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Después de una semana de haberle sacado el yeso, Taehyung debía empezar a ir a terapia física para evaluar y recuperar la movilidad de su cadera con el fin de que vuelva a la normalidad.

Había llegado a la clínica, a la parte de kinesioterapia. La secretaria le hizo llenar un formulario y esperar a que lo atiendan.

Después de unos minutos de espera, salió al pasillo diciendo su nombre y buscándolo el hombre más sexy que haya visto en su vida.

Un joven que se veía de la edad de Namjoon, es decir, como de unos 27-28 años. Tenía un cuerpo de ensueño que se seguía notando a través de su uniforme de color negro. Sus muslos se veían gruesos y duros al tacto, su torso con los hombros más anchos que sus caderas por bastante, unos brazos fuertes y uno de ellos con varios tatuajes y su rostro, oh su rostro parecía tallado por dioses.

Taehyung sentía las piernas temblar de solo verlo y escucharlo decir su nombre con esa voz grave y gruesa. Además que la sonrisa que tenía el tipo, era la más hermosa que había visto y esos ojos grandes y tiernos que no concordaban con ese intimidante cuerpo. Su cara se acoplaba demasiado bien a su cabello oscuro y largo con pequeñas ondas en él. Ese hombre era una obra de arte.

Taehyung sentía que podía tener un orgasmo de solo observar a ese dios griego. Al parecer se quedó demasiado hechizado mirándolo, porque el hombre se empezó a acercar y le seguía hablando, pero nuestro protagonista estaba en un estado de ensoñación, sin escuchar nada a su alrededor.

—¿Usted es Kim Taehyung?— le preguntaba mirándole a los ojos con una sonrisa amable, Tae solo pudo asentir bobamente— Es su turno, venga conmigo

—Sí... a donde quieras voy contigo— dijo hablando bajo, aún hipnotizado.

—Siéntese por favor— dijo cuando entraron a un box con una camilla y un escritorio con dos sillas, una frente a la otra en él.

Taehyung hizo caso.

—Me presento, mi nombre es Jeon Jungkook, yo seré su kinesiólogo, voy a estar con usted el tiempo que sea necesario para que mejore— le dijo felizmente.

—Jeon Jungkook...— decía como casi saboreando el sonido que hacía su boca al pronunciar el nombre de esa preciosidad— Uh, un gu-gusto señor Jungkook— dijo nervioso y le sonrió Taehyung coquetamente, acomodándose en la silla.

—Igualmente, por favor dime Jungkook o JK, vamos a pasar bastante tiempo juntos, para que estemos más en confianza, señor Kim.

—Dime Tae, solamente— le guiñó un ojo descaradamente— O mi amor, no me molestaría que me dijeras así.

Jungkook desde el principio notó como su paciente lo estaba mirando, pero él tampoco podía hacerse el tonto, desde que lo vio sentado en la sala de espera le rogó a su colega Yongsun que le diera el caso de ese chico, ella lo molestó un momento y accedió. Pues le pareció el chico más precioso que haya visto en su vida, ese rostro de ángel y cuerpo delicado, le llamó la atención desde el primer segundo, mayor fue su felicidad cuando se dio cuenta de que él también le atrajo.

Así que Jungkook solo sonrió ladino y susurró para sí mismo:
—Algún día, precioso.

Tae no alcanzó a escuchar así que preguntó:

—Disculpa, no te escuché.

—No, no, solo decía que te iba a revisar, ¿puedes acostarte de espaldas en la camilla?

El chico de hebras castañas asintió y caminó con cuidado a la camilla, en donde se tendió de espaldas con las rodillas flectadas.

Jungkook se relamió los labios, pues estaba en el trabajo y no podía pensar esas cosas sucias de su paciente al verlo así.

Tuvieron atracción a primera vista.

—¿A-así?— preguntó con "inocencia" en su voz. Jungkook tragó saliva y respondió:

—Sí, estás perfecto, tú ve diciéndome si te duele.

Ambos se estaban imaginando cosas sucias pero debían controlarse, aún no se conocían ni habían entablado una conversación aunque sea.

Jungkook agarró cada tobillo con una mano y fue moviendo las piernas del paciente hacia arriba y hacia los lados preguntándole si sentía dolor alguno.

Taehyung sentía su piel erizarse y calentarse bajo ese tacto, tenía demasiadas ganas de arrancarle ese perfecto uniforme a su kinesiólogo y que lo haga suyo sobre esa misma camilla o sobre el escritorio, o la pared, en el piso...

¡Maldita sea, donde sea! Pero quería que ese hombre le diera la follada de su vida.

Moría por comerle la boca y saborear su cuerpo entero.

Lo que no sabía es que el contrario se sentía igual.

Los dos luchaban internamente por controlar sus deseos carnales.

HuesitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora