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En el comedor, los pocos semidioses que estaban miraban a Hefesto con gran admiración, aunque no fuera padre de los que se encontraban ahí, pero independientemente de todo eso, Hefesto era un dios y aunque en los libros decía que el dios de la forja era el dios menos agraciado, están in lo incorrecto, él al igual que todos los dioses, era hermoso, no tanto como Apolo y Eros, pero lo era.

-Ares y Aris ya se tardaron –dijo Dionisio, miro a sus lados.

-Lo sé –Hefesto se levantó- Ya vienen.

Dionisio se levantó para quedar al lado de Hefesto y miro hacia donde sus hermanos se acercaban, Ares venía haciendo reír a su hermana, los campistas miraron hacia los dioses que se acercaban, era muy extraño que el dios de la guerra y la diosa de la oscuridad estuvieran riendo y más por algo no malvado.

Ambos dioses eran tan parecidos, mismo color de cabello, mismo color de ojos, mismo uniforme negro de látex, la diferencia era, color de piel, sello del uniforme y poderes.

Los dioses entraron en el comedor, jade sonrió hacia los que la miraban y despeino a uno de los hijos de Apolo mientras pasaba por la mesa.

-¡Mamá, mi cabello! –dijo el hijo de Apolo haciendo reir a jade.

-¿Por qué le dicen mamá? Si son mis hijos –pregunto Apolo.

-Porque ella nos abrió los brazos después de que nuestros parientes nos dejaran aquí –dijo Will- Yo soy el mayor, por ende yo he visto como nos fueron dejando aquí, a algunos nos dejan por el verano y a otros nos dejaron para ya no vernos –dijo Will sonriendo.

-Hemos aprendido a crecer con eso –dijo Mónica- Pero ahora somos adultos, por el momento sabemos cómo lidiar las cosas y ayudarle a tus hijos más pequeños –dijo mirando a Apolo- Somos tus hijos mayores, por el momento de los que estamos aquí, pero tienes hijos menores de tres años y están aquí sin una madre que les enseñe o les explique quienes son o porque tienen poderes y cosas que los otros niños no tienen.

-No sabía que pasaban por todo esto –dijo Apolo.

-Por supuesto que no, eres un dios –dijo Jackson- Lo que nos suceda a nosotros no te afecta a ti.

Aris miraba a la mesa de Apolo, sabía que las cosas no iban bien y lo mejor sería ir a calmar las aguas.

-¿A dónde vas? –pregunto Hefesto.

-A la mesa de Apolo, se lo comerán vivo –se levantó sin esperar y se sentó junto a Apolo- ¿Por qué están tan disgustados?

-Apolo no sabe nada de lo que nos sucede como semidioses –dijo Jackson cambiando de lado para sentarse junto a Aris.

-Cariño, somos dioses –dijo Aris- No sabemos lo que pasan ustedes, porque nosotros pasamos por otras cosas –se acomodó en su asiento tomando la mano de Jackson- Yo estuve unas semanas dentro del tártaro, cumpliendo con un castigo de Zeus –toda la mesa hizo un sonido de disgusto- Lo que para mí fueron unas semanas, para ustedes fueron como tres años, tal vez más, por ese motivo no estuve en la guerra contra los romanos o en sus peticiones cuando sé que las hicieron aunque nunca me llegaran –miro a sus hijos- Tanto Apolo como yo, hemos aprendido a ser padres y aunque no lo hemos sido de la mejor manera por problemas y circunstancias de muerte, por lo menos hemos tratado de estar siempre y ahora que su padre es un mortal significa que tengo tarea doble –dijo riendo.

Apolo miraba a Aria, sin saber que decir con exactitud, él sabía que era su esposa porque los demás le habían dicho que lo era, no porque él lo sintiera, pero quería sentirlo, quería saber porque se había caso con ella, aunque lo haya hecho cuando era un dios, él quería saber porque se sentía tan tranquilo estando con ella, cuando en ese momento no la conocía.

-¿Cómo que más trabajo? –pregunto Apolo, Aris volteo a mirarle y le sonrió con amor.

-Cuando nos casamos, una parte de tus poderes entro en mí y una parte de los míos entro en ti, fue una porción demasiado pequeña, pero aunque sea pequeña, si uno de los dos, falta, significa que el otro tiene la responsabilidad de hacer sus tareas, en mi caso, es sacar el sol en las mañanas y ocultarlo en las noches –suspiro- Pero también tengo la conexión con el oráculo, gracias a que Rachel está de vacaciones –sonrió- Lo que significa que soy vulnerable ante el oráculo y no estoy acostumbrada a recibir las profecías –miro a Apolo- Sigo sin entender por lo menos un mínimo, como le hacías para callar las voces de tu cabeza, son demasiadas –Apolo rio- Me disculpo, olvido que no sabes sobre eso.

-No te preocupes –sonrió- Entiendo que las cosas son muy extrañas, sinceramente para mí también, he estado leyendo sobre Apolo, bueno sobre mí –rio- Y según los libros soy un experto en arquería y en realidad soy un asco en eso –suspiro- ¿Podrías enseñarme a usar un arco? –pregunto con un sonrojo en sus mejillas.

-Con mucho gusto –dijo Aris.

-Asombroso –se levantó- Vamos.

-¿Ahora? –dijo Aris siendo jalada por Apolo.

-Si vamos –Apolo saco a Aris del pabellón de comida.

-Oye, niño –grito Ares deteniendo la emoción de Apolo- Recuerda que es mi hermana –cambio su apariencia a la de dios- Y te hare daño si ella llora.

-Ares suficiente –dijo Aris.

-No le hare nada –dijo sonriendo- Adiós.

Apolo llevo a Aris hasta el armamento y tomo un arco.

-Espera, espera, espera –dijo Aris- No puedes tomar un arco cualquiera, tienes que tomar uno de acuerdo a tu peso y complexión –Aris observo los arcos- Aunque seas delgado, no puedes tomar cualquier arma –lo miro- Te daría tu arco, pero sería un completo error.

-¿Por qué? –se atrevió a preguntar.

-Porque tú arco contiene unos rayos de sol, no los podrías tocar porque no eres el dios del sol –lo miro- Físicamente sí, pero no tienes la fuerza de un dios ni la altura, mucho menos los poderes y no quisiera que ese arco te hiciera daño, porque aunque no seas el poderoso Apolo, sigues siendo Apolo y mi esposo –lo miro y tomo el arco más liviano que encontró- Primero voy a enseñarte a como disparar una flecha, después te mostrare a usar el arco con una armadura puesta.

-¿Pesan las armaduras? –pregunto tomando el arco.

-Sí, pesan demasiado, normalmente son de hierro, pero las armaduras de los olímpicos son hechas por Hefesto, nosotros podemos decir que no pesan, pero si la cargas como mortal, se te hará imposible levantarla, también contienen oro olímpico.

Aris salió del armamento y Apolo salió detrás de ella, mirando su espalda, la forma de sus hombros, su cintura y sus piernas.

-Deja de verme el trasero Apolo –dijo Aris.

-Lo siento –dijo Apolo, siguiéndola.

-¿Listo? –dijo volteando, Apolo asintió.

Durante las siguientes horas, Aris estuvo ayudando a Apolo a dar en el blanco, le estuvo explicando cada paso para que pudiera aprender a utilizar un arco, por desgracia, el ahora mortal no había dado en el blanco, pero acercaba.

La Soledad del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora