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Recurrir a los consejos de un amigo es imprescindible cuando el corazón te dice una cosa y la mente te dice algo totalmente distinto

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Recurrir a los consejos de un amigo es imprescindible cuando el corazón te dice una cosa y la mente te dice algo totalmente distinto.

Llegué al aula un minuto antes de que la campana se anunciara por los altavoces, tomé asiento en la primera fila y busqué mi cuaderno en la mochila, cuando lo abrí para escribir la fecha y mis dedos rozaron la hoja me vino a la mente la voz de Noah diciéndome: Escribamos algo juntos.

Sacudí la cabeza y alejé su nombre al rincón de los pensamientos ocultos. En ese momento, la maestra Lauren entró al salón y nos saludó con una sonrisa, cerró la puerta y después de dejar su portafolio en el escritorio nos repartió unas hojas para dar inicio a la clase.

Fue fácil distraer mi mente mientras respondía el cuestionario, pero cuando fui a entregarlo y regresé a mi asiento, volví a experimentar la rara sensación de que estaba haciendo las cosas mal.

Así pasaron tres clases más, tres horas de tomar apuntes y escuchar atentamente a los profesores, hasta que llegó la hora del almuerzo, pero no quise ir a la cafetería porque si lo hacía iba a cruzarme con Noah y todavía no me sentía capaz de escuchar lo que tenía para decirme, ni de verlo.

Cuando estaba tomando la penúltima clase en el aula de Ciencias sociales, no lo soporte más, aquello era demasiado para mí. Noah no salía de mi cabeza, sus últimas palabras daban vueltas en mi mente y me atormentaban a cada segundo. Necesitaba ayuda, necesitaba un consejo.

Habría recurrido a Tara si ella no hubiera salido del internado el día anterior. Ella me mandó un mensaje y me dijo que nos veríamos en la semana, no dijo cuándo, así que supuse que el viaje familiar se llevaría varios días.

Tomando en cuenta esto y las pocas opciones que tenía para elegir, solamente podría recurrir a una persona que seguramente me escucharía, alguien con quien contaba siempre y en quien confiaba más que en nadie. Logan.

No tenía idea si todavía estaba molesto por lo que sucedió el día anterior, pero si alguien podía ayudarme era él; el experto en conquistas y en situaciones tan complicadas como la mía, solamente Logan Harrison sabía cómo lidiar con los sentimientos de otras personas y al final de cada relación sabía de qué manera tenía que romperlos.

Levante mi mano y le pedí a la profesora permiso para salir, diciéndole que me faltaba el aire y que necesitaba salir unos minutos al pasillo para recobrar la respiración, ella me dijo que podía salir sin problema y comentó que si lo creía favorable fuera a la enfermería, yo tomé mi mochila, me levante de mi sitio y salí de allí con una docena de miradas a mis espaldas, cada una de ellas fijas sobre mí.

Al salir al pasillo eché a correr hacia el corredor de los casilleros y después di vuelta a la derecha tomando el camino corto para subir las escaleras que conducían hacia el segundo piso del edificio. Una vez arriba apresuré el paso y me adentré al pasillo de aulas; en cada puerta había letreros de cada asignatura que se impartía según el aula correspondiente: Salón de Ciencias, Salón de Cálculo, Salón de Economía, entre muchos otros.

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