Capitulo 4

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Permanecieron un buen rato fondeados frente a la antigua iglesia de piedra, mecidos por el suave balanceo del barco y charlando amigablemente.

—Dime, Leo, ¿por qué trabajas tanto? —preguntó Catalina en un momento dado, mientras dejaba resbalar una mirada soñadora por el pintoresco paisaje.

—No trabajo tanto —contestó Leopold, tumbado perezosamente sobre el banco de plástico de la bañera, mientras estudiaba a Cat con disimulo por entre sus párpados entornados.

—Una persona que está más de un mes sin pasar por su casa, tiene pinta de trabajar un montón, ¿no? —comentó la joven, al tiempo que alzaba su cara hacia el único rayo de sol que había logrado traspasar la espesa capa de nubes.

—Era una operación especial que me llevó más tiempo de lo que pensaba. Normalmente, aunque viajo mucho, no suelo pasar más de dos o tres días fuera. Y tú, Catalina, ¿a qué te dedicas? —interrogó a su vez, deseoso de conocer algo más de su desconcertante vecina.

Al oír su pregunta, Catalina abrió los ojos, volvió el rostro hacia él y contestó:

—Soy profesora de dibujo. Trabajo con personas discapacitadas —Leopold se la quedó mirando con fijeza; era lo último que esperaba oír—. ¿No te lo crees? —preguntó ella adivinando sus pensamientos—. Seguro que pensabas que soy una chica superficial, a la que lo único que le interesa es ir a fiestas y divertirse lo más posible.

—Reconozco que me has sorprendido.

—En cambio tú a mi no —respondió ella con las pupilas chispeando, traviesas—. Sé con exactitud la imagen que tienes de mí, eres un tipo tan predecible como el tiempo en Inglaterra.

Catalina cerró los párpados dispuesta a gozar una vez más de los débiles rayos de sol que de vez en cuando conseguían atravesar las nubes, cada vez más densas. De nuevo, a Leo le irritó que se burlara de él. Predecible, ¿eh? Se iba a enterar esa pequeña bruja de lo predecible que era.

—¿De verdad crees que lo soy? —con lentitud, bajó sus largas piernas del banco.

—Ajá —respondió ella sin abrir los ojos—, eres el tipo de hombre que mi amiga Fiona y yo siempre hemos clasificado como TOP.

—¿TOP? —preguntó acercándose a ella con sigilo.

—Trabajador obsesivo y prejuicioso.

De repente, unos brazos poderosos la aferraron con fuerza y la obligaron a ponerse en pie. Sin saber muy bien cómo, Catalina se encontró atrapada contra un pecho duro como el hormigón.

—¡Eh! ¿Se puede saber qué haces?— preguntó Cat, abriendo los ojos, sobresaltada.

—Solo quiero demostrarte que no soy tan predecible —respondió él en un tono sosegado, a pesar de que sus ojos grises despedían destellos malignos.

Una enorme sonrisa iluminó la cara de la joven al ver su expresión y, divertida, le preguntó:

—¿Qué vas a hacer? No creo que puedas violarme en este pequeño cascarón, la verdad, resultaría terriblemente incómodo y, además, podríamos volcar —por un instante, Leopold se quedó desconcertado; al menos había esperado asustarla un poco.

—Creo que no llegaré a tanto —Leopold sujetó la barbilla femenina entre el índice y el pulgar y la obligó a alzar su rostro hacia él, mientras su cabeza empezaba a descender con lentitud.

—Será mejor que no lo hagas —advirtió Catalina muy seria.

—¿Por qué?, no creo que sea la primera vez que te besan —su rostro se detuvo a menos de cinco centímetros del de la chica.

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