Oscuridad.
¿Por qué solemos tenerle miedo a la oscuridad? Quizás fuera por el temor a lo desconocido, a estar desprotegido, sin saber si un depredador está allí, a solo unos centímetros de distancia. Como si los monstruos solo fueran capaces de apareces, si todo está en la absoluta oscuridad.
Pero la oscuridad no solo era atemorizante. También podía significar paz. El momento del descanso, donde nada tiene forma, donde nadie puede alcanzarte.
La oscuridad podía verse como una enemiga, pero también era una aliada.
—Estoy bien —fueron mis primeras palabras apenas salí de mi estupor.
Odiaba este lugar.
Cada vez que despertaba en este lugar, era porque me había descontrolado. ¿Qué desastre había hecho ahora? Mi mente se encontraba un poco dispersa, mis recuerdos tan mezclados entre sí que no era capaz de encontrarles forma.
—No, no lo estás —Elliot me reprendió desde la distancia.
Sabía que mi hermano estaba cerca. Él era el único brujo que se atrevía a intentar sanar mis heridas.
Incluso si eso implicaba poner su propia vida en riesgo.
—Ya pasó. La madre Luna está de mi lado —bromeé ligeramente.
—La madre Luna te puso una maldición encima —escupió.
Desde que la magia oscura habitaba en mí, Elliot solía lanzar improperios de vez en cuando. Blasfemando, desahogándose en cada ocasión que podía.
—Elliot...
—No. Sabes perfectamente que debía ser yo quien cargara con eso. No tú, Ellie.
—Ya estaba escrito en el destino solo yo sería la que le quitaría la oscuridad a Luxu.
Nunca le había comentado a mi hermano demasiado al respecto, un poco temerosa de qué tanto podría saber él acerca del futuro. ¿Sabría que Lily y Liam serían mis hijos? ¿Sabría que todo estaba decidido incluso desde antes de que ambos fuéramos conscientes del destino a nuestro alrededor?
—Eso no lo sabes. Si Carol te dijo algo como eso, déjame decirte que el futuro es bastante inestable. No puedes solo saber el futuro, porque al final son el resultado de tus decisiones.
—Estamos filosóficos hoy, eh.
Bromeé con él, intentando aligerar el ambiente. Me senté en la camilla, intentando controlar el mareo que me invadía. El cuarto aislado era el mejor sitio para regular mis ataques, porque así podía estar cerca de mi hermano, sin ponerlo en riesgo.
—¿Vas a decirme qué fue lo que ocurrió?
Ya me esperaba esa pregunta.
—Nop —remarqué la p con los labios.
—Igual me enteraré después —replicó.
Sí, porque Aria se llevaba bien con la mayoría de la manada y después le contaría todo lo que escuchaba.
—¿Dónde está Nathan?
Usualmente no se apartaba de mi lado, por lo que algo grande debía estar ocurriendo mientras yo me controlaba.
—Fue a la manada. Estará aquí en unos minutos.
Los recuerdos comenzaron a llegar a mí. Sentí las lágrimas quemar de mis ojos y el arrepentimiento por mis decisiones instalarse en mi pecho. ¿Qué había hecho? No solo envié al exilio a la madre de Nathan, sino que también ataqué a un montón de personas en la manada, además puse en riesgo a la persona a la que veía como a mi propio padre.
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La maldición de la luna
FantasyALERTA DE SPOILER, NO LEER SI NO HAS LEÍDO ANTES LOS SACRIFICIOS DE LA LUNA, ESTA ES LA SEGUNDA PARTE. Crecí rodeada de hombres lobos, sin saber que era uno de ellos. Siempre sentí que pertenecía a este lugar, incluso cuando algunos estaban en cont...