3. C O M E D O R

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—¿Qué haces con ese cuchillo, Haxel?

—Hay muchas cosas que se pueden hacer con un cuchillo.

Esa no era la respuesta que esperaba de su parte. Esta es la segunda vez en la que me interactúo con Haxel.

Hemos coincidido por casualidad en la cocina de la academia. Yo venía a servirme un poco de patatas fritas, él estaba por detrás de la vitrina de los postres.

¿Haciendo qué? No tengo idea. Él es así, raro. Y por raro quiero incluir que tomó un cuchillo para trozar un panecillo con merengue que no era necesario trozar.

—¿Qué cosas se pueden hacer? —continúo preguntándole

—Cortar tartas, abrir cerraduras, o... ¿matarte, Mara?

Un escalofrío se apodera de mi en cuanto lo oigo decir lo último, y lo peor del caso es que lo dice tan tranquilamente.

—Entonces, ¿quieres matarme?

La pregunta se oye extraña al salir de mi boca. ¿Por qué Haxel querría matarme si hasta donde tengo entendido no es un asesino? Bueno, quien sabe si lo es, no conozco nada de él.

—¿Dije eso? —pregunta. Su mirada como siempre, fija en el suelo, y no en la persona con la que está conversando.

—Quisiste darlo a entender.

Recorro con mi vista todo el comedor. A esta hora no hay ningún alma en pena, solo estamos Haxel y yo. Ni siquiera están las cocineras.

—Fue lo que quisiste entender —contesta entre susurros.

No tiene caso seguir discutiendo con este sujeto tan raro, pero como siempre hay un factor llamado curiosidad que me hace querer seguirlo tratando.

Sobre todo con el incidente pasado, en el salón de clases, y la charla extrañamente sublime que tuvimos en el tren.

—¿Aparte de satisfacer mis deseos como lo dijiste, por qué querías que te viera haciendo eso, ayer? 

Ni siquiera dudo al hacerle la pregunta. Siento que con la explicación que me dio ayer no fue suficiente. Tengo el presentimiento de que hay algo mas en todo esto.

 Además le conté ayer a mis padres adoptivos cuando llegaba a casa sobre lo que me pasó con este chico.

Mientras sembrábamos unos diez tipos de flores (entre girasoles y margaritas) en nuestro jardín, me sugirieron hablar con Haxel al respecto.

Yo recortaba hojas secas de las flores que plantábamos, y me recordaba cuanto le gustan las flores a mi tío biológico y a su pareja, mientras tanto ambos me decían que Haxel era solo un chico confundido.

Me dijeron que no la agarrara contra él, que simplemente (y solo si yo lo quería y me sintiera bien) le siguiera el juego. Solo así, pronto descubriría quien era.

De menos, iríamos en ese mismo instante a quemarlo con rectoría por haber hecho algo así.

Terminamos de plantar la última margarita y el ultimo girasol. Y nos metimos a la casa, a cenar un rico pavo que ambos habían preparado justo antes de que yo llegase de la academia.

Sigo teniendo a Haxel enfrente, esperando a que me responda la pregunta que le hice.

Hay un momento de esos donde se atreve a mirarme, y rápidamente vuelve su cara al suelo, con aires de timidez.

—Responde, Haxel.

—Yo experimento.

No comprendo a que se refiere con eso. Al notar mi silencio de desaprobación abre la boca de nuevo.

—Me gusta experimentar.

—Ah, y querías saber que siente un hombre cuando una mujer lo ve haciendo algo como eso —agrego, cruzándome de brazos.

Este chico tiene suerte de que yo sea tan tranquila. Otra en mi lugar ya le hubiese volteado la cara.

—Yo no lo diría así —dice entre dientes.

—¿Cómo lo dirías?

—Lo diría así: quería saber que sentía yo al verme tu hacer tal cosa.

—¿No es lo mismo que te viera cualquiera otra mujer?

—No.

—¿Por qué?

—Por que yo quería que especialmente tú lo hicieras.

Haxel deja el cuchillo encima de la vitrina de los postres, se ajusta bien su bolso de cruzar, da media vuelta y se aleja de mí dando sus típicos pasos raros de hombre perseguido.

En la clase de literatura no lo veo. Se supone que le toca en el mismo salón que yo, pero no sé qué ha pasado con él. ¿Estará haciendo cosas indebidas por ahí?

Siento que me he quitado un peso luego de que me revelara que hizo lo que hizo ayer por que solo quería experimentar conmigo. Y no lo culpo. Al contrario, me parece algo interesante todo esto.

Y al parecer es muy analítico, puesto que del salón la única chica totalmente abierta a la sexualidad soy yo. Él lo ha notado y por eso no ha dudado en elegirme para su experimento.

Es como si presintiese desde un principio que yo no actuaría de una forma alarmante y delatadora ante su decisión. Como lo hiciesen el resto de las chicas.

H a x e l  ©  [Versión censurada de 361 Grados Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora