LA HUIDA
Kalen siente una opresión en el pecho.
Se reprende furioso por su falta de celo. No debió dejarla marchar con aquel muchacho, pero quiso darle la intimidad que ella misma había elegido, por mucho que a él le irritara aquella decisión.
Acelera sus zancadas y corre veloz hacia ella. Mientras, reúne en su interior la magia que necesita para enfrentarse a los captores. Lleva tiempo sin utilizarla, hacerlo deja rastro y él debe permanecer lo más oculto posible.
Llega a un pequeño claro entre viejos robles y lo que ve le acelera el pulso.
Myrna levita sobre los helechos, suspendida en el aire, con el cuerpo arqueado y las extremidades laxas. Una corriente de luz crepitante le atraviesa el pecho.
Kalen cimbrea la hoja de su acero mientras recita un hechizo protector. Una burbuja luminosa lo envuelve. Seis guerreros lo rodean. Reconoce su raza en cada rostro de rasgos finamente cincelados y mirada fiera. Tres de ellos pertenecen a la elite de la guardia real. Fueron compañeros y amigos y ahora, en sus miradas alertas, reluce la ira y el resentimiento.
No tiene tiempo que perder. A pesar de sus habilidades en el combate, son demasiados para enfrentarlos teniendo que proteger a Myrna. Su opción más prudente es huir.
Frunce el ceño, refuerza su escudo y como una centella atraviesa la distancia que los separa y se interpone entre el flujo de energía que atraviesa a la muchacha.
Myrna se desploma inerte.
Corre hacia ella, se agacha y la toma en brazos. Varios impactos crepitan contra el halo protector que parpadea debilitado.
No aguantará mucho más.
Cierra los ojos, aprieta los dientes y focaliza toda su energía en la primera imagen que logra visualizar en su mente: su guarida.
Atraviesan la distancia en una fracción de segundo, a través de una espiral de luz caleidoscópica que los lanza por un agujero oscuro hacia el interior de una cueva.
Caen al suelo entre un revoltijo de hojas.
Kalen estudia el rostro inconsciente de Myrna, está pálida, fría, pero respira. Suelta el aire contenido. Si hubieran querido matarla lo habrían hecho, el objetivo era solo capturarla. Y se pregunta por qué.
Posa su mano en el pecho de la muchacha y cierra los ojos. Le transfiere parte de la energía que le han arrebatado. El rubor vuelve de inmediato a sus mejillas. Los párpados comienzan a abrirse. Lo mira confusa.
Kalen se pierde en el azul insondable de sus ojos.
—¿Qué... qué ha pasado?
—Lo que llevo tiempo temiendo. Nos han encontrado.
Myrna frunce el ceño, su mirada se oscurece. Un paño de preocupación cubre su rostro.
—Eran... como tú — murmura turbada.
—Son danaanos, mi pueblo. De ellos debo protegerte.
Su rictus se tensa, su boca se entreabre presa del desconcierto.
—¿Has traicionado a tu gente por mí?
Kalen la mira fijamente pero no contesta. La ayuda a ponerse en pie y comienza a valorar sus opciones al tiempo que deambula por el interior de la cueva como un animal enjaulado.
La joven lo encara con expresión determinada.
—¡Contesta! —exige furiosa —Es mi vida la que está en juego. Si quieres protegerme debo saber la verdad.
—Eres la heredera de El Trono de Sangre —claudica — La profecía de los Antiguos vaticinó que mi pueblo se extinguiría bajo el mandato de una mujer, La Reina Negra. Los reyes de mi pueblo son elegidos por la piedra del Destino, no por linaje de sangre. Cada vez que nace un niño debe ponerse en el altar de La Piedra del Destino para que ella se pronuncie. Nunca había elegido a una niña, hasta que naciste tú.
Hace una pausa y la observa un instante. Su ceño se acentúa y su gesto sombrío se cubre de tristeza.
—Las órdenes de la guardia eran las de matar a la elegida —murmura casi más para ella. De repente, alza la mirada y la clava en él con una intensidad abrumadora. A pesar de su juventud, sus dones reales de liderazgo asoman con rotundidad — Pero, tú no lo hiciste. Y quiero saber por qué.
—No puedo responder algo que yo no sé, como te dije. Tenía la daga en mi mano, la misión clara, pero cuando te toqué... algo me enlazó a ti, cambiando mi destino y el tuyo. No sé qué clase de magia nos unió, ni si es un hechizo de algo o alguien más poderoso, sólo sé que, si tú mueres, yo también lo haré.
Myrna cierra los ojos, su rostro se contrae.
—La solución no es escondernos —concluye.
—No podemos enfrentarnos a ellos. Solo somos dos.
—Reunamos a un ejército.
Kalen aprieta la mandíbula y cierra los puños. Niega con la cabeza.
—No pienso atacar a mi pueblo —revela entre dientes.
—Tu pueblo soy yo ¡Yo soy tu reina!
Kalen agranda la mirada, estupefacto, atónito ante aquella afirmación que nunca se había planteado. Pero lo que más lo conmociona es el brusco cambio que está teniendo lugar en ella, como si la reina que lleva dentro se abriera paso a hachazos en su interior, aniquilando la inocencia y dulzura de la niña que había sido antes de la revelación. O quizá...
Su mente trabaja rápido ¿Y si él ha sido todo este tiempo una mera herramienta de un poder oscuro y destructor? ¿Y si ha sido el arma del enemigo de su pueblo? Los Antiguos nunca se equivocan, lo que no habían vaticinado eran las artimañas del destino para hacerse cumplir.
Traga saliva y la mira desde otro prisma. Siente una opresión el pecho y una serpiente enroscándose en su garganta. A su mente acuden recuerdos de su gente, de su padre, sus amigos, de la vida que ha perdido, de las madres con sus hijos correteando alrededor, de un pueblo noble y poderoso, pero también justo. Debe manejar con sabiduría ese vínculo o morirán inocentes. No puede dañarla, pero quizá pueda detenerla.
Myrna lo estudia a su vez. Y como si adivinara su pulso interno se abraza a él.
Siente una sensación fría y envolvente que lo paraliza, como si algo viscoso se anudara a su ser. Y de repente, la verdad lo golpea con fuerza.
¡Es ella!
La magia que lo domina procede de ella. Se estremece ante las connotaciones de su descubrimiento. Ella lo utilizó siendo un bebé para librarse de la muerte, ella lo mantuvo a su lado como guardián protector hasta que llegara el momento. El ritual de fertilidad, su entrada en la edad adulta, eran en realidad el advenimiento de una reina oscura y letal.
Permanece inmóvil un largo instante, asimilando la situación. Ser consciente de todo aquello no es suficiente. Debe trazar un plan, debe detenerla y si no puede, al menos sabe que sacrificándose la arrastrará a la muerte consigo. Sea como sea, la rueda del destino ha vuelto a girar de nuevo, sepultándolo bajos sus dientes.
Cuando Myrna se aparta y lo escruta él logra esbozar una sonrisa. Si ella adivina su nueva misión, se le adelantará de nuevo.
Hinca la rodilla en el suelo, toma su mano y le besa el dorso.
—Me doblego ante ti, mi reina.
Ella curva satisfecha la comisura de sus labios y asiente.
—Ponte en pie, guerrero, tenemos un reino que recuperar.
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EL TRONO DE SANGRE
FantasyLa profecía del Gran Oráculo augura que una niña, nacida de un amor prohibido, se convertirá en la temida reina negra, destructora de su pueblo, los Tuatha De Dannan, una tribu divina que tiene su reino en la isla de Eire. Desde hace siglos, La Pied...