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- Hola nueva casa, hola nueva vida y hola... nueva soledad.

- Creo que de ahora en adelante ya no estará sola señorita.

- ¡Dios! Bernal, casi me mata de un susto, bueno... usted sabe a lo que me refiero, no quise, bueno...

- No se preocupe señorita, fue mi culpa, lamento haberla asustado.

El susto bajo de su lugar de descanso, para, posteriormente, realizar una leve reverencia hacia la chica, aunque se le podía ver que estaba un poco molesta.

- Eso es lo de menos, discúlpame, no quiero sonar grosera, pero ¿Qué hace aquí?, es decir, en mi casa.

- Como guardián asignado por el príncipe de los sustos, con el deber de protegerla, debo estar con usted y velar por su seguridad.

- Bernal, ya no es necesario que este aquí, por lo que me han dicho, él ya tiene a alguien a quien proteger, usted debería estar con ella y no conmigo.

- ... puede que sea así, pero, aunque el príncipe ya no pase tanto tiempo con usted, seguiré a su lado como se lo había prometido.

- ¿Por qué?

Hebe no sabia si era por los sentimientos que tenía guardados desde hacía años y se habían acumulado, por recordar lo que había visto aquella noche, o si eran los constantes cambios de humor que estaba viviendo por su edad. Pero, sin duda alguna, no pudo evitar derramar algunas lagrimas mientras observaba como el susto frente a ella la tomaba entre sus brazos, sabia que ese gesto era para darle el apoyo que tanto había necesitado desde hacía ya tiempo, su pecho se sintió cálido al escuchar su respuesta, fue ahí cuando se dio cuenta que no estaba sola y como sus amigos le habían estado dando su apoyo en silencio.

- Porque usted me recuerda a la hermana que perdí hace ya bastantes años atrás.

- Gracias, no se como pagárselo.

El hombre la separo un poco de aquel abrazo para mirarla detenidamente, a pesar de la ropa de chico que usaba, ella seguía siendo la niña que vio por primera vez en el bosque, aquella niña tan frágil y parecida a la flor que esta misma le había regalado, en signo de su nueva amistad.

- No necesita pagármelo, pero podría hacerme un favor.

- ¿De qué se trata?

- Existe un susto muy cercano al príncipe, se ha estado rumoreando que quiere realizar un altercado a su persona.

- ¿Yo qué tengo que ver en eso?

- Algunos sustos y yo hemos estado discutiendo al respecto, llegamos al acuerdo por escrito que, si algo llegase a pasarle al príncipe, usted, como el ser que ha demostrado gran acercamiento entre la mayoría de los sustos y humanos, será la encargada temporal de las tareas reales hasta que el príncipe regrese para tomar de nuevo sus responsabilidades.

- Pero-

- Solo necesitamos que lo firme.

- Solo soy una simple humana, no tengo dones, ni siquiera soy un susto.

- Otra cosa en el acuerdo que no le he comentado es que deberá convertirse en uno para tomar derecho de ello, aún no sabemos por cuanto tiempo podría suceder esto y algunos de nosotros tenemos una vida más prolongada a la humana.

- ¿Qué? No puedo hacerlo, tengo una vida apenas iniciada.

- No es necesario que deje de hacer lo que le gusta, podemos buscar la forma para que tenga una vida normal y haga esto, tampoco debe volverse como nosotros una vez lo firme, solo si llegase a ocurrir lo comentado.

- ¿Herneval lo sabe?

- Esta enterado del contrato, pero no de las intenciones de su mano derecha.

- Supongo que se debe al temor de quienes lo escucharon ¿No?

La castaña se encamino al sofá más cercano y se sentó con delicadeza, como la dama que era, aunque no pudo evitar soltar un suspiro cansino mientras dirigía su vista al nuevo jardín que tendría lugar en pocas horas.

- Debo pensarlo, no es una decisión que deba tomar a la ligera.

- Lo entiendo, la dejaré a solas, mientras voy a descansar un poco, faltan algunas horas para que anochezca y pueda vigilar los alrededores.

- Esta bien, gracias.

El vampiro se encamino al cuarto más alejado de la casa, aunque su caminata se detuvo para dirigir su mirada algo preocupada hacia la castaña por última vez en el día.

- Usted es la última esperanza que nos queda, por favor reconsidérelo, todos contamos con usted.

Sin dejarla preguntar algo, este ya se encontraba entrando en dicha habitación, que, si bien sabía que él estaba ahí por su bien, era seguro que aquel cuarto se volvería en su lugar permanente de descanso hasta que ella se cambiará fuera a otro lugar.

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- Estos serían todos los papeles por firmar hoy su majestad.

- Te lo agradezco, si es todo, puedes retirarte.

El joven susto estaba a punto de dirigirse a la puerta, pero los rumores sobre la amiga de los sustos y la actual pareja de su gobernante llegaron a su mente, por lo que no pudo evitar volver a su lugar para contestar sus dudas, o al menos tratar de hacerlo entrar en razón como el favor que le habían encargado algunos de sus compañeros.

- Disculpe mi atrevimiento, pero, ¿Podría hacerle una pregunta?

- Dime.

El joven alado dejo a un lado sus papeles para tomarle más atención a las palabras de su sirviente, aunque podía ver como este temblaba levemente con solo mirarlo, su miedo se sentía en toda la habitación y eso le gustaba.

- ¿Está seguro de hacer esto? Es decir, la señorita Hebe-

- ¿Acaso estas cuestionando mis decisiones? - El alado se paró repentinamente de su asiento, haciendo que el contrario diera un paso hacia atrás por inercia.

- No su majestad.

- Muy bien, entonces puedes irte.

- Esta bien, por cierto, hace unos momentos atrás anunciaron que el cuadro de la señorita Frankelda ya estaba listo, solo debe ir a verlo y ordenarle al encargado los cambios que le gustaría que realizará en él.

- Gracias.

Una vez este se retiró, el alado no pudo evitar dejarse caer sobre su silla, sabía muy bien que amaba a la castaña, pero, el simple hecho de pensar en su amiga le hacía doler el pecho, pensaba que el sentimiento de atracción que sentía hacia ella se iría si se alejaba, pero, parece ser que el destino le había jugado una mala broma, su esposa no era ella, y debía aprender a vivir con ello.

- De verdad que soy patético.

La luna y la oscuridad en aquella oficina fueron los únicos testigos de las lágrimas derramadas sobre aquella última carta destinada a su amada, tenía que olvidarla por el bien de la chica que lo amaba y por su pobre corazón indeciso.

Detrás de un libro [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora