie, ¿Cómo te has portado? - Pregunté con ella en mis brazos.

- Bien, hemos regado todo el jardín. - Habló tocando sus mejillas.

- Esa es una excelente noticia, ¿Crees que podrías ir a buscar la flor más bonita?

Asintió para removerse entre mis brazos y salir corriendo en busca de mi encargó. Mi esposa me miró con una sonrisa claramente entendiendo que quería hablar con ella a solas.
La tomé de la cintura para besarla suavemente, lo anterior se me había hecho una costumbre irrevocable.

Independiente de que mi matrimonio estaba condicionado por la codicia de mi familia, no podía negar que mis sentimientos hacia Ji-ah habían comenzado a nacer en mi pecho, de alguna manera la constante convivencia con ella me había envuelto en una pasión que me calentaba la sangre cuando su imagen alumbraba mi mente. Me costaba admitirlo y jamás se lo había dicho, pero su compañía ya era una parte fundamental de mi rompecabezas llamado vida.

Constantes preguntas me robaban el sueño por las noches, en especial cuando mi esposa dormía sobre mi pecho: ¿Cómo le niegas a tu corazón el amor? ¿Cómo le impides amar a alguien, cuando ese alguien es tan magnífica como un rayo de luz en invierno? No tenía respuestas, y para ser franco había dejado de buscarlas, porque aquello solo me recordaba una y otra vez que la vida tan formidable que estaba viviendo a su lado era una total mentira. Una mentira que yo mismo había creado y que conforme los días pasaban me consumía convirtiendo el fuego de mi corazón en cenizas sin vida.

𝓜𝓪 𝓫𝓮𝓵𝓵𝓮 𝓭𝓪𝓶𝓮 🅹🅺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora