Prólogo II

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Fin del año escolar, 2008.

Universidad del Sur, México.

Teresa.

«¿Por qué has elegido esta carrera?»

Releo la pregunta una vez más en mi hoja, no dudando de mi respuesta. Había decidido qué estudiar hace mucho, lo tenía muy claro, pero, ¿qué podría responder que sonara humilde?

Me llevo el extremo del bolígrafo a la boca, apoyándolo en mis labios en gesto pensativo. Si lo respondiera con sinceridad, diría algo como: "Porque sé que soy buena en eso. Tengo potencial y una intuición tan desarrollada que dejaría muy atrás a cualquier otro estudiante. Y eso me llena de orgullo porque me hace, obviamente, superior." Pero no puedo escribir eso.

¿Por qué la inscripción de la más prestigiosa universidad de México tiene una pregunta tan tonta como esta?

Escribo lo siguiente:

"Tengo el deseo de combatir la injusticia del mundo. Hay tanta desigualdad de derechos que terminan por dañar mas a quienes mas los necesitan y benefician a quienes no. Tal vez no pueda cambiar las leyes, ni el pensamiento de las personas, pero si hay algo en lo que puedo ayudar es en esto...

Y lo haré con mucho gusto, cueste lo que cueste..."

—Gracias por el boli, amiga. —Le devuelvo el bolígrafo a Aurora, mi mejor amiga.

Ella lo toma, —. No hay de qué, Teresa.

Ojeo su inscripción, la respuesta está en blanco. Noto entonces que ella está jugando con sus manos regazo, nerviosa. No me sorprende viniendo de Aurora, que es tan indecisa como rica. Y no es para menos, ya que ella estará en una carrera que no le gusta.

—¿Necesitas ayuda con eso? —me propuse y ella negó con la cabeza, dándome una de sus características sonrisas.

—Gracias, amiga, pero esta respuesta tiene que venir de mí. Si no no sirve de nada.

—Ay, con calma, amiga mía. —Llevo una mano hasta su regazo y le doy un apretón para tranquilizarla. Le devuelvo la sonrisa —. No planeo hacer la respuesta yo. Solo colaborar en que te expreses mejor al escribirla, ¿sí? Déjame intentar.

Aurora suspira, no muy decidida pero al final se rinde y acepta. Cuando la veo asentir en acuerdo sonrió para mis adentros con victoria.

—Haber. —Releo la pregunta aunque ya la sé —. Debe ser una respuesta creíble y medianamente esperanzada, no hay que tirarle tantas flores a la carrera de medicina porque ya sabemos que el tramo está repleta de sacrificios, eh —le recuerdo, Aurora suelta una risita.

Sin desearlo, los recuerdos me atraviesan como dagas.

¿Por qué te gusta medicina, Mariano? le había preguntando a él hace más de dos años.

Él me dió una sonrisa y me besó el dorso de la mano.

Porque deseo ayudar a la gente, Teresa. Quiero brindarles salud a quienes no pueden pagarla porque todos merecemos la oportunidad de curarnos o prevenirnos, si es posible.

»También quiero dedicarme a la investigación. No sabes lo feliz que se pondría las personas al enterarse de que ahora existe un nuevo tratamiento para el cáncer de fase cuatro o que están desarrollando la cura de la leucemia me había contestado Mariano.

Arrugué mis cejas en desacuerdo.

Te preocupas demasiado por las personas le expresé, pero no podía negar que aquella era una buena respuesta.

Teresa me interrumpió con desaprobación.

Mariano me amaba, pero yo sabía que aunque me dijera que amaba cada parte de mi  no era cierto. Él no amaba esta parte de mi: El extremo egoísta.

Me preocupa la salud. Quiero estar preparado para cuando llegue el momento de cualquiera de nosotros. Además, me lo prometí desde que murió mi madre.

—¿Qué tal si le hicieras una pequeña dedicatoria a tu padre? Que además de ser un gran doctor también es un muy buen profesor —sugiero.

—Me gusta esa idea.

—Puedes decir que quieres dedicarte a la medicina desde el lado pedagógico. Así harías lo que te gusta pero, digamos que con un leve disfraz —le digo.

—¡Sí! Dios, ¿Cómo no se me ocurrió? —se reprende así misma —. No sé que haría sin tí, amiga. —Se paró para darme un abrazo que me sorprendió —. Muchas gracias, Teresa.

Chasqueo la lengua.

—No hay de qué. Para eso existimos las amigas.

Mientras Aurora termina de escribir, oigo una risa burlona detrás de mi, lo que me hace voltear.

Acabo de arruinarme el día con solo hacerlo.

Al ver al grupo de chicos, principalmente a la rubia sonriente de forma burlona hacía mi aprieto la correa de mi bolso. Recuerdo la humillación de hace unos meses.

... Su mamá es una lavandera. Ah, y su papá es... ¡un mecánico de cuarta! —gritó ella, mostrando de una pantalla proyectada fotos de mis padres. Todos mis compañeros se burlaron de mi en ese momento.

Solo oí risas a mi alrededor. Todos aquellos que me habían tratado bien, todos a los que ayudé con trabajos que no entendían, todos mis compañeros no hacían nada más que lanzar carcajadas por mi desgracia mientras yo solo podía ver las fotos de mis padres a través de mis ojos cristalizados. Lo que debía ser una reunión de fin de curso resultó ser la peor humillación de mi vida.

—Oye —Aurora me llama —. No le dés importancia, ¿sí? Ella solo te envidia.

—¿Solo me envidia? —repito entre dientes, una sonrisa de ironía se me forma en los labios —, Aída me odia, Aurora. Me odia sin motivo.

Y yo la odio a ella.

—Deberías olvidarlo ya, Teresa. Que lo recuerdes solo te causará amargura en la vida —me aconseja en vano.

Dejo salir un largo suspiro. Yo no lo dejaría ir tan fácil. Aída se metió conmigo, ¿y yo debo agachar la cabeza y olvidarlo? No.

En ese momento lo decidí, recordando mi respuesta en la inscripción "...hay tanta desigualdad de derechos que la injusticia abunda para quienes más lo necesitan", haría justicia por mí. Me vengaría de ella y de quienes estén a su lado.

Dibujo mi mejor sonrisa en mi rostro, no muestro nada más que calma en mi expresión.

—Tienes razón,  amiga. Te prometo que dejaré los rencores de lado —le contesto a Aurora.

Juro que Aída Cáceres y todos los que la acompañan caerán con ella.

Porque entre ser o no ser,

yo soy.

•••

holi, ¿buenas madrugadas? jeje

espero que les haya gustado el prólogo.

Tu ambición; mi perdición (Rubí & Teresa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora