13. M A N I Q U I

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—Ya puedes abrir los ojos.

Gimoteo en forma de protesta cuando siento que me ha dejado de toquetear.

Abro los ojos lentamente. Veo que tiene frente a mi cara una bolsa plástica, adentro hay agua de grifo.

—Ya sé lo que debo hacer —respondo antes de que me lo diga, y tomo la bolsa.

Ese día me regreso a mi casa, con él adentro de mi alma y la felicidad de que ha regresado, y de que ahora es capaz de ensuciarme con sus manos.

Siento que la simbólica piedra color zafiro que esta niña había obtenido por sorpresa, y luego había perdido, volvió a ser recuperada.

Y esta vez no la perderá de nuevo.

—¿Qué tal ese maniquí?

Haxel me señala la figura inmóvil que se encuentra por detrás de mí.

Pasaron un par de días desde nuestro último encuentro, me encargué en ese lapso de tiempo de mercar ropa.

Pero el estilo de ropa tan básico que siempre uso, no.

¿Ya les dije que durante la ausencia de Haxel me encargué de leer, leer y leer para entenderlo, para intentar estar a la altura de su forma de pensar?

Bueno, desde que me arreglé tan formal y presentable para ir a leer ese día, he empezado a querer estar también a la altura de su forma de vestir.

Entonces he comprado sacos de poliéster, chalecos tipo "empresaria", y faldas ajustadas de una tela gruesa vete al saber que nombre tiene.

"Has quedado maravillosa", me decía mi tío biológico, viéndome de pies a cabeza.

Ya le había contado a él y a mi tío postizo que Haxel había vuelto y les había contado acerca de la intención y la necesidad que yo tenía de pretender ser una versión femenina suya.

Agradecí con una sonrisa ligera, colgué mi cartera plateada en mi hombro, y salí a la boutique en la que aquel día, antes de que Haxel regresara, creí haberlo visto entrando a un vestidor.

Así es, iba a comprarme ropa de mi nuevo estilo y hoy casualmente me lo he encontrado, no me ha saludado por que no acostumbra a perder tiempo saludando.

Entonces solo me ha dedicado una mirada curiosa, y me ha señalado el maniquí femenino que hay detrás de mí.

La figura está en ropa interior. Y mi curiosidad estalla: ¿Qué pretende ahora Haxel? Esto es nuevo.

—¿Qué tal ese maniquí?

—La gente corriente solo diría que es un objeto de tienda para exhibir accesorios —le comento, enarcando una de mis finas cejas, por sobre el marco de mis lentes.

Mi respuesta deja una expresión de orgullo en el rostro de Haxel, y yo, no puedo controlar el rubor natural que mancha mis mejillas.

—¿Qué tal si hacemos algo interesante con ese objeto?

—Adelante.

Sin importarle la enorme posibilidad de llamar la atención al hacerlo, se atreve a llevar el maniquí a rastras a un vestidor que a simple vista no se puede ver.

Antes de entrar yo, a ese mismo vestidor, me encargo de vigilar que nadie merodee por aquí cerca.

No hay nadie. Tenemos la suerte de que los vestidores se encuentren en una sala cerrada y ajena a la parte principal de la tienda.

El maniquí está en medio de nosotros, Haxel se le acerca por la espalda para rozarle con la yema de sus dedos el abdomen.

—Solo debes imitar lo que yo hago con el maniquí, pero tú lo harás con tu propio cuerpo —me explica.

Haxel conecta su mirada con la mía, luego ve mi ropa, y con eso basta. Puedo entender lo que trata de decirme:

El maniquí está desenvuelto, y si voy a ser el maniquí debo estar de la misma manera.

Una vez que me desenvuelvo, empiezo a rozar con la yema de mis dedos mi abdomen. No siento nada.

Haxel lo nota, y creo que por eso decide pasar su dedo índice derecho a la parte más íntima del pecho del maniquí, presionando ese botón con algo de rudeza.

Imito el gesto en mi templo. Y de maravilla empiezo a sentir que es él quien me lo hace y no yo.

Mi imaginación debe estar volando en estos momentos como para lograr algo así.

Haxel me roza con sus dedos toda la pelvis, y simplemente me encanta, pero la parte en la que estallo de placer es cuando regresa a los botones de mi pecho y los presiona.

—¿Sientes lo que puede hacer? —me pregunta.

—¿La imaginación? Es increíble.

Al final termina rozando (con sus dedos medios) lenta e intensamente la parte delantera más privada de mi templo.

Hay dolor y placer a la vez, pero dicha mezcla arroja un resultado fascinante.

H a x e l  ©  [Versión censurada de 361 Grados Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora