De la gran travesía de Tsuya y su encuentro cercano con la muerte.
AL AMANECER, Tsuya tomó una gran bolsa y la llenó con sus pertenencias. Muy temprano, incluso antes de que su madre despertara, salió de su casa con un firme propósito: ir a la isla Dōgo, y encarar al Dios dragón para exigirle una explicación.
Tal vez sería una proeza para muchos, pero también era una locura pensar que un Dios tan grande como Ryūjin escucharía a un pequeño e iluso mortal como Tsuya, sin mencionar que la ira del Dios podría ser dirigida hacia él por si intencionada osadía. Nadie había hecho tal cosa, y según su madre eso significaba un castigo tan terrible que podría compararse con la muerte.
Pero allí estaba. Tsuya no quería retroceder, sólo necesitaba terminar con esto de una vez por todas, y si eso significaba que tendría que sacrificarse, entonces lo haría. Por esa misma razón, antes de partir, había besado las mejillas de Humiya y acariciado el suave cabello de Keiji. Sólo esperaba poder volver y traer la buena nueva al pueblo y su familia.
Junto a su bote, Tsuya flotó en el agua, y con ayuda de un par de remos se encaminó y comenzó a alejarse de la orilla. Poco a poco, Ama se volvió pequeña, el sol con pausa se fue levantando en lo alto del cielo. El mar cantaba una melodía calmada que se comparaba a un susurro, y el horizonte se tiñó de un azul tan profundo que sólo hacía que se viera incluso más oscuro cada que se acercaba hacia dentro.
Tsuya miró con curiosidad la dirección en la que se dirigía. No tenía experiencia navegando, pero por lo poco que sabía, sólo tenía que remar derecho siguiendo el sol hasta que este desapareciera, para cuando los rayos golpearan encima de su cabeza, sería medio día, y eso significaría que estaba a mitad de camino. O bueno, eso había escuchado de los pescadores en su infancia.
Tampoco ayudaba mucho que el oleaje fuese en dirección opuesta. El viento era suave, más sin embargo hacía del agua pequeñas rizaduras que comenzaban a dificultar su remo. No había escuchado que se avecinara tormenta, pero Tsuya sospechaba que la habría cuando la tarde fuera cayendo, ya que la brisa era tan fresca que podía sentirla erizando su piel.
No necesitaba complicaciones. Tampoco quería estar allí para cuando el tiempo se hubiese descompuesto. Ya sabía muy bien que el Dios del mar descargaba su furia por las noches.
Bueno, eso es lo que Tsuya pensaba, y no cambiaría de opinión hasta escuchar lo contrario de la misma boca del Dios. Si es que lo había.
Horas más tarde, Tsuya tomó un trago de agua y se masajeó los hombros. Remar nunca había sido una tarea fácil, pero estaba acostumbrado al haberlo hecho desde muy joven. De todas formas, el esfuerzo físico que implicaba dejaba secuelas en su cuerpo, y Tsuya quería sólo recostarse y dormir, comer y escuchar las suaves risas de su familia.
A esa hora del día, él ya hubiese vuelto. Sin nada de pesca, por supuesto, pero al menos habría intentado obtener algo. Pero ahora estaba ahí, y se preguntó lo que su madre y sus hermanos estarían haciendo, o si de alguna manera estaban preocupados por él. Claro que su plan había sido un completo secreto, porque, aunque su madre le hubiera dado la idea, ella nunca le dijo que tenía que hacerlo. Esto era cosa suya, así que esperaba que Otohime lo entendiera una vez que estuviese de regreso.
Sacando una bola de arroz de su bolsa, Tsuya comió la única porción que había traído consigo. No tenían mucho de sobra en su hogar, y se dijo a sí mismo que no necesitaba tanto, que una vez que estuviera en Dōgo, él buscaría alimento para sostenerse.
Los aldeanos contaban que Dōgo era una isla inhabitable. Pensó que era porque estaba repleta de animales salvajes o de plantas venenosas, o si la isla estaba mal ubicada o resultaba imposible la construcción de viviendas. Empero, tal como las historias irreales de su madre, los ancianos habían dicho que era porque estaba maldita. Que cualquier pescador que arribara en su arena sería expulsado por espíritus que custodiaban al Monte Damanji-San.
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EL DRAGÓN DEL MAR 》TAEGI
FanfictionMin Tsuya a odiado el mar desde que era un niño. Después de la muerte de su padre, no tuvo más opción que luchar por sacar adelante a su familia por medio de la pesca, tal como lo hacía él. Pero, luego de años viendo cómo los peces han ido desaparec...