la torta de la belleza

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Esa sensación de sentirnos llenos de amor por nosotros mismos, es algo tan único y tan maravilloso, lástima que las minorías carecen de eso, sentirse tan vacíos de la rodeada fealdad hacen que llenen sus corazones no de afecto, si no del húmedo llanto, sin tener que ser la princesa del baile, sin tener que ganar un concurso de belleza o ser la reina de la primavera para saciar nuestra satisfacción, pero ¿Por qué nos sentimos tan llenos de amor por el otro, pero vacíos por mí? El amor siempre será la fuente de felicidad, no eterna ya que nada lo es, solo nuestra mente es la infinita posibilidad de pensamientos tan retorcidos como mágicos, la magia es como un cuento de hadas, tiene un inicio, conflicto y final, pero alrededor de eso la rodea como su nombre, algo tan único y maravilloso que lo hace parecer inocente, tanto que confunde nuestra realidad que nos hace ver tan horribles como el espejo mágico que nos dice que el otro posee aquella belleza que no obtenemos. No la obtendremos dejando de nutrirnos a base de lo mágico que nos hace dar ese toque tan especial como la torta de la belleza, con un bocado ansiado de su inocente crema, de su apasionado bizcocho, su inesperado relleno con sorpresas, pero aun, conserva su bizcocho con partes quemadas que lo hacen ver un ordinario, un ordinario tan delicioso.
No hay apuro en consumir aquella torta de la belleza, pero sabemos bien que no nadie consigue eso, conseguimos una tarta de frambuesas tan vacía y sin esa deliciosa cobertura de estar satisfechos ¿Espejito por qué me mentís? ¿Por qué no soy la reina del baile de invierno? ¿Acaso no comí de aquella torta? Tan solo con un bocado basta, si al consumir tanto de la belleza, terminaremos siendo un espantapájaros tan superficial como el borde dorado con toques de diamante que bordea el espejo que grita fealdad, ¿espera? Ese espejo refleja a nuestro toque... Trate de expulsar mi fealdad por la corriente de brillos, pero era demasiado tarde, forzar mi belleza y mi fealdad a pelear a una muerte súbita no era lo coherente, la chica de ojos del cielo, con un verano cruel en su cabello expresaba belleza exterior, pero gracias al afecto masculino tan retorcido concebido por lo vulgar. ¿Dejando de nutrir mi magia y afecto? No. ¿Expulsando mi fealdad y llenándola de una belleza económica? No. ¿Forzando mis maravillas a trabajar más rápido de lo cotidiano? Tampoco.
Mis lagrimas bastan para callar esa guerra de lo bello y lo feo, valorando a ambos individuos y tomando lo mágico, logramos que aquella mezcla de huevos, leche, azúcar y harina, no formamos la torta de la belleza, si no la tarta de amor.

Otoño en mi saco (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora