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A veces despertaba en su cama, arropado con una manta, otras, en el suelo sin ninguna prenda más que sus accesorios de mascota.

Y cuando se portaba mal ahí estaba la fría jaula que lo esperaba. Realmente era molesto el reducido espacio y los barrotes helados tocarle las costillas o espalda, por eso evitaba caer ahí y obedecía a sus Amos.

Hoy era uno de esos días que quería llevar el Rol todo el día, y en la noche recibir una recompensa.

Sí, ese era el plan.

Dejó la cama del suelo para estirarse como un gato, y limpiar su rostro cómo uno. Lamió un poco de su mano para peinar su cabello y luego de aquello gateó por la sala.

Sabía que sus Amos seguían arriba en sus  dormitorios.

Miró las escaleras qué, desde su posición, se veían interminables e incómodas de cruzar. Pero si algo era, es que era obstinado con llevar su papel de mascota, por lo que si tenía que ir a una habitación y al novio que le tocará, le tocaba atenderlo a las siete con quince de la mañana.

Despertar a uno de sus Amos no era merecido de castigo, el cuidador siempre debía de estar por y para la mascota y sus necesidades, por lo cuál aprovechaba eso al máximo.

Con cinta adhesiva rosa en sus rodillas, empieza a gatear sin perder la costumbre, subió uno en uno los escalones. Su cola caída tapando su retaguardia, pero balanceándose con cada paso.

Lo admite, sería benevolente con uno de sus humanos para que durmiera los casi 4 minutos que se tarda por completo de subir uno a uno los escalones.

Al fin terminó por subir y se dirigió sin pensarlo mucho a una puerta.

Al de su Amo número uno, Izuku (Deku) Midoriya.



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