La casa de Rodrigo era todo lo que Giselle imaginaba. Pequeña pero con lo indispensable, calmada y alejada de los suburbios. Como un refugio de la realidad.
Estaba llena de vinilos antigüos, instrumentos cubiertos de polvo y de olvido, pero por sobre todo, imágenes de su familia. Eso le rompió el corazón.
Habían ido a cenar después de las declaraciones, a Rodrigo le pareció correcto tener un respiro después de todo el horror que vivieron esos últimos días. Él estaba interesado en ella, su belleza no era un secreto para nadie, pero quería ver detrás de ese velo. Quería ver mucho más de ella, le intrigaba esa capa de discreción que llevaba siempre consigo. Le recordó al caparazón de una tortuga.
Bebieron vino y charlaron sobre música, recordando viejas épocas. Él era oriundo de Canadá, vivió en Ottawa hasta los diecinueve años y después llegó a Argentina entre tantos lugares de América del sur. Acá conoció a su esposa, de quién se enamoró instantáneamente. Ambos se conocieron en una excursión, ella era guía de turistas y responsable de la mayoría de los paseos en la ciudad. Él era un simple músico que buscaba un motivo, una razón para quedarse y dejar raíces, la encontró en Juárez.
Ella falleció hace un año, o así le decía él a su adicción. Su esposa se drogaba desde que tenía memoria, nunca le incómodo pero se volvió grave cuando la encontró desplomada y sin pulso en la bañera. Desde ese día siente que la muchacha que conoció está muerta y que sólo quedaron restos de su alma en un cuerpo vacío. Ella ahora vive en Río Negro con sus padres, va a rehabilitación y le manda cartas de vez en cuando pero ya no es lo mismo.
Antes la veía y sentía una sinfonía en su corazón. Ahora solo es silencio.
Pero al conocer a Giselle, esa música volvía a sonar de a poco. No le quedaba mucha esperanza de volver a sentir, pero al hacerlo volvió a estar vivo.
—A veces observo cómo das clases.
—¿Me espias?
—En realidad es vergonzoso pero me gusta verte haciendo algo que te mueve.—volvió a servirle vino en su copa, Giselle se sentía bastante mareada.—Los ojos se te llenan de chispa.
¿A caso era cierto? Nunca estuvo muy cómoda enseñando aunque podía reconocer que se había vuelto mejor cada día, incluso logró que los alumnos suban sus notas, cosa que era bastante difícil.
Repentinamente, Rodrigo se acercó demasiado a su rostro. Con una mano le sujetó la barbilla y con otra la besó en los labios. Su tacto era suave, lento y cálido, poco a poco fue bajando el lazo de su vestido por el hombro, Giselle estaba estática en su lugar. Le había tomado por sorpresa hasta que el dolor que sintió cuando el hombre el mordió el labio la hizo reaccionar.
El corte provocó que se moviera de su sitio, echó por accidente una copa de vino y Rodrigo se distanció. No podía creer lo que ocurrió en tan poco tiempo. No podía volver a bajar las defensas.
Se excusó y fue rápidamente al baño, su reflejo le devolvió la mirada. En su labio un corte pequeño pero sangrante dolía al tacto, se enjuagó con agua y pensó en cómo escapar de aquel lugar.
Rodrigo no se había disculpado, al contrario, parecía enojado después de que ella se marchara. Dejó los platos en el lavadero de mala manera y juntó los pedazos de la copa rota en el suelo. Luego hizo añicos la copa que quedaba, lanzandola hacia el basurero. Giselle sintió miedo, se dio cuenta de que estaba a punto de caer en una trampa.
La ventana del baño estaba cerrada, al igual que la puerta que daba con el patio trasero. Buscó alguna puerta que no esté con el seguro hasta encontrar la habitación de Rodrigo. Algo andaba mal.
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La Mala Influencia
Mystery / Thriller¿Que pasaría si no fueras el dueño de tus acciones y que el pasado es, en realidad, producto de una mentira? Giselle es nueva en la pequeña ciudad de Juárez, en donde su madre pasó la mayor parte de su vida antes de fallecer en un trágico accidente...