𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨: 𝐀𝐠𝐮𝐚.

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—Señorita, se le ha caído la billetera unas cuadras atrás.

Me dijo un joven aparentemente de mi edad, no se parecía en absoluto a quien yo había estado viendo desde anoche.

—Muchas gracias, en serio no me había dado cuenta.

De inmediato tomé mi billetera y le sonreí, no podía negar que era bastante atractivo, ¿sería mucho pedirle su número?

—Me llamo Carlos, por cierto, ¿tú cómo te llamas?

Me sonrió, y puedo jurar que es la sonrisa más bella que mis ojos hayan visto antes.

—Me llamo Amelia, pero todos suelen llamarme Mia.

Titubeé un poco mientras hablaba, por única vez en mi vida estaba creyendo en el amor a primera vista, siempre creí que eran cursilerías de las películas para vendernos una idea de cuento de hadas, pero ahora, puedo confirmar que es real.

—Eres muy guapa, ¿tienes novio?

Mis mejillas se tornaron de un fuerte rojo carmesí, de seguro lo había notado ya, pero ¿quién no se sonroja ante una pregunta así y además de repente?

—No, no tengo.

Fue lo único que pude decir, las palabras parecían quedarse atascadas en mi garganta y se rehusaban a salir, aun así me armé de valor para pedirle su número de teléfono, pero él se me adelantó, tomó mi mano y allí anotó su número para luego marcharse, no sin antes decir ''espero verte otra vez''

Llegué a casa algunos minutos después, con una enorme sonrisa en el rostro, pensaba que cosas como estas sólo ocurrían en los libros que solía leer antes, nunca creí que podría pasarme a mí.

— ¿Por qué vienes tan contenta?

Preguntó mamá.

—De seguro algún muchacho la invitó a salir.

Secundó mi abuela, yo sólo rodé mis ojos, pero les conté todo con lujo de detalle, exceptuando claro el que me habían estado siguiendo todo el día, no quería alarmarlas hasta averiguar por mí misma quién era aquel sujeto.

Después de cenar fui a ducharme, y nuevamente las gotas levitaron, pero esta vez no grité, al contrario, con suma delicadeza acerqué mi dedo a una de las gotas, la cuál de alguna manera pude mover a mi antojo.

—Esto es increíble.

Mencioné en un susurro mientras ahora jugaba con el agua con ambas manos, riendo por lo bajo pues siendo sincera era entretenido, sobretodo porque no sabía que podía hacer esto, ¿habrá tenido que ver con esa roca que tomé en el bosque el día de la fiesta? No tenía idea, así que era hora de ponerme a investigar.

Al otro día en la escuela fui a la biblioteca a buscar toda la información necesaria, según internet la habilidad que yo poseía se llamaba Hidroquinesis, sin embargo no habían pruebas científicas que respaldaran que realmente se pudiese tener control sobre el agua.

—Parece que el destino nos quiere juntos.

Una voz atrás mío me hizo saltar, y cuando volteé pude ver a Carlos, yo tocaba mi pecho con la mano pues debido al susto mi corazón latía a mil, y bueno, por él también.

—Joder, casi me orino encima por tu culpa.

Regañé.

—Pero bueno, eso no importa, ¿qué haces aquí? ¿acaso me acosas?

Pregunté burlona mientras sonreía y alzaba una de mis cejas, manteniendo mi mirada fija en él, no quería que pensara que podía intimidarme de alguna manera, aunque en realidad pudiera.

—Te estoy acosando.

Fruncí el ceño.

—Es broma, me mudé con mis padres aquí el fin de semana y me inscribieron en la escuela aun cuando está por acabar el año escolar, al principio no quería, pero ahora que veo somos compañeros de clase, no serán días tan malos.

No pude evitar sonreír, este chico realmente tenía un don con las palabras, era eso o yo era fácil de endulzar.

—De todas formas ha de ser un fastidio ser el nuevo del colegio cuando apenas quedan unos días para las vacaciones de verano.

Me encogí de hombros, me compadecía de él, si no nos hubiéramos conocido anoche, probablemente estaría vagando solo el resto de los días pues nadie le habría prestado atención, ¿quién miraría al chico que llegó una semana antes de salir?

—¿Hidroquinesis? ¿Qué es eso?

Me preguntó el, mirando el monitor del computador, había olvidado cerrar la página.

—Nada importante, sólo investigaba por diversión, me gusta aprender cosas nuevas.

—Ya veo, cambiando el tema, ¿tienes con quién sentarte en el almuerzo? Porque yo no y no quiero parecer un lobo solitario.

—Me siento con mi mejor amiga Nina, pero puedes unirte a nosotras si gustas, no creo ella se moleste.

Le sonreí.

—Muy bien, entonces nos vemos en el almuerzo.

Carlos se fue, y yo continué con mi investigación hasta que sonó el timbre indicando que mi última clase antes del almuerzo, en mi estómago revoloteaban cientos de mariposas debido a la emoción.

La clase de historia jamás me había parecido tan larga como hoy, pero finalmente acabó y fuera del aula Carlos esperaba por mi así que caminamos juntos hasta la cafetería, donde Nina ya se encontraba en nuestra mesa, a donde nos dirigimos luego de haber comprado nuestra comida.

—Nina te presento a Carlos, Carlos te presento a Nina.

Dije mientras me sentaba, ambos se saludaron y por suerte se llevaron bien, pasamos el resto del receso riendo y comiendo, hasta que llegó la última clase del día, la cual por suerte pasó volando.

Me despedí de Nina luego de que ella me dejara en casa, y en el trayecto nuevamente vi a aquel hombre misterioso, le dejé de tomar importancia cuando estuve en la seguridad de mi hogar, aunque estaba sola porque mamá y la abuela fueron de comprar, me seguía sintiendo segura.

Apenas entré fui al baño, llenando el lavabo de agua para jugar con ella, luego de leer tanta información fui capaz de tener algo más de control, pero me pregunto, ¿habrá otras cosas que pueda hacer? 

La leyenda de SolariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora