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Sale del cuarto de baño donde se quedó Deku limpiando todo con una toalla, pero dejando aquello de lado, a su naricita llegó un delicioso aroma a café recién preparado y pan caliente que le hace gruñir el estómago.

Gatea hacía el rastro de aroma que lo conduce a la cocina y las cortinas naranjas dan mucha iluminación al cuarto. Y es ahí cuando lo encuentra. La silueta de su Amo número dos se ve alta y algo robusta para un gatito suelto y con apetito.

Sigiloso va en busca de su alimento.

Gatea rodeando la mesa hasta llegar detrás de Natsuo Todoroki, quien esta distraído, al pendiente de que la cafetera terminé de servir en la jarra.

Katsu vuelve a fruncir, esta vez su nariz, por la molestia, ¿acaso era un gatito invisible?

Se apoyó contra sus talones elevando sus uñas semi filosas para arañar el chandal gris. Natsuo rápidamente se da cuenta de su presencia y mira a su dirección.

—Kats, pequeño, no sabía que estabas por aquí. Es cierto que no te vi en tu cama, pero creí que estarías con algún otro de tus dueños. 

Mucha platica, y no ve su comida ser servida.

Agarra la pierna de su querido para restregarse en busca de compasión por su estómago vacío y garganta seca.

—¿Quieres un poco de leche, Katsu?

Asintió pero rápidamente cambió a maullar fuerte.

—Maaaaw —"Dámelo ya, humano!"

Ojalá poder gritarles a todos que se apuraran en atenderlo, pero el peliblanco parecía tener otros planes. Lo aparta con cuidado, mientras saca la jarra de la cafetera, camina hacía la mesa y saca una de las sillas, todo bajo la atenta mirada rojiza del gato.

Natsuo Todoroki era el más neutro. Desde ser un Sol, hasta ser una nube espesa y quieta. Daba clases en una prestigiosa escuela superior que, aunque su apellido fuese conocido, Natsu se gano el respeto y profesionalidad, no por el apellido. Además, cada fin de semana - excepto esta -, salía al gym. Era un hombre fuerte, serio, inteligente, apuesto, cabeza dura algunas veces -pues alguien tenía que mantener el orden en esa casa y eso lo postulaba automáticamente a él por ser el mayor-, todo un paquete sin duda pero, solo es su máscara al público, en casa era alguien gentil y hasta carismático, pero esta vez no parecía ser el caso.

El hombre de ojos grises oscuros toma una taza y pedazo de pan, los coloca en la mesa y se sienta en la silla, con las piernas abiertas mirando desde arriba al gato incado frente a él.

La imagen sólo hace sonreír ladino y llevar el pan a su boca.

—Ganatelo. —Aquello le sonrojar las mejillas limpias.

¡Ni que fuera perro para ganarse su comida!

Enserio, odia ser un gatito hambriento.



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