𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐝𝐨𝐬: 𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚𝐧̃𝐚

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Gente corría por los alrededores pidiendo ayuda, otros cuantos se quemaban y un olor a sangre invadía mis fosas nasales, el pánico poco a poco se apoderaba de mí, no entendía lo que sucedía, pero tenía miedo, sabía que debía hacer algo, pero no se me ocurría el qué, de pronto, una hermosa mujer cuya aura era blanca me dijo ‘’Debes salvarnos, eres la única que puede’’.
En ese momento desperté empapada en sudor, miré por todos lados y me di cuenta de que estaba recostada en mi cama, pero ¿cómo había llegado ahí? Lo último que recordaba era aquel brillo que me cegó por completo, no tenía la más mínima idea de quien me había traído a casa, así que sin más, tomé mi teléfono para llamar a Nina.
— ¡Por fin! Dios mío mujer, me tenías preocupada desde anoche, ¿en qué momento te fuiste? Te busqué por todos lados pero no aparecías.
Escuché su voz tras el teléfono, sus palabras me hicieron fruncir el ceño pues tenía la esperanza de que ella supiera cómo volví a casa.
—Venga ya, no juegues conmigo, no sé cómo es que estoy en mi casa, tengo la mente en blanco.
Dije masajeándome la sien, la cabeza me dolía como mil demonios.
— ¿No será que bebiste demasiado?
— ¿De qué hablas? Si apenas me he tomado un vaso de cerveza y me la he servido yo misma, así que la teoría de que le hayan puesto algo a mi trago queda descartada por completo.
—Bueno, entonces nos quedaremos en duda hasta que tu vaga mente se digne a recordar, bueno, mamá me está esperando para hacer las compras con ella, te quiero, adiós.
Y sin darme tiempo a contestar colgó el teléfono, por mi parte me levanté de la cama como pude, la luz molestaba en mi ojo pero aun así fui hasta la cocina, lo que más necesitaba ahora era una aspirina, la cual me tomé junto a un vaso de agua para poder pasarla, y Dios cómo me costó, tomar pastillas nunca ha sido mi fuerte.
— ¿Qué tal fue la fiesta de anoche? No te oí llegar.
La voz de mi madre  hizo eco en mi cabeza, ni siquiera las veces que había bebido hasta el agua de los floreros me dejaron una resaca tan fuerte como la de hoy.
—Estuvo bien mamá, llegué algo tarde así que preferí no hacer ruido para no despertarte a ti o a la abuela.
—Hiciste muy bien entonces, te hubiera lanzado un zapato si interrumpías mi sueño.
Bromeó ella riendo mientras dejaba un beso en mi frente, yo sonreí, era en serio afortunada de tenerla como madre.
Luego de aquello fui a saludar a mi abuela, mantuvimos una breve conversación pues estaba enferma y quise dejarla descansar.
—Tal vez hacer los deberes me distraiga.
Me susurré, yendo a mi cuarto y sacando los pocos deberes que tenía pendientes para la próxima semana, no solía trabajar en fin de  semana, pero considerando la resaca que tenía hoy, salir de casa a tomar sol no era un plan muy llamativo para mí. Mientras escribía en mi cuaderno, mi vista comenzó a tornarse borrosa, apenas y distinguía las letras en la hoja, decidí recostarme un momento, y antes de darme cuenta, me dormí.
‘’ — ¡Liliana debes huir, debes usar el cetro!
Gritó un joven a una bella doncella de cabello castaño y piel morena, ella corría lo más rápido posible para poder alcanzar aquel preciado objeto, el cual era la única esperanza para salvar el reino de la oscuridad que el Rey Oscuro esparcía donde quiera que pisaba, sin embargo este fue más rápido, tomando el cetro y acabando con la vida de la joven’’
Nuevamente desperté exaltada, mi corazón latía a mil por hora, ¿qué me estaba pasando? Nunca he sido una persona que tenga sueños, mucho menos relacionados el uno con el otro, afortunadamente  mi cabeza dejó de doler, y vi la oportunidad perfecta para salir a dar un paseo, quizás lo que necesitaba era desconectarme un poco e ir al bosque.
Tomé mi bicicleta y comencé a andar hacia el bosque, desde que tengo memoria ese lugar ha sido como un segundo hogar, siempre voy allí cuando experimento sentimientos fuertes, como el de ahora, tenía la sensación de que debía recordar algo, algo importante, pero cada vez que intentaba acordarme, sentía una punzada en la cabeza, como si tuviese algo que me impidiera pensar en aquello que estaba olvidando.
Quince minutos más tarde mi transporte yacía en el suelo, y junto a ello, me encontraba sentada mirando hacia la ciudad, ya casi oscurecía así que podría apreciar como las luces se iban apoderando de todo poco a poco, impidiendo que la oscuridad nos invadiera.  Pronto los vellos de mi cuello se erizaron, tenía la loca idea de que alguien podría estar observándome, miré varias veces hacia atrás pero no lograba divisar nada, tan solo árboles y diversas plantas que decoraban el suelo y parte de algunas rocas que allí había, incluida en la que yo estaba sentada.
Bueno, quizás sólo era paranoia mía por todo lo que estuvo pasando desde la fiesta de anoche, ¿verdad?

La leyenda de SolariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora