29. D E S C O N T R O L

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"Ya. Tranquilo, todo va a estar bien, ya pasó."

Consuelo a Haxel cuando lo he sacado del yacusi. Estoy sentada en el suelo del baño. Él está tirado sobre este, pero su cabeza la sostengo entre mis brazos.

Aún sigue tosiendo. Escupe toda el agua que se ha tragado. Tiene los ojos bien abiertos. Lo que ha sucedido lo ha hecho despertar.

Deja de toser luego de unos minutos, y ahora comienza a temblar del frío. Quiero sentirme mal de verlo así y de que esto lo he ocasionado yo, pero no puedo.

Sólo puedo disfrutar el recuerdo de lo que me hacía sentir verlo ahogándose. Una sed era saciada muy dentro de mí.

Lo llevo a la cama luego de vestirlo. Me encargo de abrigarle hasta las orejas con un gorro que encontré entre sus cosas.

Para el resto del cuerpo ocupo una manta de peluche muy gruesa.

Voy hacia la ventana. Es de noche, y el invierno está por llegar. Lo sé por que se siente lo helado en el ambiente.

Cierro la ventana y me voy a llenar un vaso de mi líquido a la cocina.

Cuando regreso a la habitación veo que Haxel ha despertado del estado de shock en el que estaba. Se ha puesto los lentes. Y ahora está sentado en la cama.

"¿Me lo traes a mí?"

Señala el vaso. No le digo nada. El líquido rojo que contiene el recipiente le da la respuesta. Se lo doy y se lo toma de golpe hasta la última gota

"Tú tienes de sobra en la nevera. Yo me estoy quedando sin nada", le hago saber.

"Mañana sacaré mas agua de mi grifo para ti", contesta.

Tomar agua de su grifo ahora se me ha vuelto una cultura. Hace que sienta esas sensaciones fuertes, sensaciones que si no tengo no puedo vivir.

No me ha preguntado por qué hice que casi se ahogara. Estoy noventa porciento segura que nuestra próxima charla se va a tratar sobre eso.

Puedo adivinarlo.

Me recuesto sobre la cama. Se acerca a mis pies y me quita mis sandalias para besarlos. Cada beso que le da genera pulsaciones fascinantes en mí.

Había olvidado lo bien que se sentía que me hiciera esto.

"A veces es admisible que no podamos sentir traumas", dice.

Se mete mi dedo pulgar del pie a la boca. Y lo lame, luego.

"Pero, es bueno saber controlar esa necesidad", agrega.

Se lleva ahora mi dedo índice a la boca. También lo lame. Se siente genial.

 "Sí tu no lo hubieses podido controlar nunca no me puedo imaginar dónde estaría en estos momentos", le digo.

Deja de besarme los pies y me ve fijamente. Siento pesar en el reflejo de su mirada. No sé el porqué de ese pesar.

"Te equivocas."

"¿Por qué?"

"Yo no pude controlar muy bien esa necesidad y por esa razón has terminado donde estás."

Dice toda la verdad.

Él me mostró de más, así que yo decidí tratarlo en vez de huir de él. Por esa razón me he convertido en esto que soy ahora, en una desquiciada.

Mi cerebro ha entrado en shock. He perdido la cordura.  Creo que es así como se siente ser como él.

Pero no importa. Yo elegí este camino, y lo siento por todo, ya no me puedo detener.

Nuestras intimidades de hoy comienzan con los pies, y otras partes del cuerpo, luego mi saliva sobre él. Y como ya hay agua de grifo lo mejor lo dejamos para al final:

El brindis especial.

Lo que él no sabe es que he introducido la pastilla de dormir en su copa. Por esa razón ha ido a parar a su quinto sueño.

Es el único estado en el que puedo controlar a este demonio.

"Te traemos algo de ropa, hija."

Mis tíos han venido. Cojo la bolsa con ropa y la pongo sobre una mesa.

"Se los agradezco. Aunque estoy segura que sólo han traído de la ropa que ya no uso."

Inclinan sus cabezas al mismo tiempo. Mi tío postizo la levanta después y habla.

"Hubieras de intentar ser la de antes."

"Olvídate de eso. Es una batalla que no vas a ganársela", sugiere mi tío biológico.

"No es una batalla", corrijo yo, acomodándome bien en el sofá en el que estoy, el que está frente al de ellos. "Es una decisión."

"¿Y por qué no consideras nuestra propuesta?", pregunta mi tío postizo.

"Por que ante las decisiones seguras, las propuestas ambiguas casi nunca influyen", respondo.

Se quedan callados unos segundos. Hasta que mi tío biológico habla:

"Presentía que ibas a tomar esta decisión de venirte a vivir con Haxel."

"Yo también lo presentía."

Desconcertados, ven por enésima vez los muñecos que tengo en hilera en la sala.

"Es una colección. A Haxel le encantan y a mí también", comento.

Mis tíos se ven entre ellos, asustados, pero no entiendo el porqué. Y tampoco me interesan entenderlo. 

Vuelven a ver hacia los muñecos, y luego hacia mí.

"¿Y Haxel dónde está?", preguntan al unísono.

"Haxel duerme."

H a x e l  ©  [Versión censurada de 361 Grados Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora