BELTANE
ISLA DE EIRE
El viento barre la pradera, ondulando el manto de hierba como olas de un mar verde y brillante.
Myrna se aproxima al borde de aquella meseta esmeralda, que se asoma al mar con temeraria curiosidad. Descalza y con el corazón inflamado ante la proximidad del ritual que tendrá lugar esa noche, extiende los brazos en cruz, alza la barbilla y cierra los ojos, embebiéndose de la caricia del viento, de los aromas salitres y del perfume de la tierra negra y fértil. El rumor de las olas rompientes contra el acantilado, el graznido de las gaviotas y el susurro de la brisa marina la envuelven en un halo hipnótico.
Permanece inmóvil, receptiva, y entonces presiente su cercanía. Una corriente electrizante recorre su espina dorsal. Abre los ojos. En su rostro se abre una reconfortante sonrisa.
Es silencioso, pero escucha el leve murmullo de sus pasos sobre la hierba. Sus sentidos lo perciben con una intensidad abrumadora. Siempre ha estado ahí, desde que era una niña. Una presencia protectora, una sombra permanente, un custodio silencioso, un alma amiga que nunca envejece.
Se gira y lo mira con la veneración que siempre le despierta.
Sus cabellos dorados ondean como la hierba alta y fragante. Su mirada, gris, como el acero, siempre alerta y recelosa, la observa entornada en un gesto concentrado. Su rostro, de facciones duras y mentón pronunciado, frente amplía y labios plenos, es tan hermoso como fiero.
—¿Estás preparada?
Su voz es rasgada, grave, sutil.
—Lo estoy, Kalen. Será mi primer ritual de fertilidad.
Su cuerpo había abandonado las formas planas de la infancia para adquirir curvas y plenitud. La pubertad se asentaba en sus jóvenes formas con abrupta rotundidad.
Kalen la estudia sin ocultar un atisbo de preocupación. Frunce el ceño y su gesto se oscurece.
—¿Sabes lo que eso significará para ti?
Myrna asiente con timidez.
—¿Has presenciado alguna vez la cópula entre un hombre y una mujer?
Niega con la cabeza. Sus mejillas se arrebolan.
—Bricia me dijo que mi cuerpo sabría qué hacer cuando llegara el momento —responde con la mirada baja.
—No tienes por qué hacerlo —murmura Kalen. Su tono es bajo, pero rezuma un malestar que Myrna no comprende —Esta noche serás presentada como mujer ante tu tribu, no por ello has de yacer con nadie.
La muchacha asiente y baja la vista hacia sus pies descalzos.
Kalen alza un brazo y con gesto impreciso la toma por la barbilla para obligarla a mirarlo. Ella se estremece ante el contacto. Son contadas las ocasiones en las que él se acerca tanto, todavía es más extraño que se atreva a tocarla. Apenas recuerda dos momentos en su vida en que pudo disfrutar de un abrazo.
—Nada debes temer, yo siempre estaré cerca.
Myrna se muerde el labio inferior y clava en él una mirada curiosa.
—¿Por qué tú no envejeces?
—Lo hago, pero mucho más despacio que vosotros.
Myrna sabe muy poco sobre él, a pesar de esa conexión que los une. Sólo sabe que es un danaano, un semidiós que por algún motivo que desconoce tiene la misión de protegerla. Las veces que de niña le preguntaba por eso, él se limitaba a sonreír y le contestaba lo mismo «El destino tiene las respuestas, yo solo soy su herramienta» A ella lo único que le decía esa respuesta es que él no había elegido el suyo.
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EL TRONO DE SANGRE
FantasyLa profecía del Gran Oráculo augura que una niña, nacida de un amor prohibido, se convertirá en la temida reina negra, destructora de su pueblo, los Tuatha De Dannan, una tribu divina que tiene su reino en la isla de Eire. Desde hace siglos, La Pied...