·𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏·

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Era la mañana de un día frío, el Sol apenas destellaba en el horizonte y la niebla cubría los extensos campos de cereal que rodeaban la pequeña aldea. Una joven muchacha de cabellos anaranjados caminaba a prisa por los bellos caminos que llevaban a la taberna en la que trabajaba.

Los frondosos árboles y el canto de las aves la acompañaban en su marcha, haciendo que su ánimo aumentara, a pesar de tener que abrazarse a sí misma para sobrellevar el frío.

Después de varios kilómetros, por fin sus pasos la llevaron frente a la fachada de la taberna. Entró en el interior dando un pequeño portazo, pues la puerta de la entrada era de madera trabajada, y en ocasiones daba algún golpe. Pegó un pequeño salto al escuchar la madera chocar, pero no se detuvo hasta llegar a la cocina.

– ¡Ya estoy aquí Sr. Eamon! – Informó al que era su jefe.

El hombre asomó de detrás de una estantería saludándola también.

– ¡Buenos días Jade! –

El Sr. Eamon era conocido por tener la mejor taberna, con la mejor comida, en muchos kilómetros a la redonda. Y eso implicaba mucha clientela, desde viajeros que tan solo estaban de paso, hasta clientes habituales durante las guerras como lo eran los caballeros. En este caso, caballeros con capas rojas, propias de los Lannister.

La guerra era algo horrible que destrozaba vidas y también las endeudaba. Sin embargo, para este tabernero, había significado un aumento notable de su trabajo, y por ello necesitaba ayuda. No fue sino una joven pelirroja de nombre Jade, la elegida para ayudarle a servir a la gente en el negocio.

Las horas avanzaban, y a medida que el Sol ascendía en el cielo, más personas entraban por las puertas de madera. La mayoría buscaban cerveza y algo caliente que llevarse al estómago. Todos eran atendidos con una sonrisa amable, y la mayor rapidez con la que la joven podía moverse.

La minoría que quedaba, solían ser hombres de mal gusto que pedían una cerveza y que tan solo ocupaban un asiento para comerse con la mirada a la dulce camarera. Aunque para la suerte de esta, siempre que alguno intenta sobrepasarse con ella, otro caballero de más honor y buen corazón los echa de una sola patada, y entonces todos volvían a brindar en paz.

Aquella tarde, una fuerte tormenta azotó los verdes bosques de los alrededores del antiguo castillo de Harrenhall. Tanto fue así, que la lluvia inundó algunos de los planos caminos que llevaban a la aldea y a la taberna. Aunque eso no impidió la llegada de algunos soldados Lannister.

La puerta de madera se abrió una vez más en aquella lluviosa tarde, y una esbelta figura se hizo presente en el lugar. La muchacha escuchó el golpe de las maderas chocar en la entrada y no dudó en llevar su mirada a su siguiente cliente.

Lo observó bien. Era un hombre, con la vestimenta propia de los caballeros, aunque sin la capa roja que estaba acostumbrada a ver, cosa que le hizo fruncir un poco el ceño. También era alto y algo delgado, por lo que pudo suponer. Pero lo que más la sorprendió fue su cabello. Era rojizo, como si hubiera podido tintarlo con sangre. Y de entre aquellas hebras rojas, resaltaban dos mechones plateados, casi blanquecinos. Sin duda había captado su atención.

Se acercó a él, y enseguida le ofreció un lugar en el que poder sentarse tranquilo. No fue hasta el momento en el que ella le preguntó qué era lo que el extraño caballero quería tomar, que sus miradas se encontraron, ambos analizando el rostro del otro.

Aquellos profundos y tentadores ojos azules, seguían sin cesar los pequeños movimientos y gestos que Jade hacía. Y por ello la pelirroja no pudo evitar que un leve sonrojo se instalara en sus mejillas.

Tanto a la joven camarera como al joven caballero se les escapaban pequeñas sonrisas en cuanto esta se acercaba a su mesa sirviendo a los demás hombres.

Jade trataba de centrarse en su trabajo. Se repetía a sí misma una y otra vez que aquel hombre no era más que eso, un hombre. Aunque un pequeño sentimiento en su interior le decía que aquello no era cierto. Casi pudo notar como aquel sujeto no parecía ser real. Sus movimientos, su forma de expresarse, la manera en la que la miraba. Le parecía todo tan extraño y a la vez tan tentador. Pero ni siquiera podía descifrar qué era lo que su instinto quería decirle, así que simplemente lo dejó pasar, y siguió trabajando.

El caballero sin capa, se acercó a la muchacha una vez había finalizado su comida, y antes de pagarle, habló:

– Un hombre se preguntaba si la chica conoce algún lugar dónde pasar las noches. – Aquella sedosa voz llegó a los oídos de ella y enseguida reaccionó.

– Umm, c-claro...Hay una posada al otro lado del riachuelo, solo que está algo lejos de aquí, tal vez a unas horas a caballo, señor. – Deslizaba sus ojos de arriba a abajo, incapaz de mantener la insistente mirada del hombre.

– Bien...gracias por la hospitalidad, mi señora. – Dijo con un leve asentimiento de cabeza, dándole el cobro por la comida junto a una última sonrisa, antes de salir de allí y desaparecer.

Un suspiro le pareció poco a la muchacha para calmar sus nervios. Aquel extraño hombre había entrado en la taberna, la había impresionado, y había conseguido que sus pensamientos se arremolinaran en un torbellino, para después marcharse llamándola "mi señora". Nunca, en toda su vida, alguien había decidido llamarla así, pues ella no era la señora de nada, ni nadie.

Trató de alejar de nuevo todas las ideas incoherentes de su cabeza y seguir sirviendo clientes. Pero después de aquello, tan solo tenía una cosa clara, y es que soñaría durante muchas noches con volver a ver a aquel noble caballero sin nombre.  

THE BLUE EYED DEATH // Jaqen H'gharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora