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Las ramas torcidas le hicieron heridas superficiales en la piel. Las hojas secas del suelo crujían con cada paso que él daba. Sabía que le estaban persiguiendo, Gian solo podía correr, escapar de aquella fatal noticia. Estaba completamente paralizado.

La tierra le empezó a entrar en los ojos, las lágrimas amenazaban con caer de ellos. Lo que había visto era indescriptible.

Veinte horas antes de lo ocurrido, el grupo de sexto año se encontraba en el despacho del Rector, con el oficial de policía de turno. Se iban a comer tremenda sanción, sumado a la noticia de que Francisco no se despertaba y que además había entrado en terapia intensiva. Gian quería salir corriendo de ahí.

-Saben que escaparse de esa manera es una falta grave. La única opción es la expulsión...

El rector anotó los nombres de los alumnos de a uno, desde Josefina hasta Maya de tercero. Gian era el único que se jugaba una beca, pero en ese momento no parecía tan importante como la incógnita en su cabeza: la nota.

¿Por qué lo citaban en el auditorio? Quería respuestas a lo sucedido en la fiesta. No podía quedarse de brazos cruzados como los demás.

-Ya se están haciendo las investigaciones, pero lamentablemente el alumno Francisco Giménez no recupera la conciencia.

-Señor Rector, concuerdo con lo que dice, fue una irresponsabilidad de nuestra parte...-Jose empezó su defensa de manera tranquila, hablaba claro y con pausas, cómo si estuviera acostumbrada a explicar hechos bochornosos.-...pero nuestra intención nunca fue causar ningún mal, sólo festejamos el cumpleaños de la compañera Maya.

-Es cierto señor.-la princesita abrió la boca después de mucho tiempo. Todos sabían que su papá había tomado el primer vuelo desde Venecia para ver el espectáculo que fue aquella noche. -¿No cree que la prensa tiene ya demasiado con los hechos ocurridos hace poco? Imagínese lo que diría el gobernador si el colegio vuelve a estar involucrado.

Había que aceptar que la princesita sabía defenderse. Dentro de ese argumento había un poco de verdad y un poco de mentira, pero mucha manipulación. Estaba claro que al Colegio sólo le importaba la imagen que daba a los demás, si los padres se enteraban de lo ocurrido, su poca confianza quedaría rota. Sin padres, no hay dinero.

-De esas cosas me ocupo yo, pero tiene cierta lógica lo que plantea alumna Palavecini.

Todos estaban al tanto de que el señor Palavecini era el principal inversionista del colegio, por no decir el dueño del lugar. Si su hija quedaba pegada en algún drama, no dudaba en aparecer y recordarles a todos la posición que tenían, especialmente al Rector.

-Bueno, asunto finalizado.-Cerró el libro de actas y se enfrentó al pequeño grupo.- Cinco amonestaciones cada uno y van a tener que quedarse horas extra ayudando a Felipe en el patio. Regar un poco el pasto les va a venir bien para desintoxicarse.

A Gian le volvió el alma al cuerpo al oír la noticia. Por un segundo pensó que los echaban, los demás tenían apoyo de su familia pero él no, tenía que bancarsela solo.

-Gracias Maya, estuviste bien nena.- Josefina la saludó de manera amistosa, a lo que la chica de cabello oscuro sonrió. Por fin había hecho algo para ayudar a los demás, siempre había estado escondida detrás de sus propios miedos y su vergüenza, cosa que Gian conocía bien.

Las horas pasaron después de la larga clase de Historia, el grupo no volvió a hablar entre sí. Gian no quería sacar a relucir el tema de la nota, no quería involucrar a nadie más.

Pasó el tiempo pensando cómo haría para escaparse de la última hora de Música y así poder ir al auditorio. Necesitaba saber qué le pasó a Francisco, muy dentro de sí mismo se sentía culpable por todo lo ocurrido.

La Mala Influencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora