IV

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Ése día y el siguiente estuvieron guardando sus pertenencias desde temprano, metiéndolas en sacos y ocultándolas en mochilas y dentro de su ropa. Las cosas más grandes tendrían que quedarse por lástima, pero por salir de ése refugio y de ésa ciudad, valía la pena

Neon no tenía muchas cosas, además de su ropa, sus audífonos, cepillo de dientes, y su celular

Casualmente ése día era día de baño. Lo hicieron por turnos cada uno a primera hora en la ducha de un local que todavía tenía una conexión activa de agua, como lo habían estado haciendo durante todos estos años

Cada paso que daba iba seguido de una euforia que recorría desde la suela de sus pies hasta su cuero cabelludo. Desencadenando el sudor frío y la ansiedad

En un momento se juntaron los adultos para hablar, y le permitieron escuchar, incluyéndola en el plan

En cuatro días. Justo antes de la siguiente oleada, irían a la ruta que da a la salida de la ciudad, se encontrarían con el grupo de personas que se comprometieron a ayudarlos, les entregarían lo que querían, y ellos los llevarían a un conducto subterráneo que se dirigía a la ciudad más cercana. TENIA que ser antes de la oleada, o no iba a tener la más mínima oportunidad, pues su escape estaba en un punto de encuentro de los grupos armados de vez en cuándo, no se sabía sí iban a parar ahí

Todo estaba listo, solo faltaba un poco de suerte, y lo lograrían

Y si hubiera podido, Neon hubiera salido y subido a uno de los rascacielos a despedirse del mundo quebrado en el que creció. Pero luego de pensarlo un poco, se dio cuenta de que no los iba a extrañar

— ¿Quién lo hubiera dicho? — dijo Shay entre risas a Rakel — Que algún día nos iríamos

La señorita replicó con risas serenas y una mirada comprensiva mientras preparaba a Koshi

— Si, yo tampoco lo pensé. Parece que dios nos cumplió el milagro — continuó con lo que hacía mientras se dirigía a él.

Neon se volteó de vista al techo en su colchón con el objetivo de dormir

« Dios... »

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Estaba metida dentro de una caja hecha de cartón húmedo y podrido, pesado. Sin poder moverse y con la única libertad que le permitía una rendija en sus paredes.

Lo presentía, la presencia de su perdición, se dirigía a ella y con el único objetivo de quitarle la vida, de comérsela. No parecían humanos, ni animales, ni siquiera algo vivo del todo.

Escuchaba sus pasos lejanos y veía sus movimientos en la deshuesada calle bajo el cielo escarlata

Aquella pequeña permisión de libertad solo hizo crecer su pánico y su respiración perdió el completo control. Sus extremidades rogaban por romperlo todo y huir.

Pero... ¿A dónde?

— ¡TODOS DESPIERTEN!— Alguien gritó desde los confines de la oscuridad

La adrenalina la hizo abrir los ojos y luchar para levantarse al instante, fallando, cayendo al suelo y su cabeza recibiendo el impacto. Aun con todo eso no pudo obtener la lucidez necesaria para procesar lo que estaba pasando

MortalityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora