EL JUEGO
—Es la primera vez que veo a una chica jugar a los bolos — masculla el encargado —, y eso tengo que aprovecharlo.
Se gira hacia la concurrencia y comienza a sacudir un cencerro.
—¿Quién quiere apostar por los bolos que es capaz de derribar esta esmirriada? —grita animando a los presentes.
Casi al instante, varios hombres comienzan a barbotar sus apuestas.
—¡Ninguno! —barbota uno —. No será capaz ni de levantar la bola.
Tras unas carcajadas burdas, comienzan a hacer sus apuestas. La mayoría, entre mofas y risas, coinciden en que no será capaz de derribar ninguno.
—¿Puedo apostar yo? —pregunta Myrna.
Todos la miran boquiabiertos. El dueño del juego regurgita un espumarajo de saliva y asiente mientras se limpia las comisuras.
—Apuesto que voy a ganar.
—Me cae bien las muchachas atolondradas que me hacen ganar dinero — subraya guiñándole el ojo.
Las risas se acentúan, el resto de participantes sacuden la cabeza mirándola con cierta conmiseración.
El joven bardo le sonríe, pero sin atisbo de burla, con una extraña admiración prendida en la mirada.
—Si pierdo, nada me satisfaría más que fuera por vuestra causa.
—He de confesaros que necesito ganar para contratar vuestros servicios, así que, en realidad, ganaríamos los dos.
Las comisuras de sus labios se estiran de nuevo descubriendo dos hoyuelos huidizos en las mejillas. Es un muchacho apuesto, de cálida mirada avellana y cabellos castaño que cae en brillantes ondas sobre sus hombros. De inmediato, Myrna siente una extraña complicidad con él.
—¿Cómo os llamáis, bardo?
—Ronan Doyle.
—Yo soy Myrna.
Inclina la cabeza cortés y la observa con curiosidad.
—¿No tenéis apellido?
—Todavía no, pero lo tendré.
Su enigmática respuesta aviva el interés del joven.
—Sois una dama muy peculiar, joven Myrna.
Myrna dirige la vista hacia la esquina de la plaza, donde Kalen permanece discretamente oculto bajo una capa. Su cabello y facciones destacan demasiado entre los rasgos más hoscos de los mortales. La presencia de los danaanos suele suscitar recelo allá donde van, sus poderes mágicos despiertan una más que natural inseguridad.
No puede ver con claridad su rostro bajo las sombras de la capucha, pero siente su mirada de plata sobre ella como si la atravesara con una flecha. También percibe su disconformidad y su preocupación. Ya no la acecha únicamente para protegerla de cualquier peligro, ahora su celo va mas encaminado a proteger de ella. Algo que la apena y disgusta, pero que entiende. Una cosa es evitar que su pueblo la mate, y otra es que ella se defienda.
Él no sabe que la revelación sobre su destino ha despertado una verdad en su interior que palpita cada día con más fuerza, como si todo este tiempo hubiera estado dormida, latente en lo más recóndito de su ser y ahora ansiara escapar para reclamar su lugar. Lo que mora dentro de ella es poderoso, incontenible e incontrolable. Susurra en sus sueños quién es y en quién debe convertirse, con tal implacable urgencia que despierta jadeante y ansiosa con el voraz propósito de cumplir su destino. Ella es danaana, pero no comparte con esa raza el cabello claro, ni las angulosas facciones, no posee la esbelta gracilidad de las féminas de su tribu, y la carencia de ese singular distintivo le revela que es mestiza. Por sus venas confluye la sangre de dos estirpes. Necesita averiguar quién es su padre.
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EL TRONO DE SANGRE
FantasyLa profecía del Gran Oráculo augura que una niña, nacida de un amor prohibido, se convertirá en la temida reina negra, destructora de su pueblo, los Tuatha De Dannan, una tribu divina que tiene su reino en la isla de Eire. Desde hace siglos, La Pied...