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A veces es mejor tener pocas amistades para preservar las adecuadas

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A veces es mejor tener pocas amistades para preservar las adecuadas.

Los días avanzaban bastante rápido, pero en estos momentos ya todo me resultaba agotador. Tenía que organizarme mejor para unirme a la clase de Idiomas y de Biología, al parecer esta última era la clase que le apasionaba a Noah, porque nunca había tenido una sola falta en ella y siempre sacaba sobresalientes, debía confesar que en eso éramos parecidos, nos gustaba destacar, sacar calificaciones notables y aprobar todas las materias, así que yo planeaba entrar a esa clase para estar más cerca de ese chico que me atraía tanto como la gravedad atrae los objetos a la tierra. Al igual que los planetas giran alrededor del sistema solar, yo quería girar alrededor de él y hacerle ver que yo también deseaba salir con él, poder besarlo, tocarlo, acariciarle y hablarle. No podía calcular con números cuánto lo deseaba porque tendría que atravesar el infinito para descubrirlo.

Estaba guardando algunos libros en mi locker, perdida en mis fantasías con Noah y su glorioso cuerpo, tan perdida que no sentí la presencia de alguien más a mis espaldas hasta que los brazos fuertes de esa persona me apretaron por detrás, pegándome a su pecho duro y firme, transmitiéndome a través de la ropa su calor corporal e invadiendo el aire con el olor varonil de su colonia, ese olor que le derretía el corazón a medio instituto.

Miré hacia ambos lados para comprobar cuantos chicos y chicas cruzaban por el pasillo, había varios a unos cuantos metros de distancia, pero no vi que nadie nos estuviera prestando atención, así que aproveché la oportunidad. Me acurruqué aún más contra él, apoyé la cabeza en su hombro y sonreí cuando dije su nombre.

—Logan —ladeé ligeramente la cabeza y levanté la mirada para poder mirarlo a los ojos—, No te he oído venir, me has sorprendido.

Una sonrisa socarrona se formó en sus labios y un brillo azul atravesó su mirada cuando se mordió el labio y depositó un suave beso en mi cabeza.

—Seguro que sí. Admite que ya me extrañabas, encanto —le escuché decir mientras sus manos se enroscaban alrededor de mi cintura para acercarme más hacia sí. Sus dedos me acariciaron la piel por debajo del top que llevaba puesto, no me lo tomé mal ni nada por el estilo, pues entre nosotros era algo natural, cualquier caricia furtiva accidental o contacto físico directo lo considerábamos amistoso. Él y yo nos teníamos afecto el uno al otro, había cariño en nuestra relación, pero eso no significaba que existieran sentimientos amorosos de por medio, éramos amigos, buenos amigos, exclusivamente eso.

—¿Cómo no extrañarte, Logan? Ya sabes que nunca dejo de pensar en ti —comenté en broma para hacerle enfadar. Él ya sabía que yo no hablaba en serio, tenía suficientes ocupaciones y líos en la cabeza como para pasarme el rato pensando en él, y tampoco era como si él pensara mucho en mí.

—Yo tampoco dejo de pensar en mí —confesó con una sonrisita burlona y yo le golpeé el torso con el codo, se quejó entre risas y sentí su aliento caliente tras mi cuello cuando se reclinó para apoyarse en los casilleros.

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