Vuélveme a callar

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Vuélveme a callar






Un hombre se detuvo a intentar prestarle ayuda, pero Severus ni siquiera le puso atención, le hizo a un lado y continuó caminando de regreso a la salida, ya no pensaba en sus pociones, tan solo quería regresar a Hogwarts lo antes posible.


Todavía estaba temblando cuando entró a sus habitaciones, ni siquiera le importó ver a Dumbledore esperándole, fue a sentarse pesadamente sobre su sillón, con la mirada perdida en las llamas de la chimenea.


— ¿Severus, te sientes bien? —preguntó preocupado, la respiración de su amigo era demasiado irregular, solamente le había visto así cuando la maldición actuaba en su máxima potencia.

— No lo sé... tal vez estés viendo mi fantasma, Albus. —dijo sombríamente.

— Preferiría que te guardaras tu humor negro para otro momento, Severus. Será mejor que llame a Poppy.

— No lo hagas... ella ya no puede ayudarme.

— ¿Entonces alguna poción? Solo dime cuál necesitas y la buscaré.


Dumbledore hizo un movimiento con su varita llamando a Dobby, no quería dejarlo solo mientras iba en busca de un buen remedio. El elfo apareció y enseguida notó la palidez del Profesor, sin embargo, no era la misma que le veía durante las crisis de dolor.


— Albus, Dobby... —les llamó Severus con una tímida sonrisa—... Me siento bien.

— Pues no lo aparentas.

— Es solo la sorpresa, no creí que fuera posible... estaba en Diagon cuando me di cuenta.

— ¿De qué te diste cuenta, Severus?

— De que no hay dolor, absolutamente ningún dolor, ni siquiera una mínima molestia.


Albus y Dobby se miraron entre sí, ambos creían entender lo que pasaba pero ninguno de los dos se atrevió a expresarlo.


— Severus...

— Estaba tan molesto con Harry por otra cosa que no me di oportunidad de percatarme que la maldición perdía su intensidad... y finalmente, ha desaparecido.

— ¿Estás seguro de eso? —cuestionó cauteloso.

— Totalmente.


Los ojos del elfo se inundaron de lágrimas con la conversación de que era testigo, ahora estaba seguro que dos de las personas que más apreciaba en el mundo estarían juntos y felices.


— Es una gran noticia. —exclamó Dumbledore conmovido—. Pero me ha llamado la atención que mencionaste que estabas molesto con él ¿puedo saber porqué?


La expresión de Severus cambió, su mirada se tornó dura e inflexible lo que sorprendió a los dos presentes


— Aunque sepa y reconozca lo que siente por mí, no sirve de nada si no deja de avergonzarse.

— Escucha, no sé lo que ha pasado, pero creo que ustedes dos deberían hablar.

— No. —negó con fuerza—. No hay modo de que yo tolere una relación donde no podamos mostrarnos, donde nos importe más la opinión de los demás que lo que sentimos.

— Severus, te aseguro que no tendrían que esconderse, ambos cuentan con mi apoyo y ninguno de los dos necesita el permiso de nadie. ¡Ay de aquel que se atreva a interponerse!

— Ojalá fuera tan fácil. —musitó con tristeza.


Severus no fue capaz de explicar más detalladamente el desplante de Harry, sin embargo, Dobby sí lo entendía y prefirió guardar silencio. Sin embargo, conocía muy bien a Harry Potter y aún guardaba la esperanza de que pronto demostraría el valor que le daba a sus sentimientos.


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Y Dobby no se equivocaba, Harry estaba ansioso por resarcir su error y en cuanto terminaron sus clases corrió hacia las habitaciones de Severus. Aunque antes dio un pequeño desvío a los jardines. Unos minutos después, tocó a su puerta y esperó con el corazón en la garganta.


En cuanto escuchó que la puerta se abría, acomodó su postura y tomó aire para tranquilizar sus nervios, aún le sorprendía la magnitud de la emoción que palpitaba por su piel con la ansiedad de volver a mirar al hombre de quien se había enamorado.


— Hola. —le saludó con una gran sonrisa—. ¿Podemos hablar?

— No. —negó sombríamente fingiendo no notar el ramo de rosas que Harry llevaba en sus manos—. Ayer te dije que no tenía caso, lo mejor es que te marches y sigas tu vida como antes de ese viaje.

— Bueno, eso es imposible porque...

— Potter, no insistas más. Jamás quise causarte problemas, y tienes razón, es muy natural que quieras tener una pareja más acorde a ti y que pueda reunirse con tus amigos a charlar como uno más.

— No, eso no es precisamente lo que quiero, además, necesito decirte algo muy importante. Mira, te traje unas rosas, espero que te gusten y...

— No me interesa saber nada más, y las rosas no son útiles ni en las pociones. —le dijo sin molestarse en tomarlas—. Es mejor romper de tajo con lo que pasó antes de que se vuelva más complicado.

— Pero yo quisiera...

— Ahora tengo demasiado trabajo, es una semana donde no califiqué exámenes ni redacciones, no hay tiempo para estas tonterías. Regresa a tu Torre.

— Pero...

— Regresa a la cama, Potter. —le insistió obligándose a sí mismo a no dejarse conmover por la mirada desilusionada ante el rechazo—. No me retes o tendré que tomar medidas como tu Profesor que soy.


Severus dio un paso atrás cerrando la puerta rápidamente para no darle tiempo a Harry de continuar hablando. El chico se quedó con la boca abierta, en ella muriendo las palabras que no pudo decir.


El Profesor también se quedó quieto del otro lado de la puerta, más furioso consigo mismo que con Harry, era imposible olvidar la mirada entristecida cuando no aceptó tomarle las flores. Salió al corredor sin saber qué buscaba con eso, pero Harry ya se había marchado dejando cuidadosamente el ramo de rosas junto a la puerta.


Besos que callanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora