¿Que es lo que nos mantiene despiertos? ¿Los pensamientos constantes, o la profunda emoción del momento? En esas noches en las que todo parece dar vueltas y hasta nuestra propia mente está presa en la neblina, sólo nos queda respirar por quince minutos y esperar.
Esperar a que todo pase, esperar a que acabe la tormenta, respirar y contar hasta diez. Eso es lo que le había enseñado su madre, respirar y contar hasta diez. No pierdas la cabeza, Giselle, no dejes que el latido frenético del corazón te haga hiperventilar. No te ahogues ante el sentimiento de asfixia, respira.
Esta vez abrió los ojos, pero no se encontraba con la cabeza recostada en el regazo de su madre, sino que acababa de despertar en medio del viaje en colectivo que la llevaría desde a
la Ciudad de Buenos Aires, hasta Juárez, el pueblo en donde nació y vivió hasta la primera infancia.Los árboles pasaban como sombras lejanas a los lados de las ventanillas. Había pasado toda la noche imaginando este momento, su llegada a una ciudad fantasmal, llena de secretos y de enigmas que esperaba que sean de ayuda para descifrar la pregunta que llevaba haciéndose desde los doce años.
¿Que pasó con su madre? ¿Cuál fue el motivo de su accidente? Y por sobre todas las cosas, ¿Por qué siente como si estuviera metiéndose en la boca del lobo? Yendo a su propio final.
—Final del recorrido.
Anunció el chófer en cuanto llegaron a la terminal. Del vehículo bajaron dos señoras con enormes valijas llenas de quién sabe qué, y un hombre vestido con un traje elegante y un maletín que parecía bastante caro.
Giselle no sabía mucho de maletines, pero ese le pareció raro, demasiado visible a los demás. Hasta le recordó al famoso maletín de la película Pulp Fiction, cargado de tantas respuestas. Incluso ansiaba que ese mismo contenga las pistas que la llevaran a responder su propia interrogante.
—Disculpe. ¿Es usted la profesora Ramírez?
Una voz femenina hizo que se volteara en medio de la terminal con asientos vacíos. El clima helado de julio hizo que se le erizaran los vellos de las piernas. Se dio cuenta que en Mendoza, el viento soplaba con más intensidad que en el centro del país y que las nubes serían recurrentes en esta época del año.
—Sí, soy yo.
La muchacha con el cabello sujetado de una forma rígida, llevaba la camisa abotonada hasta el raz del cuello. «Una regia» pensó Giselle, pero no tuvo tiempo de analizarla ya que la mujer la invitó a subir al vehículo que la llevaría hasta su residencia, el mismo contaba con amplios asientos y lo que le sorprendió, música estruendosa y rockera. Algo inusual.
—Lucas, ¿Serías tan amable de bajar el sonido de la música? Nos estás rompiendo los tímpanos.
El conductor parecía joven, no más de veinticinco años. Llevaba un tatuaje de serpiente en el antebrazo, que cubrió con la manga de la camisa arremangada. Se subió los lentes oscuros y asintió antes de cambiar de emisora.
La mujer rubia suspiró cansada, cómo si esta escena ya se hubiera repetido varias veces.
A Giselle le gustaba la idea del peligro, también le agradó Lucas, con su tatuaje amenazador en el brazo y la música fuera de contexto haciendo enojar a la mujer. Sin siquiera presentarse, ya estaba mostrando todo respecto a él, no necesitaba palabras.
—Le doy la bienvenida al Colegio Ricci, señorita Ramírez. El director le dará la charla con formalidad, pero por el momento me alegra tenerla en el lugar.—La rubia sonrió torcidamente, su voz sonaba apagada, cómo si repitiera un guión armado previamente.— Espero que su estadía sea... reconfortante.
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La Mala Influencia
Mystery / Thriller¿Que pasaría si no fueras el dueño de tus acciones y que el pasado es, en realidad, producto de una mentira? Giselle es nueva en la pequeña ciudad de Juárez, en donde su madre pasó la mayor parte de su vida antes de fallecer en un trágico accidente...