Epílogo

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Hoy era el día de la boda, todos los que estaban invitados estuvieron presentes, Ben estaba con su traje elegante esperando sonriente en el altar a la que sería su esposa.

El sonido de la música de bodas resonó por la iglesia, el rey estaba emocionado de casarse con Mal, espero pacientemente y se dio cuenta de que la pelimorada aún no llegaba, algunos se vieron extrañados porque la chica de ojos verdes no aparecía, el descendiente de Bella y Bestia intentó no darle importancia y siguió esperando.

Lo curioso es que tanto Carlos y Jay se vieron entre sí confundidos por su amiga no apareciera, y también le pareció extraño que tampoco Evie estuviera presente en la boda, allí ambos se dieron cuenta que estaba mal.

El silencio sepulcral en el lugar era notable, Ben comenzó a preocuparse al notar que Mal seguía sin aparecer, varios minutos pasaron hasta que las horas si hicieron presentes, el chico estaba a punto de pedirle a los guardias que fueran en busca de Mal para ver que era lo que sucedía, pero se quedó mudo al observar como Jane corría hacia él con una nota y el anillo que le dado Mal cuando le propuso matrimonio.

El joven rey abrió sus ojos asombrado por esto, no entendía nada.

Tomó el anillo de compromiso y aquella la nota mirando a Jane de manera fija buscando respuestas, ella le devolvió la mirada en silencio mientras un lo siento salió de sus labios.

Fue allí que abrió aquella nota que Mal le había dejado antes de dejarlo esperando en el altar, en donde leyó la siguiente oración.

Tres palabras simples, pero lo bastante claro como para desolusionarlo.

"Siempre fue Evie."

Esas palabras quedaron marcadas en la cabeza del joven rey, que miro el anillo que anteriormente le pertenecía a Mal, quedando algo desconcertado pero a la vez dolido.

Se sentía humillado, y más porque toda la gente de Auradon se encontraban ahí presente, observando asombrados como su Rey había sido abandonado en el altar por su prometida, la cual nunca llegó.

Mal había decidido escapar del peor error de su vida, decidió ser feliz aunque eso significará romper el corazón del chico que fue su pareja pero que jamás la escucho.

Ben quedó con la mirada perdida en silencio mientras que escuchaba los murmuros de los demás por lo sucedido. No dio orden de que buscarán a Mal, ni tampoco a Evie que fue la causante de que quedará plantado en su propia boda.

Tan solo se quedó ahí parado, pensando en los tantos errores que cometió como novio.

Por otra parte en un bosque muy alejado de Auradon, Mal conducía una motocicleta donde un destino fijo, Evie abrazaba la cintura de esta apegandose más su espalda mientras la suave brisa golpeaba sus rostros, un silencio tranquilo era lo que necesitaban, escuchaban a los pajaros cantar creando un ambiente sereno, mentirian si en aquel momento en lo cual ambas escaparon para ser felices no sintieron nada, pero la verdad es que la adrenalina de probablemente ser enviadas a la isla por el pecado de amar a otra mujer simplemente fue inimaginable en ese momento.

Ellas no tenían miedo de volver a la isla de los perdidos, después de todo ese lugar seguía siendo su hogar a pesar de las circunstancias, y también era el único sitio donde la gente no tenían prejuicios, ni tampoco se preocuparían de ser juzgadas por su amor.

No les importaban mucho que exiliadas de Auradon, no tendrían motivos para volver ni aunque los chicos intentarán convencerlas.

Tarde o temprano pasaría eso, no lo dudaban, y más por el hecho de haber dejado plantado al Rey en su propia boda, dejándolo en vergüenza y humillado sin culpa frente a todos los invitados.

Bestia no estaría feliz con lo recientemente sucedido y no estaría satisfecho con dejar huir a ambas chicas para que se salieran con la suya. Por esto, Evie decidió sacrificar todo lo que tenía en Auradon. Su negocio, sus amistades y todos los lujos como comidas deliciosas que habían allí, solo por esta vez no le importaba nada, y solamente aprovecharía cada momento que le quedaba con Mal estando en este lugar.

La pelimorada detuvo la moto frente al gran castillo donde finalmente llegaron a su tan esperado destino, Evie se bajo con una pequeña sonrisa tomando su maleta y la de Mal, dándole su maleta a la ya mencionada, tomó la mano de su ahora novia y observó las puertas de las rejillas del Castillo abrirse, consigo dejándose ver a lo lejos a Blancanieves asomada en la terraza de su gran castillo, volviendo adentro dispuesta a salir del lugar para recibirlas en su hogar temporal hasta que los guardias de Auradon las encontrarán.

—Pase lo que pase, quiero que sepas que tú eres la única que me hace más feliz en este mundo y quiero disfrutar mis últimos días o semanas aquí en paz.— murmuro Evie con una pequeña sonrisa observando a Mal

—Ahora comprendo todo...— murmuro Mal acariciando la mejilla de la peliazul —Sentí que me volvería loca en cualquier momento cuando estaba con Ben... pero tú logras calmar a ese dragón desesperado por salir de mi...— murmuro la oji-verde haciendo sonreír a la chica de ojos marrones

—Ese dragón desesperado es todo lo que has guardado para ti misma, y está bien que quieras soltarlo.— habló Evie con una sonrisa que demostraba amor —Quiero que vuelvas a ser la misma de antes, quiero a mi Mal devuelta, quiero que dejes de fingir y seas tú misma.

Mal la observó de manera fija y sonrió con sinceridad, asintió a su novia en silencio, aceptando de que ahora en adelante ya dejaría de fingir, la abrazo y recosto su cabeza sobre su pecho despreocupada de cualquier cosa.

Mal no necesitaba lujos o ser reina de Auradon para ser feliz.

Y Evie jamás necesitó de un príncipe para sentirse feliz o amada.

Solo ambas podían transmitirse esa felicidad y amor sincero, no importaba el pensamiento de los demás solo porque fueran mujeres, dos personas del mismo sexo, incluso hasta el ser más malvado y más hermoso podían enamorarse de persona del mismo sexo, los cuentos de Hadas eran así, que la princesa se casara con su típico príncipe que la rescataba del mal creando así el típico cuento cliché.

Pero ellas no necesitaban encajar en una sociedad como esa, ya no iban a aparentar frente a los ojos de los demás, preferían ser felices.

Jamás necesitaron de un príncipe para ser rescatadas.

Más bien en su cuento de hadas el dragón morado y la princesa azul se enamoraron perdidamente de la otra, así la princesa malvada le brindaba esa paz que su dragón de ojos verdes necesitaba para calmar ese fuego en su interior, como también él dragón se encargaba de proteger a su bella princesa de cualquier mal que quisiera dañarla.

Mal y Evie cambiaron esa historia. Y ellas siempre fueron el verdadero amor de la otra en su historia.

Ellas se salvaron mutuamente.

Fin















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