4. El animal más cruel

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Como escritora, alguien a quien le encantaba inventar historias, siempre pensé que los rumores eran una herramienta poderosa. Los rumores te hacían cuestionar la realidad, la confianza que tenías en las personas que conocías, y sacaban lados de ti que no conocías.

Hubo muchos rumores sobre mí a lo largo de mi vida. Pasé de ser llamada el eslabón débil, alguien que no sería capaz de sostener un arma, y una chica tonta que decoraba su cabello con flores a que me consideraran la mejor de todos, la asesina del reino, y la villana astuta que decoraba su cabello con flores. Existían muchas versiones de mí, sin embargo, me sorprendió la versión que crearon los rumores que comenzaron a rondar por la sede de Destruidos.

En menos de una semana, la conversación entre William y yo que oyeron aquellas rebeldes entremetidas fue pasando de boca en boca, generando resultados interesantes. Para ese día, casi todos los residentes sabían más o menos lo que dije. Creí que me jugaría en contra, creí que me humillarían por eso o que los alejaría todavía más de mí. Sucedió lo opuesto.

Ellos no eran los líderes fríos de Idrysa, eran rebeldes sentimentales y se conmovían con facilidad. Por ende, mi confesión desesperada, el hecho de que abrí mi corazón un poquito y mostré algo más que una coraza, los conmovió por alguna razón. No tenía idea de qué dijeron esas dos chicas, solo que me ayudaron mucho y probaron que tal vez no era tan mala idea expresar tus emociones de vez en cuando.

Dejaron de verme como una forastera, alguien que no pertenecía a su manada, y comenzaron a tratarme con igualdad, como una renegada más que estaba cansada de cómo funcionaban las cosas y una chica perdió a alguien a manos de otros. Ya no era un monstruo para ellos, sino Kaysa, la chica nueva. Ya no era tan diferente.

Me hizo sentir mejor. Me había acostumbrado tanto a las miradas de recelo que toparme con algunas miradas de comprensión se sintió bien para variar. Además, me ahorró tiempo. No tuve que recurrir a ningún tipo de manipulación o juego, ya comenzaban a caer en mis redes y ni siquiera se daban cuenta de que estaban cavando sus propias tumbas.

Pensaba en eso mientras Clara me explicaba el funcionamiento de un dispositivo espía a la vez que los demás conversaban indiscriminadamente en la sala llena de computadoras y otros aparatos tecnológicos que no valían la pena mencionar y me asombraron la primera vez que los vi. No se molestaban en ocultarme nada.

―En teoría, si lo conectas al servidor principal, puedes ingresar a la base de datos y ver todo lo que tienen: archivos, documentos, y miles de otras cosas. Además, puedes controlar de manera remota todo su equipo ―desembrolló ella y sus ánimos se extinguieron al final.

Regresé la vista a su escritorio de madera. Había varios repartidos por la sala, sin embargo, Clara consiguió que le asignaran uno oficial para que nadie más que ella pudiera utilizarlo.

―¿En teoría?

Colocó el dispositivo junto a la computadora portátil que tendía a llevar consigo por toda la sala, ya que le molestaba estar sentada por mucho tiempo. Lo noté. Me venía enseñando hacía unos días. No era lo mismo que pelear con espadas, pero podía ser igual de interesante.

―Bueno, solo lo hemos probado aquí. Si supiéramos donde está su cuartel general, no habría nada que nos detuviera. Entraríamos y sabríamos todo lo necesario. Pero nadie ha logrado acercarse a la tecnología de la realeza. Es imposible. Una pena, lo sé. Sería tan lindo que pudiéramos espiar juntas.

Deposité la mano en el escritorio y lo golpeé con el índice varias veces.

―Le estás hablando al aparato, ¿no?

Se avergonzó de admitir que sí.

―Se llama Martha. ¡Shh, Theo se vengará de mí por molestarlo con Betty! En mi defensa, tenía que nombrar el dispositivo de alguna forma y un par de letras con unos números no me parecía suficiente. Así que, no me avergüenzo. Esto podría cambiar nuestras vidas.

ConvocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora