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No hay mejor obsequio que pasar el tiempo con la persona que más quieres porque el aprecio sentimental lo supera todo

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No hay mejor obsequio que pasar el tiempo con la persona que más quieres porque el aprecio sentimental lo supera todo.

Lo extraño de la vida es que cada despertar es distinto e impredecible, cambiante como las épocas del año, sin embargo, podría jurar que ese día el amanecer se sintió como estar en el más maravilloso lugar de toda la tierra.

Cuando abrí los ojos el sol ya se asomaba por las cortinas y alumbraba gran parte de la habitación, los rayos iluminaban también el rostro de Noah, quien en comparación con el día anterior se veía menos decaído. Él aún estaba dormido, tenía sus párpados cerrados y sus castañas pestañas lucían de un color tan claro que casi no lograba distinguirlas, su rostro ya no se veía tan pálido y sus labios ya tenían color.

Si hubiera podido me habría quedado allí tumbada a su lado todo el día, admirando sus delicadas facciones y disfrutando de su acogedora cercanía, porque solo él hacía latir mi corazón de esa manera tan intensa.

Había escuchado del poder de las miradas o de las sonrisas, pero jamás creí que el tenerlo junto a mí me desarmaría tan inexplicablemente. No sabía cómo explicarlo, pero tal vez era justamente eso lo que debía comprender, que aquellas sensaciones no se podían explicar y nada más se sentían dentro de uno mismo, y no había nada más hermoso que experimentar ese revoloteo en el estómago y esas incontrolables ganas de quedarte junto a esa persona por el resto de tu vida.

Mis manos se deslizaron lentamente por su mejilla y apartaron con la mayor delicadeza posible los mechones que caían sobre su rostro, después mis dedos recorrieron cada facción de su rostro, centímetro a centímetro hasta llegar a sus pómulos. No fui consciente de lo que hacía hasta que mis labios se sellaron sobre su frente, mi reacción inmediata fue apartarme, pero una parte de mi cerebro me impidió que pudiera moverme, así que solamente me quedé allí, a centímetros de distancia de su magistral rostro y seguí acariciando su cálida piel mientras él todavía dormía profundamente.

Evidentemente, algo no estaba bien conmigo, pero a mi mente eso parecía importarle poco, visto que seguía sentada a su lado, con las manos enroscadas en su pelo.

Mi lado racional debía estar adormecido, probablemente era esa la razón por la que me estaba comportando como una adolescente loca de amor. Fuera ese el caso o no lo fuera, tenía la sensación de encontrarme con la persona indicada.

Transcurrieron varios minutos en un tranquilizador silencio, estaba tan ensimismada observándolo que ni siquiera noté en qué momento abrió sus ojos.

Cuando Noah se despertó, me encontró acariciándole el cuello y la nuca. Los dos seguíamos estando a una distancia muy corta, desde la cual podía percibir su aliento en mis labios, el roce de su nariz con la mía y el calor que transmitían nuestros cuerpos entre sí. A pesar de llevar puesta su camiseta, percibía a través de la tela el roce de su piel y la mía.

El magnetismo de su mirada se metía en mis venas y me recorría cada célula del cuerpo. Sonreí y le pasé los dedos por el cuello suavemente. Él cerró los ojos y se dejó cautivar por mis caricias.

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