Capítulo 5

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Donde Tsuya conoce lo que significa el amor, y de la nueva motivación de Tsuya por escalar el Monte Damanji-San.


     TSUYA DESPERTÓ AL DÍA SIGUIENTE con la intranquila sensación de no estar realmente en casa.

La noche anterior había sido difícil para él aceptar que ahora tenía que dormir en un lugar que no era su hogar. También había luchado por no sentirse cohibido junto a un hombre que resultó ser lo bastante amable como para dejarle su espacio en la cama, excusándose al decir que él casi no dormía por las noches. Por supuesto, a Tsuya le había parecido extraño, pero, al estar ahí, con la suave tela acobijándolo y la brisa fresca del mar entrando por la ventana, cayó en un sueño profundo que le hizo perder la noción del tiempo. No fue sino por los mismos rayos del sol que él se despertó, y se encontró a sí mismo solo una vez más sin saber si Tai-Tōru había pasado allí la noche.

Esperaba que sí. Algo le decía que se sentiría peor si Tai-Tōru le llegaba a decir que había dormido fuera por su culpa.

La arena entró una vez más entre sus dedos, y cuando un bostezo llegó a él, se encontró con Tai-Tōru mirándolo un tanto divertido. Tsuya se sonrojó, aunque no supiera exactamente qué era lo gracioso, y carraspeó mientras se dirigía hacia donde Tai-Tōru estaba comiendo un poco de carne.

—Mira quién nos honra con su presencia —Tai-Tōru dijo. Tsuya todavía trataba de evitar no verle la boca llena cada que hablaba—. El sol se pone sobre nuestras cabezas, y tú apenas estás abriendo los ojos.

—Disculpa —respondió, pero Tsuya podía ver diversión en los ojos del hombre que le miraba expectante—. Enserio, algo tiene tu cama. Hace que no quieras levantarte una vez te recuestas sobre ella.

—Está tejida con hilos de seda de mar. Yo mismo la hice.

—¿Seda de mar? —Tsuya estaba asombrado. Aquel tejido era extremadamente raro y valioso, y eran pocas las islas cuyos habitantes se dedicaban a producirla—. Eso es lo más asombroso que he escuchado. No hay seda de mar en mi isla, ¡es muy cara!

—¿De verdad? —Tai-Tōru tragó el bocado y miró con interés a Tsuya. Tsuya se encogió en su lugar mientras recargaba los codos sobre sus rodillas; los ojos azul océano todavía hacían que recorriera por su cuerpo cierta electricidad que no comprendía del todo.

—Totalmente. De hecho, no hay mucho en casa que sea de valor —de cierta forma, decirlo también lo hacía avergonzar, pero no iba a mentir. Todavía se sentía orgulloso de ser un humilde pescador. Además, la noche y la brisa salada se habían llevado tanto sus penas como su inseguridad.

Levantando el rostro, Tsuya examinó a Tai-Tōru.

El lugar en donde el joven se quedaba podía verse sencillo y humilde al haberse construido con material propio de la isla, pero, una vez en su interior, no había nada que dijera lo mismo. De igual forma sucedía con las joyas que Tai-Tōru portaba, eran una especie de gemas que ni en sus sueños podría imaginar. Puede que se le viesen impresionantes colgando tranquilas en el lóbulo de su oreja, pero, todavía desviaba la atención de Tsuya, y eso le hacía preguntarse sobre la procedencia de ese hombre.

Tai-Tōru dijo que era un aventurero, pero ¿y si ese aventurero era alguna especie de hombre rico? ¿Algún príncipe, tal vez?, eso concordaría rotunamente por la forma en la que Tai-Tōru andaba y hablaba, ese cabello azul intenso que brillaba con la luz del sol, y esos ojos que nadie más en el mundo tendría.

Tai-Tōru lo miró con curiosidad.

—¿Pasa algo, Tsuya?

—De hecho, sí —dijo—. ¿Dónde encontraste esas perlas?

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2022 ⏰

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EL DRAGÓN DEL MAR 》TAEGIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora