9 - Necesito familia y amigos para la boda

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Narrador:

Franco había llegado a la mansión antes que Luciano y al preguntarle a Rebeca por Victoria

‒ Está en su dormitorio, Franco, y lleva rato llorando, la he escuchado al pasar por el pasillo

Subió corriendo las escaleras lleno de ansiedad, pues sabía que era el causante de su llanto. Al llegar la puerta la escuchó sollozar y la abrió abruptamente. Y allí la vio, sentada en la cama, con sus manos cubriendo su rostro, un rostro lleno de lágrimas derramadas por sus ojos. Su corazón se arrugó de tristeza y culpa. Corrió hacia ella, se sentó junto y la abrazó. Pero la joven no dejaba de llorar.

‒ ¡Oh por Dios, Vic!, te he hecho llorar, mi amor

La congoja se apoderó de su ser, el remordimiento, ante el dolor causado, lo carcomía.

Trató de consolarla, pero ella no cedía, al contrario luchaba por zafar de su agarre

‒ ¿Estás loca o que, Victoria?, deja de luchar, vas a hacerte daño

‒ Loco estás tú, si crees que sería capaz de serte infiel con alguien más.

Ese reproche hizo que la sangre se le helara, ¡¿cómo había sido capaz, tan solo de sospechar que ella podría llegar a serle infiel?! No tenía perdón, se sentía un ser despreciable, indigno del amor de una mujer tan maravillosa.

‒ En realidad no lo tengo muy en claro. Siempre me jacto de ser un ser racional y centrado, pero cuando se trata de ti, todo eso se derrumba y son un ser vulnerable – hizo otra pausa - ¿me entiendes? – le negó con la cabeza – me haces sentir como un niño indefenso que solo te tiene a ti y le aterra perderte

El rostro de la joven se suavizó y Franco pudo volver a la calma. Logró que le perdonara el ataque de celos sin sentido. Y, a pedido de la propia Victoria, como confirmación de su perdón, le hizo el amor como jamás lo había hecho con ninguna otra mujer.

Estaba en plena reconciliación, cuando su hermano le llamó para recordarle que habían quedado de encontrarse en la mansión para hablar de algo importante, según palabras del propio Franco.

‒ ¡Mie***rda!, Luciano, disculpa

Dijo Franco al interrumpir en su despacho, donde le esperaba su hermano

‒ No pasa nada, Franco. Pero están tan agitado que parece que hubieras corrido una maratón de cuarenta kilómetros al menos

‒ Lo que estuve haciendo no es cosa tuya

Luciano soltó una estruendosa carcajada

‒ Ya me dijo Rebeca que estabas con Victoria, así que me imagino que tipo de maratón corriste

Franco tomó un color rojo intenso en su rostro, al punto que le ardió

‒ Por si no te quedó lo suficientemente claro, te lo repito, lo que estuve haciendo no es asunto tuyo

‒ Ok, ok. ¿Por qué no vas al grano y me dices que es lo tan importante que tenemos que hablar?

Franco terminó de acomodarse la ropa y peinó su pelo con las manos, al mismo tiempo que se sentaba en el sillón de su escritorio

‒ Voy a ser directo y conciso

‒ Soy todo oídos hermanito – respondió Luciano enderezándose en el sillón como gesto de prestarle suma atención

‒ Necesito familia y amigos para la boda

‒ Joder, ¿no tenemos suficientes parientes? - preguntó haciendose el sorprendido

Victoria 2, La Novia Alquilada. El resto de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora