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Con cada elección aciertas o fallas, con cada decisión avanzas o retrocedes, no está en nosotros el ser perfectos, ¿será por eso que hacemos de nuestra vida un desastre?

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Con cada elección aciertas o fallas, con cada decisión avanzas o retrocedes, no está en nosotros el ser perfectos, ¿será por eso que hacemos de nuestra vida un desastre?

Noah y yo tuvimos que apresurarnos para llegar a tiempo a nuestras respectivas clases, ya que faltaba menos de media hora para que comenzara la primera del día. No nos tardamos mucho en alistarnos, y una vez que estuvimos listos, Noah me dijo que saltaría por la ventana para no generar sospechas y que nos vieran salir juntos de mi habitación, yo le dije que no tenía problema con eso, pero él insistió en que no era lo correcto, para convencerme depositó un cálido beso en mis labios y me dijo que pensaría en mí a cada segundo del día, no me dio tiempo de responderle nada, pues a los pocos segundos lo vi atravesar el balcón para después verlo agarrarse del árbol que había enfrente de mi habitación, enseguida se preparó para saltar, cuando lo hizo sus pies tocaron el suelo como si tuviera la costumbre de brincar distancias de más de dos metros de altura. Él se incorporó sin problema y al instante supe que había llegado abajo sin llegar a hacerse ningún daño.

Antes de irse miró hacia arriba y sus ojos verdosos cruzaron con los míos. Me sonrió divertido, se fijó hacia ambos lados y al comprobar que ningún estudiante de los que pasaban por el campus nos estaba observando me guiñó un ojo con discreción y se mordió el labio de manera seductora para contener su sonrisa. Sin darme cuenta ya le estaba sonriendo y lanzando besos al aire que en mi imaginación caían sobre él.

Apoyé mis brazos en el balcón y mi mentón sobre mis palmas. Él me contempló algunos segundos más y se despidió moviendo ligeramente su mano y diciéndome: «Bye».

Mientras lo veía marcharse solté un largo suspiro, deseando que el tiempo se haya prolongado más y no tuviera que separarme de él para asistir a las clases.

Un par de toques en la puerta me trajeron de vuelta a la tierra. Sacudí la cabeza y me adentré a la habitación con la cabeza en las nubes. Volvieron a tocar la puerta, yo me apresuré a tomar mis cosas y enseguida giré la perilla, encontrándome con Tara.

Ella me tomó del brazo y me dijo que si no caminábamos rápido llegaríamos con retardo a Química, al final terminamos recorriendo los pasillos a pasos apresurados, entre risas y comentarios. Afortunadamente, cruzamos la puerta del aula justo antes de que sonara el timbre.

«Ufff, qué alivio».

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Podría jurar que la última clase que tomé fue la más larga a la que he asistido en años. Cielos, fue realmente agotadora, me ha dejado sin ganas de hacer absolutamente nada más que recostarme y tomar una larga siesta, pero desgraciadamente no podré hacerlo, ya que apenas es la hora del almuerzo y en menos de una hora comenzará otra clase en el aula de Matemáticas avanzadas. Vaya manera de disfrutar el día.

Justo ahora no tengo ánimos de entrar a esa clase en particular, porque casualmente es una de las pocas asignaturas que comparto con Logan y desde nuestra última discusión en el pasillo no me apetece verle la cara ni hablar con él.

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