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Shinobu despierta con una sensación extraña en su interior sobretodo al no recordar como había llegado a sus aposentos ya que anteriormente se encontraba hablando con el pilar del agua, Giyu Tomioka. Aun siente el refrescante aroma de este, una esencia similar a las flores posadas en los ríos que ellos miran cuando van de casería, quiso sonreír pero el gesto desapareció de su rostro porque a pesar de no tener el talento del joven Kamado ella puede sentir la profunda tristeza que yace en su olor, un sinfín de desgracias.
Observó detalladamente cada milímetro de su cuerpo deslizando sus delicados dedos en un vaivén alrededor de su cintura para dar un recorrido hasta sus largos brazos, la mujer suspira triste recordando como el veneno de glicinia pasa sus venas y siente ese ardor en la sangre, esa era la realidad que debía enfrentar si quería obtener venganza por la muerte de su hermana, Kanae Kocho. Una joven que tenía una gran vida por delante y que en tan solo segundos fue arrebatada por las garras de un vil ser y despreciable, aun si se ahogaba en una gran tristeza sabe que nada podía cambiar lo sucedido porque así son los demonios, es la naturaleza de aquellos seres que algún tiempo vivieron como humanos.
El veneno que yase en su interior es un arma letal, destruirá a cualquier rata insignificante que se interponga en su camino para así cumplir su cometido; sin embargo, la pilar de los insectos no es ninguna ignorante y sabe a la perfección lo que sucederá cuando ponga en marcha su plan, ella morirá y su muerte causará un gran revuelo a las personas que se encuentran a su alrededor.
Sabe que las herirá.
Pero no puede hacer nada para impedirlo está llena de odio, enojo e ira que por tal motivo intenta ser una mejor versión de si misma para honrar la memoria de Kanae, en su naturaleza no está en ser dulce o linda y desde la muerte de su adorada hermana no puede vivir en paz hasta no acabar con el demonio que arremetió contra la vida de su hermana, matándola.
—No dejes que nadie arruine tus planes Shinobu —susurra ella alejando aquellos pensamientos del ojiazul que no hacen nada más que confundirla, se levantó a cambiar sus ropas ya que dentro de poco debía salir a completar sus misiones, no sin antes ver por última vez a los tres niños que tiene a su cuidado, el equipo de Tanjiro.
