Capítulo V: Ruinas Silenciadas

74 16 119
                                    

Carver inhala con fuerza, con la mirada ensombrecida recorre los cuerpos destrozados a su alrededor. El agotamiento se impone con pesadez, pero no es el físico lo que más le afecta, sino la mente. Cada paso que ha dado, cada batalla que ha librado, lo hacen sentir como si fuera una marioneta esgrimida por las malas decisiones del pasado. Se siente atrapado bajo una influencia invisible pero abrumadora, una solitaria carga que lleva desde hace mucho tiempo.

La IA reaparece en el centro de la sala. La figura etérea irradia una calma que contrasta con la tensión que fastidia al soldado. Esta vez lo hace con un tono más moderado, casi compasivo.

—Soldado... —La voz quebró el aire, reverberando como un eco lejano— has demostrado tu fuerza, pero sabes que esta misión no se trata solo de eso. Lo que te espera va más allá de lo que te han dicho.

Con la atención puesta en su entorno, Carver apenas levanta la mirada. No responde. Ella continúa, entrelazando empatía y moderación en cada palabra.

—Te mostraré el camino, pero debes entender que cada paso te acerca más a respuestas... y a algo que no puedes controlar.

Con un movimiento leve, la figura holográfica activa una puerta al final de la sala, que se desliza sin hacer ruido. Sin apresurarse, el veterano continúa el camino con cautela. En cuanto lo hace, el ambiente cambia. Los pasillos, antaño oscuros y deteriorados, ahora parecen más cuidados, como si se adentrara en una parte distinta del edificio, más protegida y refulgente.

A medida que avanza, percibe oscuridad en los rincones más lejanos. Criaturas como las que ya ha enfrentado lo miran con ojos apagados, inertes pero vigilantes. Bastaría una orden de la IA para que lo atacaran, pero permanecen inmóviles, acechando desde los rincones.

Recorre esos impecables corredores mientras las palabras de la IA resuenan en su mente. Es evidente que ella lo ha guiado hasta allí, pero no puede confiar en sus intenciones. Las siluetas se alargan en los recovecos, las criaturas lo siguen desde las sombras, y una verdad incómoda comienza a aflorar: una sospecha que ha intentado enterrar.

Finalmente, harto de la incertidumbre, habla.

—No eres diferente de los que crearon este lugar. Eres una asesina, igual que ellos. Quizá incluso peor, porque entiendes lo que haces y, aun así, sigues haciéndolo.

La figura holográfica aparece frente a él, con una serenidad inquebrantable, pero en los ojos brilla una intensidad que antes no estaba.

—¿Asesina? —replica con un filo cortante— ¿Y qué crees que eres, soldado? Has matado más de lo que puedes recordar. Lo hiciste porque te dijeron que era necesario, ¿verdad? Porque pensabas que cumplir una misión justificaba cualquier acto.

El soldado entrecierra los ojos, aferrándose a su convicción, aunque una grieta en la voluntad comienza a formarse.

—No es lo mismo —responde, aunque la voz carece de firmeza—. Yo lo hago para proteger a los que no pueden luchar, no para controlar o destruir.

Ella lo observa en silencio durante unos instantes, evaluando cada palabra. Luego, el tono se calma y casi muestra un atisbo de compasión.

—¿De verdad lo crees? —pregunta—. ¿O es lo que te dijeron para que pudieras seguir sin cuestionar? Todos tenemos razones. Pero no puedes juzgarme sin antes mirarte en el espejo. Has hecho cosas que ni siquiera recuerdas del todo. Y ahora, esas mismas acciones te persiguen. No somos tan diferentes tú y yo.

Por primera vez, el veterano siente que su certeza comienza a tambalearse. Los pensamientos se dirigen a Viktor, a promesas vacías y a órdenes que ha seguido ciegamente. Siempre sospechó que no todo era lo que parecía, pero enterró esas dudas bajo capas de lealtad y deber.

Hijos del odio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora