1. Conociendo la mansión

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Laura se acercaba a las mesas de los invitados, vestida sólo con una máscara que ocultaba la mitad de sus facciones, un tanga que no ocultaba nada de sus nalgas, un collar de cuero del tipo que se usaba para los perros, y unos zapatos de tacón.

Era su segundo fin de semana como sumisa en Birchcane Manor.

El primero había sido muy suave, sin apenas contacto físico. Protegida por una máscara completa de látex, realizando tareas domésticas como criada y camarera, obedeciendo órdenes sin poder decir nada más que "Sí, Amo" y sin poder dirigir la palabra a los invitados. Fue azotada con vara un par de veces, y lo resistió bien. Pasó una sola noche en una celda, sin supervisión. Lo más fuerte que le pasó fue cuando le ordenaron fregar el suelo de la cocina completamente desnuda, pero sólo estaba presente su instructor.

El domingo por la tarde se vistió para volver a su vida normal, como responsable de recursos humanos de una gran empresa afincada en Londres. Esa misma noche, ya en su casa, se conectó a internet y reservó el siguiente fin de semana para volver a pasarlo como sumisa en Birchcane y pagó por una estancia de nivel dos. El nivel uno, la prueba, le había gustado y quería progresar.

Antes se decía que algunos hombres necesitaban pagar para que una mujer los dominase, pero que las mujeres no necesitaban pagar para encontrar un hombre que las dominase. No tenían en cuenta que a las mujeres no les convenía dejarse dominar por cualquier hombre, y que algunas necesitaban volver a su vida independiente después de que un Amo profesional les diera lo que necesitaban. Para mujeres así, con el suficiente dinero, se había creado Birchcane Manor.

Recordó lo que le dijo a Sharon, la mujer que la entrevistó antes de firmar su estancia en el nivel uno; "Me gustaría saber lo que se siente al vivir completamente sometida a un hombre, quiero probar a ser una sumisa durante una temporada". Sharon le mostró las fotografías y perfiles de los instructores. Laura escogió a uno de ellos y se entrevistó con él durante unos minutos. Y así comenzó su primera sesión, un fin de semana de prueba, sin sexo ni castigos fuertes.

Laura llegó a la mesa de Sharon, pero esta había decidido no tomar el café allí, así que dijo que no necesitaba nada y la sumisa siguió su camino. Era sábado por la mañana y Laura estaba cumpliendo sus primeras obligaciones del día. Pasear entre las mesas del restaurante ofreciendo una jarra de café y ofrecerse a llenar una taza, bajo la atenta mirada de su instructor y Amo.

En el nivel dos su Amo podía hacer cosas más interesantes con ella. Sabía que tendría una sesión de "doma" de dos horas y que dormiría encadenada, pero no sabía nada más de lo que iba a pasar. De momento pasaría unas horas trabajando para su Amo, y por la tarde... Su primera sesión. Aquello con lo que llevaba meses fantaseando hasta que se decidió a probar.

Echó un vistazo al restaurante. Sharon se levantaba, y el resto de invitados ¿Quiénes serían? Sólo Laura y otra sumisa llevaban máscara. Había también otra chica desnuda que estaba como a cuatro patas sirviendo de reposapiés para un hombre, quizás un instructor o quizás uno de los invitados. Era un poco degradante, pero también morboso, ser usada como un simple objeto.

El instructor de Laura, Patrick, le hizo un gesto para que dejase la bandeja en una mesa camarera. Entonces Laura tuvo una idea perversa... ¿Y si dejaba caer algo para que la castigasen? Los cubiertos cayeron al suelo. Luego miró a Patrick y se mordió el labio inferior. Era un gesto que solía hacer para provocar a los hombres.

-Perdón, Amo.

Patrick la llevó delante de la mesa con la sumisa reposapiés. Le ordenó quitarse el tanga.

La mansión del látigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora