Mi primera reacción fue echarme un poco para atrás, demasiado sorprendida como para decir algo. Y es que nunca me imaginé que un día me enfrentaría a la madre de Nathan y mucho menos en estas condiciones. ¿Ella se atrevió a exiliarme de la manada? ¿Pero quién se creía acaso?
Mi segunda reacción, en cambio, fue sonreír con cinismo. Una vez pasada la sorpresa inicial, solo quedó la fría furia.
—¿Y qué poder crees que tienes tú para exiliar a tu luna? —pregunté, alzando una ceja en su dirección.
Las personas que la apoyaban no eran más que una docena. Los reconocía a todos con gran facilidad. Sobre todo, porque siempre estuvieron en mi contra. En alguna ocasión incluso clavaron una flecha en mi brazo. Y todos se encontraban visiblemente nerviosos.
Leo era uno de ellos. Lo vi removerse, incomodo. Parecía que intentaba pasar desapercibido entre todos los demás. En consecuencia, le dediqué una sonrisa brillante, viéndolo palidecer.
Ya había experimentado lo que sucedía cuando alguien me hacía enojar.
Maldito cobarde.
—Tú no eres nuestra luna —escupió—. No eres parte de la manada.
—Y tú tampoco, en dado caso —mis palabras parecieron golpearla—. ¿O dónde estuviste todos estos años?
¿Qué esperaba ella? ¿Que me echara a llorar porque no me quería en la manada? ¡Viví durante años aquí sabiendo que ellos darían todo por hacerme desaparecer! Eso no había cambiado.
No cambiaría solo porque era la mate de Nathan y mucho menos cambiaría después de saber que soy una híbrida.
Las personas pueden cambiar. Pero para eso tenían que querer hacer ese cambio. Alguien que te odia no dejará de hacerlo de la noche a la mañana.
—Has puesto en peligro a un miembro de la manada —intentó hablar con firmeza—. El castigo es el exilio.
—Tú los pusiste a todos en peligro cuando abandonaste tu puesto —solté—. ¿Crees que vas a intimidarme? Nunca fuiste una luna, Hannia. Y nunca lo serás.
Intentó golpearme. Vi a cámara lenta como levantaba su mano derecha y la dirigía hacia mi rostro.
Yo me mantuve inmune, pues había algo que sabía bien.
Yo no estaba sola.
La magia oscura apareció como un ser aparte, brotando desde mi pecho. Tomó a Hannia del brazo, acercándola un poco más a mi rostro. Era algo peligroso. No debía permitir que se extendiera mucho más. Sin embargo, no me sentía con muchas ganas de proteger a las personas que se encontraban frente a mí.
—Lárgate de aquí —ordené.
Obligué a la magia a soltarla. Hannia cayó al suelo con un ruido sordo, mientras los demás intentaban ayudarla a levantarse.
—¿Esto es lo que eres? ¡Una luna que se basa en el miedo de su gente! —gritó.
Los demás la apoyaron, gritando todos a la vez mil quejas que tenían sobre mí. Mi cabeza comenzó a doler y supe que estaba a segundos de perder el poco control que me quedaba. Respirando hondo, intenté recuperar la calma.
Vi a Donovan oculto en un rincón del bosque y le hice señas de que estaría bien. Él no parecía muy seguro, pero terminó dándose la vuelta y dejándome con todo el lío que se encontraba frente a mi cabaña.
—Última advertencia. Largo.
Todos dieron un paso atrás, casi al unísono. Eran tan idiotas, apenas unos cobardes que querían fingir ser valientes. Y yo no iba a dejarme amedrentar por estas personas.
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La maldición de la luna
FantasyALERTA DE SPOILER, NO LEER SI NO HAS LEÍDO ANTES LOS SACRIFICIOS DE LA LUNA, ESTA ES LA SEGUNDA PARTE. Crecí rodeada de hombres lobos, sin saber que era uno de ellos. Siempre sentí que pertenecía a este lugar, incluso cuando algunos estaban en cont...