Cállame

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Cállame






Harry miró de reojo como Snape comía un racimo de uvas sin disimular su apetito. Dobby parecía feliz de que el Profesor estuviese comiendo tan bien pues se dedicó a preparar unas tostadas y queso y llenó su copa de vino casi hasta el tope.


— ¿Quiere el Amo Snape que prepare bollos como le gustan?

— No, Dobby, me parece que he comido de más. —respondió Snape, era el más sorprendido del hambre que sentía, pero sobre todo, de la inusual fuerza y el descanso.


El ojiverde, quien había permanecido en silencio, decidió que era momento de intervenir. No podía soportar que Snape le ignorara como si no estuviera presente, y más aún cuando había un punto importante de qué hablar.


— Snape, tenemos que aclarar algo.

— Tendrá que ser en otro momento, Harry Potter, Señor. —intervino Dobby preocupado—. Ahora el Amo Snape cena.

— Ya he terminado, Dobby, gracias. —dijo el mago serenamente—. Deja que este niño hable, parece que no se ha cansado de las continuas quejas del viaje.

— ¡¿Quejas?!

— ¡Amo! —volvió a suplicar el elfo mientras corría a colocarse frente a Harry con las manos entrelazadas.

— Dobby, por favor, déjanos solos.

— Pero...

— Que nos dejes solos, Dobby. —repitió Harry con firmeza—. Prometo no exaltarme pero tienes que obedecer y permitir que Snape y yo hablemos.


Dobby sollozó impotente, pero no podía romper una orden tan directa y suspirando resignado, desapareció. Al quedarse solos, Snape continuó bebiendo de su vino sin mostrar interés alguno en la presencia de Harry.


Esta actitud molestó más al muchacho quien regresó a sentarse frente a su Profesor. Tenía muchas preguntas por hacerle pero al mismo tiempo le cohibía el tema en cuestión, sin embargo, no iba a permitir que Snape continuase con esa máscara de orgullo y prepotencia. Respiró profundamente intentando armarse de todo el valor de seguir hablando. El corazón le latía demasiado fuerte.


— ¿Desde cuándo es que se enamoró de mí?


Harry supo entonces porqué Snape podría ser considerado el mejor espía del mundo. Su pregunta no provocó reacción alguna, el hombre terminó de beber y luego de hacerlo se giró hacia Harry mirándole con la misma frialdad de siempre.


— Permítame hacer memoria... —dijo fingiendo una actitud retrospectiva—... me parece que fue una noche en que el Señor Tenebroso y yo conversábamos sobre los planes para destruir al elegido, y una cosa llevó a la otra, terminamos enlistando sus grandes atractivos. Él decía que le gustaba su vasta cultura en la magia, ah, pero yo insistía en que lo mejor eran sus bellos ojos verdes que reflejaban la dulzura de su corazón. Sí, fue entonces que surgieron sus más grandes admiradores, Potter, y yo quedé irremediablemente enamorado.


Snape se inclinó un poco hacia Harry quien le miraba con los ojos entornados sin poder disimular su indignación por lo que consideraba una burla. Pero el Profesor no pareció notarlo, sonrió tal cual adolescente en pleno San Valentín continuando con su actuación.


— Ahora sabe mi mayor secreto: ¡mi vida eres tú, tonto mocoso ególatra!


Los ojos de Harry destellaban de furia, era demasiado para poder tolerarlo. Pero si Snape pensó que se saldría con la suya humillándole nuevamente, no sabía en lo que acababa de meterse. Decidió cerrar su mente y no pensar, o de lo contrario jamás se atrevería a dar el siguiente paso y necesitaba urgentemente que Snape dejara de mentir.


— ¿Es que no puede abandonar esa actitud sarcástica? Es irritante y de cobardes, Snape, y sabemos bien que usted no lo es.

— ¿Y qué quiere, Potter? ¿Qué le dé la razón cuando no la tiene? No pienso hacerlo, ni tengo idea de porqué se le ha ocurrido semejante ridiculez, no le complaceré aceptando algo que solo ocurre en su imaginación. ¡Ya me tiene harto, Potter, siempre es lo mismo con usted, va de una estupidez a otra y...!


Cansado de tanta palabrería, y ante el asombro de Snape, Harry aprovechó lo cerca que se encontraba para sujetarle del rostro con ambas manos y unir sus labios en el beso más ansioso y apasionado que podía.


Besos que callanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora