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Los días miércoles y jueves no tenía trabajo en el taller, por lo que llegaba a casa pasadas las tres de la tarde y dedicaba el día a descansar. Así había sido hasta que Manjiro Sano, "Mikey", había entrado a su vida. Las últimas dos semanas no había hecho otra cosa que acostarse en la cama a mirar el techo en sus ratos libres pensando... preguntándose, qué había hecho para que las cosas tomaran un giro tan extraño y aterrador.

—No me gustan los chicos —dijo en un susurro mientras caminaba por las calles de Tokio abarrotadas de gente a esa hora de la tarde— no me gustan los chicos...

No es que tuviera algún problema con los hombres a quienes sí les gustaban, era solo que jamás pensó que lo descubriría de esa forma: hace exactamente dos semanas, en la madrugada de aquel miércoles cuando Mikey se había subido sobre su regazo y lo había besado mientras veían una película.

Draken soltó un sonoro suspiro y las personas a su alrededor aceleraron el paso para no cruzarse en su camino.

Aquel no había sido su primer beso y, sin embargo, se sentía como si lo fuera.

—Ah, Kenny —lo saludaron al entrar al edificio. Draken alzó una mano y siguió caminando sin levantar la cabeza. No quería que nadie viera que estaba sonrojado.

Presionó el botón de su piso en el ascensor y esperó con la espalda recargada en la pared. La sensación de vértigo llegó a su estómago como otras veces, aunque ya apenas podía distinguir si era por la subida o porque no había parado de pensar en esas dos semanas en los pálidos labios de Mikey, en lo lechosa que era su piel, en su cabello largo que llegó a meterse en el camino de sus lenguas y en el peso que su cuerpo ejercía sobre sus piernas.

Draken maldijo para sí mismo cuando las puertas del ascensor se abrieron. Ese dìa, como tantos otros, tendría que llegar a su habitación a encargarse de solucionar el problema que Mikey había generado arriba en su cabeza y abajo, dentro de sus pantalones... No tenía tiempo para esas cosas, se suponía que tenía que estudiar para el examen de ingreso a la universidad.

—Jessica compró donas, están en el refrigerador —le dijo una de las chicas cuando lo vio. Andaba medio desnuda, pero Draken ni siquiera lo notó.

—Gracias, pero no tengo hambre —contestó sin dejar de avanzar por el pasillo— voy a estar en mi habitación, así que no me molesten —luego recordó las clases de buenos modales de Emma y añadió— por favor.

La chica lo miró perpleja durante un par de segundos antes de dar media vuelta para seguir trabajando. Ken estaba muy extraño últimamente. ¿Acaso el amor había golpeado a su puerta? Con aquel pensamiento en mente, entró en una de las muchas habitaciones del piso con una gran sonrisa en los labios.

* * * * *

—Por fin —dijo Draken al llegar. Se quitó la mochila del hombro dispuesto a lanzarla a la cama y lanzarse tras ella apenas entrara. No contaba con que tendría visitas.

—Por fin llegas Ken-chin —dijo Mikey, quien justo en ese momento estaba revisando los cajones del más alto sin un àpice de vergüenza por ser pillado en el acto— estaba a punto de salir a buscarte.

El primer impulso de Draken fue pellizcarse el brazo, porque no había forma de que algo así estuviera sucediendo. Mikey no sabía dónde vivía ni tenía forma de averiguarlo por su cuenta... Tampoco era posible que lo hubieran dejado entrar hasta su cuarto sin hacer preguntas.

—Tienes muchos discos, me gusta —dijo Mikey ante la mudez de su amigo.

—¿Cómo llegaste aquí? —logró preguntar luego de un par de segundos.

—Caminé

—No, me refiero a... —comenzó a decir, aunque tuvo que hacer un gran esfuerzo para no distraerse con el rostro aniñado y redondito de Mikey— ¿cómo supiste dónde vivo?

Como atrapar un fantasma y no enamorarse en el intento (Drakey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora