·𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑·

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Con el tronco en mano y totalmente preparada para asestar un duro golpe, Jade trataba de regular sus nervios y su respiración. Tan solo unos segundos y el jinete anónimo llegaría hasta ella. Levantó sus brazos, alzando su improvisada arma. Pero nunca llegó a defenderse.

El jinete frenó a su corcel un par de metros antes de llegar a ella, y bajó de este. Iba totalmente tapado por unas prendas de cuero oscuras, junto con una capa negra y una capucha que ocultaba en totalidad su identidad.

La pelirroja no dejó su postura amenazante.

– Aléjate. – Amenazó al sujeto con las pocas fuerzas que le quedaban.

Antes de dar un primer paso más cerca de ella, el misterioso hombre alzó las manos en son de paz, y posteriormente las llevó hasta el borde de su capucha, deslizándola lentamente, hasta dejar su rostro y su cabello al descubierto.

– Un hombre pensaba que la chica se alegraría de verlo. –

Y allí quedó ella, totalmente petrificada en medio de la oscuridad. Una vez más aquellos profundos orbes azules la observaban con cautela y picardía.

La muchacha dejó caer el tronco de entre sus dedos, rompiendo por completo el tímido silencio que se había generado.

– Yo...L-lo siento de verdad, mi señor...N-no sabía que erais vos...- Dijo con dificultad, casi sin poder verlo a la cara.

Los nervios aún le jugaban una mala pasada, y por si fuera poco, empezaba a sentirse avergonzada por su apariencia. Pues nunca pensó encontrarse nuevamente con el misterioso hombre en unas condiciones tan horribles.

Su cabello que anteriormente estaba pulcramente peinado en una trenza, ahora se encontraba enmarañado, y su vestido de color canela estaba estropeado, en girones de tela que por poco dejaban ver la blanca piel de sus piernas.

– La chica no tiene porque disculparse, todo lo contrario, perdonad a este hombre por asustaros. – Habló acercándose con calma.

Se quitó la capa con un par de movimientos y la pasó por encima de los hombros de la joven, tapándola y dándole algo de calor.

Ella miraba con sus cristalizados ojos ámbar al dueño de aquella prenda. Se le encogía el corazón al pensar en que él se había preocupado por ella, al punto de enfrentar a esos horribles hombres.

– ¿Permite la chica, que este hombre la acompañe hasta su casa? – Dijo en un dulce murmuro, y tomando de forma muy suave la mano de Jade, como en una caricia, intentando que no se sintiera presionada.

La joven aceptó asintiendo despacio con la cabeza. Él la condujo con varios pasos hasta su caballo, y una vez estuvieron delante, dejó que ella colocara sus finas manos sobre sus hombros, y con cuidado la levantó entre sus brazos para subirla de un solo salto al corcel.

Miró a la chica, la cuál escondía su cara por la vergüenza y el asco que empezaba a sentir por sí misma. Subió tras de ella sobre el fuerte animal.

– Y...¿La chica tiene nombre? – Le preguntó, intentando sacarla de sus pensamientos, mientras él los conducía de nuevo hacía el camino.

– Sí, me llamo Jade. – Le contestó con simpleza.

– Un nombre bonito...para una chica bonita. – Intentó animarla. Y funcionó. Por unos segundos pudo sentir como ella sonreía un poco.

– ¿Y vos? –

– Un hombre es conocido por el nombre de Jaqen H'ghar. –

La muchacha frunció el ceño con algo de curiosidad.

THE BLUE EYED DEATH // Jaqen H'gharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora