Decisiones que unen

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Decisiones que unen





Severus no fue demasiado lejos. El dolor de sus piernas al caminar era terrible, casi sentía sus huesos crujir con cada paso que daba, así que se sentó entre las raíces de un árbol. Ni siquiera tenía idea de cómo había podido remar para salir del islote, y ahora que ya no tenía sus pociones, seguramente el dolor iría en aumento.


Recargó su cabeza contra el tronco, su respiración era jadeante y entrecortada, ocasionalmente un quejido de dolor escapaba entre sus labios.


Dobby no tardó mucho en encontrarlo y lentamente caminó hacia él. A pesar de las crueles palabras del Profesor no le guardaba rencor, por el contrario, desde que creía que Harry Potter estaba en peligro de muerte durante su segundo año escolar, no se había preocupado tanto por nadie.


Fue a sentarse a su lado llevando en sus pequeñas manos las dos mitades de la varita de Snape que acariciaba con tristeza.


— No pude arreglarla. —suspiró derrotado.

— Igual no me servía ya para nada. —dijo observando los trozos.

— Solo sería por una semana, Amo Snape, después recuperará su magia.

— No habrá después, Dobby. —aseguró cerrando los ojos—. Dumbledore tan solo ha acelerado mi muerte.

— El Amo Dumbledore dice que no usar magia ahora le ayudará a no malgastar su energía y así podría recuperarse más pronto.

— ¿Recuperarme? No hay cura para lo que tengo.

— Sí la hay.

— ¡No, no hay cura posible!


Snape encogió sus piernas para abrazarlas escondiendo su rostro entre sus doloridas rodillas. Dobby le miró con pena, había sido testigo de muchas noches acompañando a ese hombre en su agonía, ayudándole a beber sus pociones cuando las fuerzas ya no eran suficientes ni para moverse.


Alargó su mano peinando los cabellos negros tan frágiles ahora. Lo hizo con cariño y con toda la confianza de que no sería rechazado. Las primeras veces Snape casi había querido matarle pero al final terminó aceptando esas peculiares demostraciones de afecto del elfo.


— Harry Potter quiere ayudarle.

— Forzado por Dumbledore. —dijo frustrado—. Esto no está funcionando, no me gusta saber que tendré que depender de él para cualquier cosa.

— No será así, por eso Dobby ha venido, para ayudar al Amo Snape en todo.

— En todo, menos en lo que quisiera: regresar a mis mazmorras a morir en paz.

— Dobby no quiere que Amo muera.


Snape enderezó la cabeza respirando profundamente. Habían sido demasiados meses compartiendo con ese impertinente elfo como para no llegar a tomarle cariño.


— Siento haberte gritado, no es tu culpa nada de lo que pasa.

— Si le hace sentirse mejor, Amo Snape puede gritarle a Dobby todo lo que quiera ... Dobby será feliz si eso ayuda en algo.

— Entonces, tal vez sí lo vuelva a hacer. —bromeó casi sonriendo—. Después de todo, siempre me ha sido fácil comportarme como un patán.

— Amo Snape no es un patán, es un caballero con reacciones excéntricas.


Severus sonrió tristemente mientras miraba los enormes ojos verdes de Dobby, nunca se atrevería a soñar que otro par de brillantes esmeraldas le miraran sin temor o recelo.


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Pociones era su primera clase ese día, así que Ron y Hermione sabían que no demorarían demasiado en saber qué había pasado con su mejor amigo. Entraron al aula cuando la mayoría de sus compañeros ya se encontraban en el interior, sin embargo, no había señal ni de Snape ni de Harry.


Ocuparon un asiento apartado para poder conversar sin que nadie les interrumpiera.


Hermione notó que un par de ojos grises les seguían con la mirada, y no parecía nada feliz.


— Te dije que algo raro pasaba, Harry nunca llegaría tarde a clase de Pociones. —susurró Ron preocupado.

— Aún hay tiempo.

— ¿Y el grasiento? Siempre está adentro cuando llegamos.

— Ya lo sabremos, Ron, paciencia.


Hermione vio que Draco Malfoy abandonaba su asiento y se encaminaba hacia ellos, así que se apresuró a acomodar el cuello de la camisa de Ron sin dejar de sonreírle.


Draco llegó hasta ellos en ese momento y se sentó sobre la mesa haciendo notar su presencia de inmediato.


— Necesito hablar contigo... con ustedes. —se corrigió apretando los dientes, apenas dándose el tiempo de mirar a la castaña.

— Creo que te equivocaste de personas, vuelve a tu lugar, Malfoy. —espetó Ron malhumorado.


El rubio sonrió irónico, y bajando de la mesa se acomodó en la banca entre Ron y Hermione sin importarle empujar a la chica casi hasta el suelo.


— Si yo quiero éste es mi lugar, comadreja sobre desarrollada.

— Y se nota que en verdad quieres. —susurró Hermione procurando que solo Draco le escuchase.


Y así fue, Draco se giró a mirarla por primera vez y Hermione le sonrió ampliamente demostrando que le satisfacía la reacción del Slytherin. Pero casi enseguida el rubio volvió a darle la espalda dirigiéndose hacia Ron.


— Los espero a ti y a tu novia...

— No somos novios. —aclaró Hermione rápidamente.

— Que interesante. —dijo con un tono de voz que pretendió ser aburrido pero que, para la perspicaz chica, supo que era todo lo contrario—. En fin, los espero a la hora del almuerzo en el quiosco que está por el invernadero.

— ¿Supones que vamos a ser tan tontos como para ir? —gruñó Ron—. Seguramente quieres vengarte por lo del comedor.

— Olvida eso ya, de lo que quiero hablar es del Profesor Snape y de Potter.

— ¿Qué sabes tú?

— Hablaremos después.


Draco se apresuró a regresar a su asiento cuando el Profesor Dumbledore entró al aula. Ron y Hermione intercambiaron una mirada, la presencia del Director era lo único que faltaba para asegurar que algo sucedía con su amigo.


— Buenos días, jóvenes. —les saludó el gran mago con su afable sonrisa—. Sé que deben de estar preocupados por su profesor de Pociones, así que les informo que todo está bien pero ha tenido que ausentarse unos días del castillo para una misión muy especial. Así que, si todo sale como esperamos, en una semana lo tendrán de regreso.


La sonrisa que había despertado en la mayoría de los alumnos, desapareció ante las últimas palabras del Director. Hermione rápidamente levantó su brazo derecho cuan largo era solicitando la palabra. Dumbledore le sonrió inclinando su cabeza en una invitación a hablar.


— ¿Hay algo más que debamos saber, Profesor?

— ¿Se refiere a si iba solo? —cuestionó divertido por la prudencia de Hermione—. No, en esta ocasión fue acompañado por alguien más, supongo que ya han notado la ausencia de Harry Potter. Por tanto, durante una semana su compañero también estará ausente de sus clases. Debo agregar que esta misión no conlleva peligros como los de antaño, así que pueden continuar con sus clases sin angustiarse por nada.


Dumbledore enfatizó esas últimas palabras mirando fijamente a Hermione, ella asintió sonriendo, podía creer en la sinceridad del Profesor.


Sin embargo, no todos se sentían tan tranquilos, uno de ellos era Draco Malfoy, y ahora esperaba más impaciente que nunca el poder hablar con los amigos de Potter.


Besos que callanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora