Había abierto sus ojos lentamente, sintiendo un escalofrío recorre su cuerpo, estaba un poco rato de que cuando despertara, nada era Real, Juan Carlos empezó con raros sueños con Tulio, lo cual le aclaró que estaba enamorado de el.
Después de estirarse un poco siguiendo acostado en su cama, observó de nuevo su armadura, le incomodaba mucho en su día a día, pero también guarda momentos que no olvida aún.
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R cumpliría los 12 viendo dudoso la armadura que le dio su abuela.
——Claro que si cariño, es muy necesaria, no querrás que te descubran, quedaría devastada si algo te su sede Bodoque —— dijo la mujer de avanzada edad para luego ponerle el casco a su nieto.
——Pero es algo incómodo —— dijo el conejo sintiendo un poco de peso por aquella armadura.
——Lo siendo Carlos, pero es por tu bien —— dijo para luego enseñarle una pequeña habitación.
——No crees que son muchas —— dijo el chico viendo unas 6 armaduras de distintos tamaños, las cuales tenían su nombre escrito en cada brazo de esas armaduras.
——Baz a ir creciendo, e irás necesitando una armadura más grande, no todo el tiempo tendrás la misma armadura —— dijo para luego serrar la puerta aquella mujer.
——Está bien abuela, las usaré todos los días, y nadie me verá sin ella—— dijo para luego abrazarla.
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Las lágrimas recorrieron sus mejillas, estarían atando a su abuela, cada vez que entraba a la habitación donde antes dormía su abuela, siempre pensaba verla sentada tomando su té mientras observaba la ventana con tranquilidad, pero siempre que entraba totalmente, se daba cuenta que ahí no había nadie a quien saludar o desearle buenos días, sólo respiraba y instantánea que su dolor se desapareciera para luego retirarse de aquella habitación de tantos recuerdos.
Lo único que ahora hacia era salir de vez en cuando, para desear buenos días comer y luego retirarse.
Se sentaba y recordaba cuando su abuela lo llevaba a pasear por el pueblo y le explicaba como tendría que reinar este pueblo algún día, lo cual lo ponía nervioso pero seguía con una expresión sería.
Seguía recostado en su cama, había recuerdo tras recuerdo, si seguía así, rompería en llanto enseguida, seguía sintiendo la cama Espinosa y miro el techo para de nuevo hundirse en sus pensamiento.
Al pensar un poco, estaba un poco estresado de lo que pasó hace unas horas atrás, para ser más precisos ayer, y se preguntaba porque le es tan difícil ocultar su estado de doncel.
Si también hace poco unas 2 sirvienta también se enteraron, le prometió a su difunta abuela que nunca nadie lo sabría, pero ahora lo sabe un guardia y dos sirvienta y súmale que se dio cuenta que su amigo empezó a sospechar.
El conejo se levantó de la cama, hizo su rutina matutina, y bajo las escaleras, saludó a sus sirvientas, se dirigió al comedor y se sentó en su respectiva silla, se quitó el casco y empezó a comer.
