18. Domingo. Final

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En la mañana cargué a Lalisa de la cama hasta la tina de baño, el clima estaba muy frío, de ese frío que te que te cala hasta los huesos.

El agua caliente de la tina nos ayudo a entrar en calor y los besos de Lalisa y sus toques.

Una vez que comenzábamos no podíamos parar, éramos como imanes y había mucha química entre nosotras.

Follarla era una de las cosas de las que nunca me iba a cansar, lo mejor de todo era ese sentimiento de relajación y paz que tenía al dormir abrazados después de un buen orgasmo.

De nuevo en la cama volvimos a acostarnos y besarnos, mis manos se movieron hasta las mejillas de su trasero acariciándolas un poco.

Sus pies se enredaron en mis caderas.

Lalisa era ruidosa, su voz se volvía muy aguda y sus piernas como fideos.

Su espalda se encorvada y sus uñas se enterraban en mis brazos y espalda mientras suplicaba que lo hiciera más fuerte.

Tenía mucho aguante.

La alarma sonó a las tres de la tarde, casi quería llorar cuando tuvimos que abandonar el lugar, con pocas ganas salimos de esa pequeña y hogareña cabaña y regresamos a la ciudad.

—Volvamos ahí si lo nuestro es duradero— dijo Lalisa sin dejar de mirar hacia atrás.

Sonreí.

—¿Qué te parece en diez años?— le dije sin despegar la vista de la carretera.

—Mejor en veinte— sonrió.

—Y porque no en diez años y luego veinte y luego treinta y así hasta hacernos viejitas.

Ella asintió.  

sólo una semana (Jenlisa) (Adaptación) (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora