4

1K 158 32
                                    

—Draken, pásame la llave, por favor —dijo Peyan, uno de los jóvenes con los que el rubio trabajaba en el taller de autos. Se quedó con la mano estirada y sin recibir respuesta por parte de su compañero y tuvo que deslizarse desde debajo del auto que estaban reparando para asegurarse de que estaba ahí— ¿Draken?

Aunque físicamente estaba en el taller con él, la mente de Draken se encontraba muy lejos, en la comodidad de su tibia cama, donde todo era paz y podía dormir sus 7 merecidas horas. Le pesaban los ojos como si estuvieran hechos de plomo y tuvo que pensarlo dos veces antes de atender a la llamada de Peyan.

—Ah... Sí—dijo torpemente mientras se pasaba una de sus grandes manos por todo el rostro— ¿Qué quieres?

—La llave...

Draken comenzó a buscar entre la caja de herramientas hasta dar con lo que necesitaba y Peyan alzó ambas cejas, confundido, cuando vio desde su lugar bajo el auto un destornillador.

—Sabes, creo que deberías descansar —dijo limpiándose las manos, pues se disponía a tomarse un descanso él también— tal vez estás trabajando mucho.

—O tal vez está saliendo mucho de noche con su novia —dijo otro de sus compañeros que iba pasando por ahí con una caja de herramientas y varios trapos sucios colgados del hombro.

—Yo no tengo novia —dijo Draken, pero era muy tarde y todos en el taller los habían escuchado.

—¿Draken tiene una novia? —preguntaron a lo lejos y el joven que acababa de hablar, agradecido de poder parar de trabajar un rato, no tardó en contestar.

—Sí, la rubia que viene a buscarlo a veces —respondió y Draken se llevó el pulgar y el índice al entrecejo mientras negaba con la cabeza. En sus días de gloria como pandillero, bastaba una sola de sus palabras para acallar a toda una legión; ahora que era un simple civil, nadie nunca lo escuchaba.

Sin embargo, tenía que admitir que en algo tenían razón: el motivo por el que ahora se caía de sueño era Emma... Emma y su incapacidad de conservar un celular por más de tres meses seguidos.

Se sacudió la grasa de motor de las manos con un paño y se puso de pie para estirar su adolorida espalda. Era cierto que de no ser por Emma habría dormido bien, pero quizá no habría sido capaz de conocer a Mikey y todo lo que eso conllevaba. Un cosquilleo le recorrió la espalda cuando recordó la noche anterior.

—Supongo que un trato es un trato —dijo Mikey somnoliento y malhumorado mientras le tendía el celular a Draken. La película había terminado hace un par de minutos y ambos jóvenes se encontraban en la entrada del videoclub, listos para la transacción.

—¿Por qué estás tan enojado? —preguntó Draken recibiendo el aparato y guardándolo en el bolsillo de su pantalón— hice lo que me pediste.

Mikey frunció los labios aun más molesto que antes.

—Si es por lo que me dijiste antes... —comenzó sin saber por qué de pronto todo aquello le daba verguenza— eso de que nadie venía a verte... Vendré si quieres.

—No lo harás —dijo con una sonrisa que a Draken le pareció la más triste que había visto en su vida.

—Sí lo haré, lo prometo.

Entonces Mikey dio un paso adelante y lo abrazó.

—Mentiroso.

Podía sentir sus labios moviéndose y sus manos acomodándose en el hueco de su espalda y él estaba ahí parado, como si no pudiera detenerlo. Como si no pudiera hacer otra cosa que esperar y sentir que moría a cada segundo.

Como atrapar un fantasma y no enamorarse en el intento (Drakey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora